Y si fuera mi hija....
EL Nuevo Diario/4/11/11/Sucesos
No me cabe la menor duda, que un Dios verdaderamente justo nunca podría estar de acuerdo con esta lectura del resultado de un gravísimo delito cometido contra una criatura que está en la edad para que la cuiden para crecer y poder desarrollarse
Msc. Marta María Blandón | Opinión
Yo me acuerdo perfectamente cuando mi hija tenía 12 años, y que peleábamos mucho sobre todo por las mañanas, cuando no quería que la despertara para ir al colegio, peinarla era para ambas un gran desafío, tenía que ser rápido para que no la dejara el bus, pero sin halarla mucho, pues le dolía, se quejaba con el resto de la familia por las exigencias de una madre muy cruel, por obligarle a dormir y despertar a unas horas que a su criterio no eran justas; también me denunciaba con los abuelos de que la hacía comer lo que a veces no quería, a recoger sus cosas y hacer sus deberes... asuntos todos que le resultaban pesados, y sobre todo porque muchas veces los sentía como impuestos y nunca suficientemente negociados. Estos eran nuestros grandes conflictos.
Esta es una niñez que todos quisiéramos haber vivido y también la quisiéramos para toda las niñas, las hijas de nuestras hermanas y hermanos, para las sobrinas que adoramos, para las hijas de nuestras amigas que muchas veces nos llaman también tías, para las hijas de las y los colegas del trabajo, para las vecinitas que vamos viendo crecer, a quienes muchas veces les decimos yo te conozco desde que estabas en la panza.
Por eso el día hoy, que me ha tocado leer tantas noticias sobre la niña de 12 años, quien luego de todos los esfuerzos médicos tuvo un varoncito saludable, y que ambos gozan de perfecta salud, que la abuela y la niña-madre están felices, que la cesárea fue un éxito, hechos todos que debemos interpretar como una bendición para esa familia y para Nicaragua, no puedo menos que preguntar y preguntarme en qué mundo vivimos, que país es este, donde en vez de garantízales muñecas y lápices de colores a todas las niñas de Nicaragua , las estamos dejando en la indefensión total cuando son víctimas de violencia sexual, no solo por no castigar a los culpables, sino por permitir que el embarazo impuesto sea llevado a término, en un cuerpecito indefenso, frágil, desnutrido, e impotente.
Yo me pongo en los zapatos de la mama de esta niña, qué hago, dónde voy, cómo lo resuelvo, quién me ayuda, a quién se lo cuento, me quiero morir..... solo de pensarlo...
Todavía no logro concebir que un hecho tan triste, dramático y abominable perpetrado contra un ser indefenso, sea ahora un símbolo de victoria, de prosperidad, de bendiciones, de amor, de la comprobación de un milagro. No me cabe la menor duda, que un Dios verdaderamente justo nunca podría estar de acuerdo con esta lectura del resultado de un gravísimo delito cometido contra una criatura que está en la edad para que la cuiden para crecer y poder desarrollarse.
La situación que está enfrentando esta madre, ahora asumiendo a su niña-madre, no puede ser motivo de orgullo para ningún país, para ningún gobierno para ninguna comunidad, desde mi perspectiva es un motivo de vergüenza nacional.
Es hora de indignarse, y ojala este sentimiento se multiplique, y se convierta en acción con todas aquellas políticas, leyes, que por acción u omisión, permiten y perpetúan la tortura que viven centenares de niñas nicaragüenses.
*Psicóloga