sábado, 1 de diciembre de 2012




Voces femeninas reclaman su papel en la institución

Mujeres en la Iglesia católica, una mayoría silenciada


Hildegarda de Bingen en su monasterio con el monje Volmar en un manuscrito del siglo XII.
  • Hildegarda de Bingen será la cuarta mujer entre 35 doctores de la Iglesia
  • Poetisa, naturalista y farmacéutica, dirigía dos abadías en el siglo XII
  • Las mujeres parecen dispuestas a conquistar espacios de libertad en la Iglesia
  • 'Si hiciésemos huelga, las iglesias se quedarían casi vacías', dice una creyente
  • En EEUU, las reivindicaciones de las monjas las han enfrentado al Vaticano
José Manuel Vidal | Madrid
Hace unos días, un hombre, el español, San Juan de Ávila, y una mujer, la alemana Hildegarda de Bingen, recibían uno de los máximos honores de la Iglesia: la entrada en el selecto club de los Doctores de la Iglesia, un mundo dominado por los varones. De los 34 doctores de la Iglesia, 30 son hombres y sólo cuatro mujeres: Teresa de Ávila, Catalina de Siena y Teresita de Lisieux, a las que se suma ahora Hildegarda.
La Iglesia católica la componen un 61% de mujeres, organizadas en distintas órdenes religiosas, frente a un 39% de hombres, entre sacerdotes, obispos, religiosos y diáconos.
Las cuatro con méritos sobrados. Hildegarda de Bingen, en concreto, fue toda una personalidad. Llamó ave de rapiña al arzobispo de Colonia, predicó en los mercados ante las masas entusiasmadas como antes sólo habían hecho los herejes y, siendo una octogenaria, se rebeló contra la jerarquía eclesiástica. Muchas de las cosas que hizo y escribió fueron inauditas para el siglo XII. Mantuvo correspondencia con Papas, gobernantes y obispos, con la pareja real inglesa y con mujeres que necesitaban su consejo. Desempeñó numerosos oficios a la vez: era poetisa, naturalista, farmacéutica; dirigía simultáneamente dos abadías y fue autora de uno de los intercambios epistolares más abundante de la Edad Media. Es considerada la primera naturalista y autora de temas médicos en Alemania
¿En toda la Historia de la Iglesia sólo hubo cuatro mujeres con méritos para ser declaradas doctoras? Evidentemente que no, pero la lista de los 'Doctores' de la Iglesia refleja a la perfección la situación de la mujer en la institución. Y eso que hay otros muchos clubes eclesiásticos todavía más exclusivos y cerrados a cal y canto a las mujeres". Desde el cardenalato, al episcopado, pasando por el sacerdocio y todos los demás ministerios eclesiásticos. Muchos obispos hasta les prohíben subir al altar... como monaguillas.

La Iglesia católica es mayoritariamente femenina en sus cuadros; la componen un 61% de mujeres, organizadas en distintas órdenes religiosas, frente a un 39% de hombres, entre sacerdotes, obispos, religiosos y diáconos. Pese a ello, el gobierno eclesial, la toma de decisiones, y la visibilidad de la institución están casi exclusivamente en manos de varones. ¿Por imperativo evangélico?

El biblista Xabier Pikaza, autor de 'El evangelio de Marcos. La buena noticia de Jesús' (Editorial Verbo Divino), tras investigar a fondo el tema en su denso volumen, concluye que "Jesús no quiso algo especial para las mujeres. Quiso, para ellas, lo mismo que para los varones. Como entendió bien San Pablo en Gal 3, 28: 'Ya no hay hombre ni mujer...'. La singularidad de la visión de Jesús sobre las mujeres es la 'falta de singularidad'. No buscó un lugar especial para ellas, sino el mismo lugar de todos, es decir, el de los 'hijos de Dios'".
"Hay un temor en la Conferencia Episcopal, como si cualquier mujer que defiende sus derechos estuviera reclamando la ordenación".
Dolores Aleixandre, teóloga

Pero pronto llega la traición al Evangelio de Jesús. "Al convertirse en institución de poder religioso y social, dejando de ser un movimiento mesiánico de liberación, la Iglesia tuvo que aceptar las estructuras normales del poder, que había estado (y estaba) en manos de varones. Lógicamente, los varones justificaron después esa situación (esa dominación patriarcal) con pseudo-argumentos religiosos, que van en contra del espíritu de Jesús".

'Un escándalo y un pecado'

Y así desde entonces. Las mujeres son mayoría en la iglesia católica aunque se trate de una mayoría silenciada. Una situación, que, como dice Pikaza "es un pecado contra el Espíritu de Cristo (contra su inspiración básica, de tipo mesiánico) y contra los signos de los tiempos, que van en línea de igualdad entre varones y mujeres".
Una marginación que duele especialmente a las mujeres. "Me duele la situación actual de la mujer en la Iglesia o, más que dolerme, estoy cansada", explica la teóloga Dolores Aleixandre. Y añade: "Tengo la impresión de que llevamos con el mismo discurso demasiado tiempo. Muy anclado, por una parte y por otra, en sus respectivas posturas. Hay un temor en la Conferencia Episcopal, como si cualquier mujer que defiende sus derechos estuviera reclamando la ordenación. Y no se trata de eso, sino de que el Evangelio empuja de abajo a arriba, porque habla de una comunidad circular en la que alguien tiene la presidencia, pero en la que todos somos hermanos y hermanas. Me pregunto por qué tenemos tanto miedo al sueño circular y fraterno de Jesús y creo que tenemos mucha confusión entre autoridad y poder".
"La Iglesia debe ser ya la única institución del mundo, al menos en el ámbito occidental, que sigue marginando a las mujeres".
Dolors Figueras, Dones en l'Esglesia

Otra teóloga, María José Arana, vieja luchadora por la igualdad de la mujer, explica: "Las mujeres han permanecido en la Iglesia como las grandes ausentes, una ausencia que perdura hasta nuestros días. Evidentemente la ausencia de las mujeres empobrece enormemente a la Iglesia en múltiples aspectos y en sí misma; pero además pierde credibilidad ante el mundo que va despertando rápidamente en estos aspectos y ante los cuales la Iglesia, Luz de las Gentes como se llamó a sí misma en el Concilio, debería brillar con su ejemplo y alumbrar caminos nuevos."

Entre otras cosas, para hacer justicia también histórica a su papel. Lo dice así la también teóloga española Felisa Elizondo: "Las mujeres en la Iglesia reclaman otro reconocimiento y otra confianza. Que eso de traduzca en lo que tenga que irse traduciendo. Pero desde luego hace falta rescatar la aportación de las mujeres a la experiencia cristiana, textos, afirmaciones... No ya de santas conocidas, sino de mujeres cristianas que han aportado cosas espléndidas. Eso es hacer justicia en la historia".

Una revolución femenina en ciernes

Durante siglos, la mujer aguantó, pero, ahora, parece dispuesta a conquistar espacio de libertad también en la Iglesia. Los ejemplos de luchadoras por el cambio de la institución se multiplican. 'Dones en l'Esglesia' son un grupo de mujeres profundamente católicas, pero que se sienten "absolutamente discriminadas" en la Iglesia a la que pertenecen. Una Iglesia jerárquica que "sólo se visibiliza con cara de varón".
Por eso, el colectivo catalán pide una solución urgente. "Tenemos derecho a reclamar, y reclamamos, la paridad en la Iglesia", dicen en los múltiples manifiestos que vienen lanzando desde hace años.

Y lo piden tanto por razones instrumentales como teológicas. En cuanto a las primeras, el colectivo asegura que la mayoría de las monjas son mujeres. También son mujeres las que atienden todos los servicios de las parroquias e incluso, "la mayor parte de las personas que asisten a los actos religiosos". De ahí que, como dice Dolors Figueras, una de las dirigentes del grupo, "si las mujeres hiciésemos huelga, las iglesias se quedarían casi vacías del todo". Pero, aunque son aplastante mayoría, no cuentan con representación alguna en la jerarquía. "El Papa, los cardenales, obispos, presbíteros y todos los que tienen responsabilidades de dirección en la Iglesia son varones", denuncian. Y eso, según el colectivo de mujeres católicas, atenta contra los derechos humanos y contra el Evangelio. 

"La Iglesia no respeta en su interior esos derechos humanos que tanto proclama para los demás. Ha llegado la hora de decir basta a este atropello. No admitimos que se nos siga discriminando por razón de género", explica Dolors.


Monjas dan y reciben la sagrada comunión durante la Conferencia de Religiosas en San Luis en agosto. | Efe

Una situación que hasta las avergüenza. "Me da pena, porque nuestra Iglesia está haciendo el ridículo. Debe ser ya la única institución del mundo, al menos en el ámbito occidental, que sigue marginando a las mujeres". Y eso que hay muchos creyentes, sacerdotes e incluso algunos obispos que apoyan su causa. Eso sí, estos últimos son los menos. Y Dolors cita, por ejemplo, a monseñor Casaldáliga, el obispo de los pobres brasileños, y a monseñor Godayol, un prelado catalán que trabajó toda su vida en Latinoamérica y, ahora, vive jubilado en Cataluña.

El colectivo 'Dones en l'Església' está integrado, cuenta Figueras, por unas 500 mujeres, que llevan más de 20 años reivindicando un sitio al sol en la Iglesia. Entre ellas, hay varias teólogas, como Mari Pau Trayner, Mercedes Navarro o María Antonia Sabaté, que imparten clases de teología feminista en la universidad.

El paso adelante de las monjas de EEUU

La "rebelión eclesial femenina" se extiende. Unas veces de manera silenciosa. Y otras, con abierta y clara confrontación. "Es posible", dice Xabier Pikaza, "que ya se esté dando la gran rebelión y no nos demos cuenta. Hay un tipo de Iglesia que puede quedar vacía (seca), mientras están surgiendo ya formas de vida que responden mejor al Evangelio. El proceso resulta, a mi juicio, imparable". Y el prestigioso teólogo vasco cita un ejemplo concreto: "Pienso que en esa línea es importante el movimiento de religiosas de los Estados Unidos".

"En la vida civil, la mujeres lucharon y, al fin, consiguieron sus derechos, hoy reconocidos. ¡Qué pena que en la Iglesia de Jesús todavía no se nos reconozcan!"
Conferencia de religiosas de EEUU

Las monjas de Estados Unidos llevan años en el ojo del huracán de la Curia vaticana. Pero resisten. El pasado mes de agosto celebraron su convención anual. Se reunieron en San Luis unas 1.000 religiosas en representación de las 87.000 compañeras que hay en EEUU. Y allí pidieron "una Iglesia más sana, comprometida, encarnada y samaritana".
No discuten dogmas ni principios básicos doctrinales. Sólo piden que el gobierno de la Iglesia sea, como ya exigió el Concilio, más corresponsable; piden "una Iglesia que no discrimine a la mujer y que, por lo tanto, le permita el acceso al sacerdocio". Piden que la Iglesia, en el campo de la moral sexual, reconozca en teoría lo que el pueblo de Dios viene haciendo en la práctica desde hace muchos años: el control de la natalidad, por ejemplo. No cuestionan dogmas, luchan por "una Iglesia sin poder ni privilegios, al servicio de los más pobres, esperanza de los desvalidos, con entrañas de misericordia. Una Iglesia libre, que viva, luche y sufra con el pueblo".

Y para defender su visión eclesial (la aprobada por la Iglesia en el Vaticano II), las monjas estadounidenses ofrecen vida entregada, pasión por el Evangelio, misericordia y diálogo serio, profundo y honesto con la jerarquía. No son exaltadas. Ni radicales. Son monjas que aman a Dios y a la Iglesia. Y luchan para que su forma de ser Iglesia tenga carta de naturaleza en la institución.

Y lo reivindican: "En la vida civil, la mujeres lucharon y, al fin, consiguieron sus derechos, hoy reconocidos. ¡Qué pena que en la Iglesia de Jesús todavía no se nos reconozcan! Nuestra discriminación hace tanto daño... Algún día, no muy lejano, los jerarcas de nuestra Iglesia tendrán que pedir perdón por ello".

miércoles, 21 de noviembre de 2012


Morir en un país católico
Por: Juan Gabriel Vásquez
El trayecto del Aeropuerto de Dublín al centro de la ciudad toma habitualmente unos veinte minutos, pero el día de mi llegada nos tardamos casi una hora.
La razón, me explicaron mis anfitriones, eran unas manifestaciones por la muerte (o las circunstancias de la muerte) de una mujer. “Hoy me avergüenza ser irlandesa”, me dijo mi anfitriona. Por fortuna para mí, casi una hora en un carro da para mucho, y más si uno la comparte con una persona inteligente y bien informada, y así acabé conociendo los detalles de un caso que debería ser ejemplar, o por lo menos elocuente, para los lectores colombianos.
La mujer muerta se llamaba Savita Halappanavar. Tenía 31 años; era dentista; tenía 17 semanas de embarazo cuando llegó al hospital de la Universidad de Galway, al oeste de Irlanda, quejándose de dolores de espalda. El diagnóstico le informó que estaba perdiendo el bebé y que la situación —el aborto natural, quiero decir— era inevitable. Durante varios días de intenso dolor, su marido pidió repetidamente que se le hiciera un aborto quirúrgico, pero el hospital se negó con el argumento inicial de que el corazón del feto latía todavía, y luego con un argumento subsidiario y definitivo: “Usted está en un país católico”, le dijeron. Poco después, cuando el latido se detuvo, los médicos sacaron el feto muerto, pero fue demasiado tarde: Savita Halappanavar murió de septicemia el 28 de octubre pasado, y la mitad de Irlanda todavía no se recupera. “Hoy me avergüenza ser irlandesa”, me dijo mi anfitriona. “Usted está en un país católico”, le dijo el hospital al marido que ahora ha perdido a su mujer, y que sabe, como sabemos todos, que esa muerte no era necesaria, que hubiera podido evitarse.
Irlanda, como se sabe, es un país de una vieja y arraigada tradición católica. Esto quiere decir, entre otras cosas, que los grupos de presión católicos son numerosos y están muy bien financiados. En 1983, como resultado de la muy bien financiada presión de estos grupos, la Constitución irlandesa se reformó para prohibir el aborto, aun en casos de violación o de complicaciones médicas o de bebés que nacerían muertos. El resultado es que desde los años 80 unas 138.000 mujeres han tenido que viajar a la vecina Inglaterra para abortar, incluyendo a una niña violada a sus 14 años que en 1992 fue noticia porque el Estado quería prohibirle viajar. Las que no pueden viajar, sea por razones económicas o (como Savita Halappanavar) por imprevisibles razones médicas, suelen sufrir las consecuencias: las consecuencias de un embarazo no deseado que a veces las obliga a una vida de sufrimiento y a veces puede, simplemente, acabar con sus vidas. Como le ha sucedido a Savita Halappanavar.
Pero la gente con la que hablo en Dublín está de acuerdo en una cosa: todo está cambiando. La autoridad de la Iglesia, que en 1983 estaba incólume, hoy se encuentra disminuida: en Irlanda se han dado algunos de los casos más graves de abusos sexuales por parte de curas y de encubrimiento doloso por parte de la Iglesia. Con algo de suerte (o de sentido común), las manifestaciones que entorpecieron mi llegada acabarán forzando a los partidos políticos a revisar la reforma de 1983, y dejará de ser necesario que una mujer joven y sana muera solamente por vivir en un país católico.

jueves, 15 de noviembre de 2012

Obispos guardan silencia frente a la crisis en España, sin embargo se pronuncian en contra los homosexuales



LOS OBISPOS DICEN “NO”
Juan José Tamayo
Tras meses de silencio, por fin, los obispos españoles han hablado y lo han hecho en tropel, desde la cúpula más elevada hasta el último peldaño episcopal. Pero no cantemos victoria. No han hablado de la crisis, ni contra la reforma laboral, ni contra los recortes, ni para denunciar el incremento de la desigualdad en la sociedad española, ni para señalar con el dedo a los responsables de los casi seis millones de parados, ni para solidarizarse con el millón setecientas mil familias donde todos los sus miembros están parados, ni para transmitir esperanza al 50% de jóvenes sin salida.
        Lo han hecho para condenar la sentencia del Tribunal Constitucional a favor de la constitucionalidad de la ley del Matrimonio Homosexual. No solo quieren ser co-gobernantes y co-legisladores. No sólo son intérpretes de la Ley divina. También quieren actuar como jueces, como garantes de la justicia y  de la moralidad de las leyes, como intérpretes autorizados de la Constitución. Así se ha presentado el obispo de San Sebastián monseñor Munilla, -rechazado por el 85% de los sacerdotes de su diócesis-, quien ha considerado la sentencia del alto Tribunal como “una falta fidelidad” a la Constitución.
        Repitiendo el comportamiento insolidario del sacerdote y del levita de la Párabola del Buen Samaritano, la mayoría de los obispos españoles y de los movimientos eclesiales neo-conservadores que les sirven de corifeos pasan de largo y demuestran una gran insensibilidad ante el sufrimiento de los sectores más vulnerables de la sociedad: parados y paradas, muchos de ellos sin seguro de desempleo, inmigrantes, familias sin recursos, estudiantes que tienen que abandonar los estudios por no poder pagar las matrículas que han experimentado una subida desmesurada, o los comedores escolares, personas sin hogar,  jóvenes a quienes se les ha robado el presente y el futuro, mujeres maltratadas, personas mayores sin pensión, discapacitados físicos o psíquicos, enfermas y enfermos crónicos a quienes se les niega la aplicación de la Ley de Dependencia, etc.
¿Por qué esa insensibilidad, cuando tenían que dar ejemplo y tener entrañas de misericordia? Muy sencillo. Porque muchos de ellos viven en palacios rodeados de un ejército de servidores y no se ven afectados por la crisis. Porque están instalados en el sistema, de que recién beneficios y privilegios por doquier en todos los terrenos: educativos, fiscales, económicos, culturales, sociales, militares, tributarios, etc. Porque la Iglesia católica es la única institución que no ha sufrido recorte alguno en sus privilegios. Más aún, cada año ve incrementados los ingresos que recibe del Estado por la subida del nivel en la declaración de la renta del 0,5 al 0,7%. Ni con Franco tuvo tantos privilegios. ¡Y todavía se quejan de sentirse perseguidos! La jerarquía católica es insaciable en sus demandas de prebendas. Y lo peor es que los sucesivos gobiernos de la democracia, de derecha, de centro y de centro-izquierda –de izquierda-izquierda no ha habido realmente ninguno-, han renunciado a avanzar hacia el Estado laico, han sido y siguen siendo, de una u otra forma, rehenes del poder eclesiástico, sea este el Vaticano o la Conferencia Episcopal Española (CEE). 
Leyendo los documentos de la CEE, la pastorales de los obispos y sus declaraciones públicas, uno no encuentra más que noes: no a las relaciones sexuales prematrimoniales, no a los métodos anticonceptivos, no a la masturbación, no al matrimonio homosexual, no al divorcio, no a la comunión de los divorciados, no a la interrupción voluntaria del embarazo, no a la píldora del día después, no al matrimonio de los sacerdotes, no al sacerdocio de las mujeres, no a la fecundación in vitro, no a la investigación con células embrionarias, no a la eutanasia, etc. Están instalados en el no por sistema. Sólo he encontrado un sí: a la castidad. Me hubiera gustado otros síes: a la huelga general, a la escuela pública, a la educación sexista, a las leyes de igualdad de género, a los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres. Pero ni los  he escuchado de sus labios, ni los he leído en sus documentos.  
Todavía no han dicho no a la contra-reforma laboral, no a los recortes en sanidad, servicios sociales, educación, investigación, becas, no al desmantelamiento de los servicios públicos, no a las privatizaciones, no a la Europa de los mercaderes, no al BCE, no a las multinacionales, no a la Europa del Bundesbank, no a la inyección de dinero público a los bancos, no a la supresión de la asignatura de Educación para la Ciudadanía, no a la violencia de género, no al capitalismo, etc. 
Bueno, hay que decir que algunos obispos han dicho un no indignado a los desahucios, que se han cobrados varias vidas humanas y están creando situaciones familiares dantescas. Y hay que felicitarlos. Pero acaban de informarme de la respuesta de otro obispo al que le pidieron la firma contra los desahucios: “No lo tengo claro”, dijo. ¡Y no firmó! A lo que los solicitantes de la firma le contestaron muy agudamente: “Menos claro es el Misterio de la Santísima Trinidad y Usted lo suscribe”.
Juan José Tamayo es director de la Cátedra de Teología de la Universidad Carlos III de Madrid. Su libro más reciente es Invitación a la utopía (Trotta, Madrid, 2012).
EL PERIODICO DE CATALUÑA, 15 de noviembre)

martes, 25 de septiembre de 2012

¿Jesús casado? Por qué asusta esa idea


¿Jesús casado? Por qué asusta esa idea
El papiro de King vuelve sobre la hipótesis que desmontaría el celibato y la visión represora del sexo


La Magdalena lava los pies a Jesús en un óleo de Veronés. / AFP

Por supuesto, un manuscrito. Hasta hace un siglo, en el mercado de antigüedades de El Cairo se podían encontrar libros en papiro con los que revolucionar la historia de las religiones. Le ocurrió en 1896 a Carl Reinhardt, cuando compró uno escrito en copto a principios del siglo II. Lo depositó en el Museo Egipcio de Berlín y no fue desvelado hasta 1955 por el egiptólogo Carl Schmidt. Resultó ser El Evangelio de María y agitó las investigaciones sobre el protagonismo de las mujeres en las primeras comunidades cristianas.

En una religión cuyas jerarquías desprecian, e incluso detestan, a la mujer, reabría el viejo debate sobre el estado civil de Jesús, el fundador cristiano. Así lo subrayó entonces Karen King, reputada catedrática en la Universidad de Harvard, que ofreció en 2006 otra traducción y un estudio riguroso (en español lo editó Poliedro, traducido por Marco Aurelio Galmarini).

Ahora vuelve otro papiro. Al comprado por Reinhardt le faltaban las seis primeras páginas y cuatro más del centro. Karen King cree que eran la clave de un hecho que se ha querido ocultar como si fuese peligroso. La semana pasada ha dado a conocer el texto en el que se dice que Jesús se casó. La tradición cristiana imperante siempre ha dicho que no lo estaba, a pesar de no existir evidencias que respalden tal afirmación o la contraria.

“Si en los primeros textos no hay referencias al matrimonio de Jesús, es porque en el contexto judío lo normal era que estuviera casado. ¿Por qué, entonces, las reacciones, más viscerales que argumentadas, en contra? Las razones tienen que ver con el sexo. Porque cae por tierra todo fundamento cristológico del celibato impuesto a los sacerdotes; porque pierde justificación la superioridad de la vida consagrada a Dios sobre la vida de los cristianos seglares, y porque se desmonta la visión negativa que la Iglesia tiene de la sexualidad y la consiguiente represión sexual que impone”, sostiene el teólogo Juan José Tamayo, autor de tres libros sobre la vida y la obra de Jesús de Nazaret.

Escrivá rechazó así el planteamiento: “El matrimonio es para la clase de tropa”
En El Evangelio de María hay un diálogo de Jesús con los discípulos después de la resurrección. Entre ellos está María de Magdala (vulgarmente, la Magdalena), que antes había revelado enseñanzas que ella misma recibió en una visión del resucitado. Algunos discípulos se enfadan. ¿Cómo podía Jesús escoger a una mujer como interlocutora, marginando a Pedro, por ejemplo? Otros reprochan a Pedro el trato que da a Magdalena: “Si el Salvador la hizo digna, ¿quién eres tú para rechazarla? El Salvador la conocía profundamente. Por eso la amó más que a nosotros. Lo que debería darnos vergüenza”.

Otro fragmento contiene esta cita: “Y Jesús les dijo: mi mujer”. A la discusión sobre si esa mujer merece ser parte de la comunidad, Jesús contesta: “Ella puede ser mi discípula también”. Con esta frase, la tesis de san Pablo ordenando callar a las mujeres en las asambleas saltaría por los aires de forma clamorosa.

Son legión los Padres de la Iglesia que detestan a la mujer. Pablo de Tarso: “Es bueno para el hombre abstenerse de mujer”. Agustín de Hipona: “El marido ama a la mujer porque es su esposa, pero la odia porque es mujer”. Tomás de Aquino: “La mujer es un hombre malogrado”. Juan Damasceno: “La mujer es una burra tozuda, un gusano terrible en el corazón del hombre, ella ha expulsado a Adán del Paraíso”. Tertuliano: “No está permitido que una mujer hable en la Iglesia, ni bautizar, ni ofrecer la eucaristía, ni participar en las funciones masculinas, y mucho menos en el sacerdocio”.

Pablo de Tarso sentenció que es bueno para el varón abstenerse de mujer

Pese a haber habido en la historia no pocos papas casados y con hijos, se ha impuesto la idea de que, si el celibato era superior y el matrimonio inferior aunque lícito, el sexo sería en consecuencia un acto perverso y un pecado lícito solo en el matrimonio. Lo dijo pronto el obispo Ambrosio de Milán (373-397): “La vida conyugal es incompatible con una carrera en la Iglesia. Incluso un buen matrimonio es la esclavitud”.

Es la tesis del fundador del Opus Dei, el ya santo Josemaría Escrivá de Balaguer, en la máxima 28 de Camino, el libro de cabecera de sus influyentes seguidores: “El matrimonio es para la clase de tropa y no para el estado mayor de Cristo”.

En el Vaticano, centro del imperio católico, nunca se aceptará que Jesús fue un hombre casado. Descuartizaría las bases en las que basa su vasto poder desde que el emperador Constantino consagró el cristianismo como fe oficial de su imperio. Para ello hubo de intervenir enérgicamente en favor de la facción que sostenía que Jesús era hijo de Dios, incluso él mismo Dios y uno de los componentes de la ahora llamada Santísima Trinidad.

En el siglo primero, la normalidad era estar casado y tener descendencia.
La principal consecuencia de la intervención de Constantino fue, sin embargo, la conversión de los cristianos en un poder con vocación de dominar el mundo con un Estado propio en la sede misma del ya caído Imperio Romano. Nada de eso pudo imaginarlo el fundador. Como dijo el clásico, Jesús anunció el Reino de Dios, y lo que vino fue la Iglesia, con poder, influencia y lujos sin cuento.

El emperador intervino —Concilio de Nicea, año 325— para poner paz entre disputadores teológicos, pero la realidad fue bien otra. Allí se engendraron incontables guerras de religión, terribles persecuciones —los hasta entonces cristianos perseguidos se iban a convertir en feroces perseguidores— y tiempos de inquisiciones y autos de fe. Voltaire calculó en su tiempo que la religión había causado un millón de muertos por siglo.

Eran la consecuencia de otra proclamación conciliar, de arrogante ignorancia: la que sostuvo hasta hace 50 años que “fuera de esa Iglesia no hay salvación” (Concilio Ecuménico de Florencia, 1442), con estas palabras: “La Santa Iglesia Romana cree firmemente, confiesa y proclama que nadie fuera de la Iglesia católica, sea pagano o judío, no creyente o separado de la unidad, participa de la vida eterna, sino que cae en el fuego eterno que ha sido preparado por el demonio y sus ángeles, a no ser que se incorpore a ella antes de la muerte”.
Fortalecería la idea de familia que el fundador cristiano tuviera una propia.

Quinientos años después, el Vaticano II reconoció la libertad de conciencia y de religión en una declaración que cayó como una bomba en el nacionalcatolicismo español. Es más, en 1999 el papa Juan Pablo II aceptó en voz alta lo que los mejores teólogos venían sosteniendo con mucho riesgo de anatema: que el infierno y el cielo no existen como tales lugares, sino que son meros estados de ánimo: el infierno, estado de ausencia de Dios; el cielo, de compañía con Dios.

Impuesta la tesis de que Jesús es Dios —e hijo de Dios—, ¿cómo sostener que se hubiese casado con mujer terrenal e incluso que tuviese hijos? No podía ser. Dios no se casa. La fórmula fue radical: la proclamación de unos pocos escritos canónicos (cuatro Evangelios, los Hechos de los Apóstoles, el Apocalipsis) y una radical eliminación del resto de los escritos, varios de ellos también conocidos hasta entonces —y ahora— como evangelios, a ser posible en el fuego. Bastante tendrían con soportar el hecho incontestable de que quien ahora pasa por ser el primer Papa —el pobre pescador Pedro— estuvo casado y tuvo dos hijos.

“El papiro desvelado por Karen King confirma lo que teólogas y teólogos hemos afirmado hace tiempo”, sostiene Margarita Pintos, presidenta de la Asociación para el Diálogo Interreligioso. “En el siglo primero, la normalidad era que hombres y mujeres se emparejasen para tener descendencia, y más en familias judías que esperaban a un Mesías liberador. Pero identificar a esa mujer con María Magdalena es una lectura patriarcal. No podemos imaginar que una mujer por sí misma, sin referencia a un varón, sea libre, independiente y depositaria del anuncio de la Resurrección. Siempre que aparece un documento que pone a Jesús en relación con alguna mujer, se la quiere identificar como su madre, su esposa, su amante, etcétera.

Las mujeres que vivieron en la proximidad de Jesús fueron, seguramente, personas peculiares, con pensamiento propio, dispuestas a poner en práctica una noticia liberadora para sus vidas sometidas al orden patriarcal. En el discipulado igualitario de Jesús encontraron ese espacio para desarrollarse en libertad. Por su valía personal fueron depositarias del anuncio de la resurrección, predicaron en las ciudades del Imperio y a muchas les costó la vida”, añade la teóloga.

El escritor Jesús Bastante Liébana, que acaba de publicar Y resucité entre los muertos. Diario íntimo de Jesús el crucificado (donde se explaya en la relación entrañable entre Jesús y María Magdalena), recuerda que en las primeras comunidades cristianas, “cuando todavía el concepto Iglesia era muy discutido, se hablaba con naturalidad sobre si Jesús pudo o no estar casado y no se planteaba el celibato”.

“Jesús pudo estar casado y haber formado una familia. El modelo de familia defendido por el Evangelio tendría más peso si el mismo Mesías hubiera formado una. Durante años se dio por sentado que Jesús tuvo hermanos e incluso una compañera, que bien podría haber sido María Magdalena. Fue bastante después, atendiendo a criterios patriarcales, cuando la Iglesia acabó por institucionalizarse, cuando se cerró la vía de que Jesús hubiera podido tener una familia. La mujer era símbolo de pecado, y el celibato acabó imponiéndose como un modo de superioridad del hombre sobre la mujer. Ahí María, o la mujer de Jesús si tuviera otro nombre, no tenía cabida. Así se impuso la castidad como modelo de perfección, pese a que los eclesiásticos no han sido precisamente un ejemplo de cumplimiento”.

El teólogo Tamayo toma la idea de san Josemaría (“si Jesús hubiera estado casado pasaría a ser tropa”) para recordar que cada vez que los investigadores, sobre todo las investigadoras feministas, plantean la posibilidad de que Jesús estuviera casado, la jerarquía católica pone el grito en el cielo. “Lo hacen como si se tratara de una verdad de fe, cuando no pertenece al núcleo del cristianismo y resulta irrelevante en los evangelios, que destacan las excelentes relaciones de Jesús con las mujeres y de ellas con Jesús”.
La de Dios es Cristo
Las disputas sobre si Jesús de Nazaret era hijo de Dios y no un nuevo y revoltoso mesías, y la de ahora sobre si casó con mujer, han sido un elemento de exasperación y ferocidad para la jerarquía cristiana desde los tiempos en que Pablo de Tarso, el auténtico secretario de organización de esta Iglesia, puso firme al mismísimo apóstol Pedro en el concilio de Jerusalén, en torno al año 46, 16 después de la crucifixión del fundador. La sabiduría popular, la más afectada por tantas belicosas trifulcas, acuñó la expresión “¡Y se armó la de Dios es Cristo!”, para escenificar las consecuencias en guerras y criminales inquisiciones. Alude al concilio de Nicea, donde se decidió por la brava que Jesús era hijo de Dios (o sea, Dios).

En el mercado religioso no hay una figura más imponente que la del fundador del cristianismo, el judío llamado Yeshúa. En la etimología más popular el nombre quiere decir Yahvé salva. Se lo había puesto su padre el día de su circuncisión y era tan corriente entonces que había que añadirle algo más para identificar bien a la persona. Así que a Yeshúa en su pueblo la gente lo llamaba Yeshúa bar Yosef, Jesús el hijo de José, y fuera de su tierra, la Galilea de los años treinta, Yeshúa ha-notsrí, Jesús el de Nazaret. Hoy, 2012 años más tarde, no necesita gentilicios. Todo el mundo lo conoce como Jesús, también llamado Jesucristo por los más de mil millones de fieles que le siguen (la religión más numerosa, después del islam).

El prodigio más asombroso es que, pese a haber vivido apenas 30 años, de los que la mayor parte no se tiene noticia alguna (no faltan quienes incluso dudan de su existencia real), una buena porción de la humanidad cuenta los días, los años y los siglos desde la fecha del nacimiento de Jesús, por lo demás desconocida con exactitud.

Si hubiera que ceñirse, al escribir la vida de Jesús, a las cosas probadas sin discusión alguna, bastarían algunas líneas. Existió (lo atestiguan historiadores romanos, como el gran Tácito, aunque le dedica apenas 20 palabras). Era galileo, de Nazaret. No escribió ni una línea, si es que supo leer y escribir.

Fue un predicador de éxito, que recorrió su región, cumplidos los 30 años, dando mítines sugerentes (el sermón de la montaña) o explosivos. Viajaba, muchas veces a lomos de borrico, rodeado al principio de unos pocos fieles pobres y analfabetos, y más tarde por masas a las que admiró con hechos portentosos que se conocen como milagros. Llamó la atención por su trato exquisito con las mujeres, que le adoraron y a las que defendió más allá de lo tolerado en aquel tiempo (es muy probable que alguna de esas mujeres le financiase la campaña, con comida y alojamientos para toda la comitiva).

En raras ocasiones se adentró en la ciudad de Jerusalén, que le desagradaba. Excitó con sus discursos y actitudes radicales el odio de los judíos ortodoxos y de la gente con dinero. Finalmente, el poder romano, que ostentaba Poncio Pilato como procurador general de Judea, accedió de mala gana a condenarlo a muerte. Fue crucificado a las afueras de Jerusalén. Se creyó poco después que había resucitado, un rumor que recogió más tarde el historiador Flavio Josefo.

Entre 60 y 120 años después de la muerte de Jesús en la cruz, personas que lo conocieron de lejos o de oídas escribieron la historia de sus hechos y palabras, que habían quedado grabados profundamente entre las gentes. Especialmente relevantes son las epístolas de san Pablo, pero también algunos de los Evangelios, el Apocalipsis y otros textos (hasta 27 libros) incluidos en lo que después se ha conocido como el Nuevo Testamento cristiano.

Según los entendidos, hay 10.000 biografías publicadas sobre el personaje, y no hay rincón de la Tierra que no haya oído hablar, para bien o para mal, de la Iglesia que nació tras su muerte con el nombre de cristianismo.

viernes, 17 de agosto de 2012

De–construir el Estado de la Ciudad del Vaticano



De–construir el Estado de la Ciudad del Vaticano
Héctor Alfonso Torres Rojas

El artículo del teólogo Juan José Tamayo, “Vaticano, herejía del cristianismo”, ha despertado mucho interés, porque interpreta el sentir de muchas y muchos creyentes, altamente preocupados por el futuro del Evangelio y de la Iglesia.  La cuestión de las reformas de la Santa Sede, del Estado de la Ciudad del Vaticano y de la Curia vaticana no fue tocada en el Concilio Vaticano II, porque se atravesaron múltiples intereses curiales, cardenalicios, episcopales y de esos múltiples monseñores que viven en los pasillos de los palacios vaticanos y diocesanos.

Es una cuestión pendiente, que clama otra vez, y sobre todo teniendo en cuenta los escándalos vaticanos de los dos últimos años. Es una cuestión urgente que será nuevamente aplazada, pero que ya no puede ser acallada. Es una cuestión que interesa a otras iglesias y a la opinión pública, creyente o no.

Para alimentar el debate, quiero enumerar otros temas que hacen parte de ese conjunto Santa Sede/Estado de la Ciudad del Vaticano. Esos temas-cuestiones configuran parcialmente la Segunda Parte del libro “¿Iglesia sin futuro”? o “¿Futuro sin Iglesia”?

A propósito del Estado de la Ciudad del Vaticano, se pueden hacer las siguientes afirmaciones:
** No lo propuso Jesús de Nazaret.

** No entra en el espíritu, la lógica y la letra del Evangelio.

** Es una estructura de PODER POLÍTICO, que recibe frecuentes críticas

desde la filosofía laica, la sociedad laica y el estado laico, porque se analiza

como la interferencia de un Estado confesional sobre los estados laicos.
** Desde el Evangelio, es necesario de-construir la Teocracia y
el Poder  Monárquico del Pontífice.

El Pontífice debe ser ante todo “Padre” y no Jefe de Estado.

** Es un imperativo de-construir estructuras burocráticas y muy poco
o nada  democráticas de las congregaciones o ministerios
de la Santa Sede y del Estado de la Ciudad del Vaticano,

** Que, además, consumen un presupuesto enorme,
que riñe con la Iglesia Pobre y al servicio de los Pobres
** De-construir las nunciaturas. No deberían existir.
Es un gasto nada evangélico. Hacen contrapeso a las iglesias locales.
** Deconstruir la teología que super valora a la Jerarquía y al Obispo,
en detrimento de la Iglesia-Pueblo de Dios

Obispo Pedro Casaldáliga: “Cierta jerarquía de la Iglesia no aporta nada, sólo  excomulgan y prohíben“.

miércoles, 15 de agosto de 2012

EL VATICANO, HEREJÍA DEL CRISTIANISMO


EL VATICANO, HEREJÍA DEL CRISTIANISMO
Juan José Tamayo

A  principios del siglo XX el teólogo modernista francés Alfred Loisy escribió en El Evangelio y la Iglesia : “Jesús anunció el Reino y vino la Iglesia ”. El papa no tardó en poner la obra en el Índice de Libros Prohibidos. Sin embargo, Loisy tenía razón, como demostrara después el exegeta alemán Rudolf Schnackenburg en su influyente obra La Iglesia del Nuevo Testamento: “No la Iglesia , sino el Reino constituye la última intención del plan divino”. Schnackenburg es el teólogo de referencia de Benedicto XVI en sus recientes obras sobre Jesús de Nazaret de manera reiterada y elogiosa.

Yo creo que la Iglesia constituye el primer fracaso de Jesús el Galileo, que puso en marcha un movimiento igualitario de hombres y mujeres, nacido en la “Galilea de los gentiles”, contrahegemónico, ubicado en los márgenes de la sociedad y de la religión judía, que anunció el reino de Dios como alternativa al poder político-imperial y a la religión tradicional.

Luego surgió la Iglesia como organización jerárquico-patriarcal, aliada con el poder y ella misma detentadora de todo el poder, el espiritual y el temporal. Para ello tuvo que incumplir la orden del Maestro: “Sabéis que los que son tenidos como jefes de las naciones,  las dominan como señores absolutos, y sus grandes los oprimen con su poder. Pero no ha de ser así entre vosotros, sino el que quiera llegar a ser grande entre vosotros, será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros, será esclavo de todos” (Marcos, 10,42-44).  

La Iglesia se organizó al modo imperial y, con el paso del tiempo se convirtió en Estado bajo la autoridad del Papa, persona con más poder que los faraones egipcios los emperadores romanos, los califas otomanos y los reyes católicos pero que osa llamarse “siervo de los siervos de Dios”. Si la Iglesia no es de institución divina, menos aún lo es el Vaticano. Este no es el centro de la Cristiandad , ni Roma, la ciudad santa y eterna, sino, un lugar de intrigas, maquinaciones, traiciones, luchas por poder, negocios turbios. No sé si nació para eso, pero, históricamente, ha actuado así, unas veces con nocturnidad y alevosía; otras, con luz y taquígrafos, hasta el punto de convertirse en ejemplo, o, mejor, mal ejemplo, de comportamientos oscuros, que con frecuencia se han justificado e imitado.

El papa no está libre de las intrigas, es parte de las mismas y, en ocasiones, su principal responsable. Es el caso de  Benedicto XVI, que lleva treinta años en el centro de la intriga, primero como presidente de la todopoderosa poderosa Congregación para la Doctrina de la Fe , que condenó a teólogos y teólogas acusados de heterodoxos y sustituyó a obispos del concilio Vaticano II por obispos neoconervadores. Luego, en el Cónclave, donde movió todos los hilos para conseguir su elección papal con el apoyo de la mayoría de los cardenales que habían sido nombrados durante su mandato como Inquisidor de la Fe. Y ahora como Jefe de Estado de la Ciudad del Vaticano, que, según la “Constitución” del Vaticano, detenta en su persona la plenitud de los tres poderes, y como Papa, que gobierna a más de mil católicos de todo el mundo, que no han participado en su elección y cuyas decisiones son inapelables.  

Ayer conocimos la noticia del procesamiento del mayordomo del Papa Paolo Gabriele y del empleado de la Secretaría del Vaticano Claudio Sciarpelleti, acusados de robo y difusión de documentos secretos de la Santa Sede , según la sentencia  del juez instructor del Tribunal del Estado Vaticano contra el mayordomo del papa Gabriele acusado de “robo con agravante”. El mayordomo ha reconocido los cargos que se le imputan alegando que su intención era “mejorar la situación eclesial vivida en el interior del Vaticano y nunca para dañar a la Iglesia ”.
Yo creo que en la trama está implicada buena parte de Curia, incluido el Papa. Todos deberían ser investigados. Y, tras la investigación, proceder a la supresión del Vaticano como Estado, que es la gran herejía del cristianismo, y del Papa como Jefe de Estado, que es la encarnación del poder absoluto. Por ahí debe comenzar la Reforma de la Iglesia , como acaba de proponer Pére Casaldáliga, obispo catalán emérito de la Prelatura brasileña de Sâo Felix do Araguaia.

viernes, 29 de junio de 2012





Concilio Vaticano II
Testimonio de Gladys Ethel Parentelli

2012-Testimonio de Gladys Ethel Parentelli Manzino, Auditora al Concilio Ecuménico Vaticano II, presentado el 26 de junio de 2012 en el Curso Internacional de Verano: El  Vaticano II, Concilio del Diálogo. Cincuenta Aniversario, en la sede de Santander de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, del 25 al 29 de junio de 2012.


1. En 1962, cuando Juan XXIII convocó al Concilio Ecuménico Vaticano II, su anuncio significó una revolución no solo para la iglesia católica sino también para el mundo cristiano. Su preparación, no solo espiritual sino también práctica, de todo lo que supusieron los aspectos organizativos y materiales también repercutió en el mundo en general. A mediano plazo, el desplazamiento de más de dos mil obispos y los expertos que los asesoraban, que algunos quizá iban a Roma por la primera vez, supuso una marea de personas que debió abandonar su vida normal en sus diócesis, desde pequeñas ciudades de todos los Continentes para hacer avanzar su participación.

No hay que olvidar que Roma dejó de ser solo el destino de turistas para ser el centro del entusiasmo de miles de personas que se sumaban a las actividades, que el movimiento de pasajeros en los cinco Continentes dejó de tener aviones casi vacíos para aumentar en forma desmesurada.


1.2. En la iglesia católica, entre los principales precursores de lo que sería el espíritu del Concilio Ecuménico Vaticano II, se encontraban los movimientos juveniles de Acción Católica Especializada, ACE, para el medio ambiente obrero, JOC, y agrícola, JAC, que crearon la metodología del ver-juzgar-actuar en la década de los 30, siglo XX. Posteriormente, se fundaron otros similares para los medios estudiantil, universitario e independiente.

Los laicos y sacerdotes asesores de los equipos de ACE, con su amorosa solidaridad basada en la Buena Nueva de Jesús, sus actividades para promover la reflexión, la responsabilidad personal y comunitaria, la justicia social y la innovación litúrgica se diferenciaron de la Acción Católica General que tenía como objetivos sumar adeptos, llevar a los jóvenes a las iglesias, sin, jamás, contradecir a su párroco.

El ambiente de eventos de los movimientos de ACE trasmitían un dinamismo y entusiasmo que se llenó de nuevas esperanzas cuando Juan XXIII insistió en la necesidad de la apertura eclesial hacia los problemas humanos. También, porque en la encíclica Pacem in Terris (1963) Juan XXIII fue el primer papa que se atrevió a llamar por su propio nombre a los derechos humanos.

Los laicos y laicas Auditores, recordamos el entusiasmo de quiénes nos buscaban para trasmitirnos sus ideas y preocupaciones y las esperanzas que ponían en el Concilio como instrumento para lograr una iglesia más abierta, que pusiera en práctica fielmente las enseñanzas de Jesús: He venido para que tengan vida y encuentren la plenitud. (Juan, 10, 10)

1.3. La Teología de la Liberación que nació a la par del Concilio, marcó, de manera significativa, la orientación y la vida de las iglesias cristianas en América Latina, porque aportó un análisis realista y crudo de los sistemas de opresión y de exclusión que nos rigen. Para ello desarrolló una doctrina y praxis de solidaridad.

La Teología de la Liberación alcanzó estos logros porque sus líderes desecharon cierta ortodoxia y pusieron manos a la obra. Con sus prácticas de liberación de los oprimidos promovió multitud de grupos eclesiales y para-eclesiales, de acción y de reflexión, realizadas en Comunidades Eclesiales de Base, en centros para la defensa de los derechos humanos, etcétera.

En los grupos promovidos por la Teología de la Liberación las mujeres fueron mayoría. Ello coadyuvó para que ciertas teólogas comenzaran una labor propia, de reflexión y creación, que dio lugar a la Teología desde la perspectiva de la mujer. Los encuentros de teólogas, su intercambio de ideas y experiencias, les permitió avanzar y echar mano de la hermenéutica de la sospecha por medio de la cual pusieron en tela de juicio los dogmas de la teología oficial y, así, avanzar hacia la Teología Feminista y, posteriormente, a la Teología Ecofeminista. Ellas inspiran a otras mujeres en los demás países.



1.4. Aunque no hayamos leído todos los documentos aprobados por el Concilio, todos los cristianos sabemos cuál fue su espíritu:

-reconoció que laicos y clero tienen la misma dignidad, lo que implica la noción de iglesia-pueblo-de-Dios y no la de rebaño que sólo puede obedecer órdenes,

-decidió la democratización de sus propias estructuras, para eliminar los verticalismos con toda la carga negativa que estos conllevan,

-optó por el aggiornamento, es decir estar atenta a los signos de los tiempos, a las verdades y necesidades de la Vida toda.


Por su parte, en América Latina, la alta jerarquía de la iglesia a pesar de los lastres que ella misma conlleva (dogmatismo, autoritarismo, y, en ocasiones, connivencia con corruptos poderes políticos) siempre tuvo figuras que se destacaron por llevar a la práctica el espíritu del Concilio. Nos limitaremos a un solo nombre paradigmático: el obispo de Recife, Helder Cámara, su amor por el pueblo, su labor pastoral, su Instituto Teológico. Al mismo tiempo multitud de obispos y las conferencias nacionales de obispos, no por decisión unánime pero sí mayoritaria, tomaron decisiones pastorales cónsonas con el espíritu del Concilio.


1.5. Es hora de preguntarnos ¿Qué ha hecho el Vaticano con su obligación de llevar a la práctica las decisiones del Concilio?

No podemos callar que el Vaticano olvidó que hubo papas que se llamaron Juan XXIII y Pablo VI, que ellos convocaron el Concilio y, con toda la iglesia, lo llevaron a buen término.

En efecto, por estar enfrascados en la cotidiana lucha por la vida, no todos podemos tomar el tiempo de seguir la actividad del Vaticano, pero quienes lo hemos hecho y quienes tienen buena memoria, sabemos lo que ha sucedido. En estas décadas, hemos sido testigos del pecado de omisión permanente en que cae el Vaticano al rechazar el espíritu y las decisiones del Concilio e imponer su frío autoritarismo:

-el hostigamiento y las campañas de desautorización hacia los líderes de la Teología de la Liberación que limitaron sus avances;

-los juicios y suspensiones en sus cargos que sufrieron decenas de destacados teólogos y moralistas, como Bernard Häring y Hans Küng, quienes se destacaron por sus aportes al Concilio;

-las presiones a que se sometió a congregaciones de religiosos para dejar sin efecto las propias orientaciones que, comunitariamente, habían decidido;

-las órdenes a conferencias nacionales de obispos, como la del Ecuador, de suspender sus decisiones relativas a una mayor participación de las mujeres;

-la prioridad dada a la fidelidad al papa, antes que al Evangelio, que se exige a cada obispo y la separación de destacados obispos y arzobispos de sus cargos por sus actividades basadas en la fidelidad al Evangelio;

-las manipulaciones de todos los sínodos de obispos que el Vaticano reunió durante el papado de Juan Pablo II.

-la orientación dogmática e inquisitorial de la mayoría de las encíclicas que Juan Pablo II publicó.

Si todo esto se ha hecho con, o contra, colectivos de obispos, sacerdotes, teólogos, teólogas ¿cómo podríamos sorprendernos de la actitud de los jerarcas vaticanos con respecto a las mujeres que luchamos por la justicia y, en especial, frente a las lideras feministas? En este aspecto, Ratzinger, fiel heredero del Santo Oficio, creador de la Inquisición, parafraseando al Malleus Maleficarum piensa que: Nadie hace más daño a la Fe Católica que las mujeres.


2. Relato de la estada de Gladys Parentelli en Roma


2.1. En agosto 1964 llegué a Roma desde Yaundé, Camerún, donde durante dos meses se desarrollaron varios seminarios que culminaron con la Asamblea General del MIJARC, Movimiento Internacional de la Juventud Agraria y Rural Católica, donde fui electa presidenta de su rama femenina.

-En Roma, mis actividades, junto a Arlindo Sandri, presidente saliente, concernían el Concilio Ecuménico Vaticano II. Al mediodía, íbamos a la plaza de San Pedro a esperar la salida de los obispos de la asamblea general, seguir las informaciones de las salas de prensa, la vaticana, pero la más atrayente era la de la Conferencia de obispos de Holanda, la mejor equipada y más concurrida por la variedad de informaciones no necesariamente oficiales que daba. Allí encontré muchas personalidades, como Lanza del Vasto, de quien había leído sus libros de espiritualidad, una figura impresionante, con su macuto de tela, original cuando los varones no usaban cartera.

-Nos entrevistábamos con obispos latinoamericanos, como el de Recife, Don Helder Cámara, quien nos citó de madrugada por lo cual regresamos juntos, en autobús, a la sesión conciliar desde el Colegio Pío Latinoamericano donde él se alojaba, y hasta nos pagó el pasaje.

-Participamos en eventos varios organizados por Organizaciones No Gubernamentales, ONG, católicas. Uno, fue la Asamblea General del MIAMSI=Movimiento Internacional de Apostolado de los Medios Sociales Independientes, movimiento adulto de la JIC, Juventud Independiente Católica. Su presidenta era Marie Louise Monnet (hermana de Jean quien es llamado el padre de Europa por su contribución a la creación de la UE) quien con su imponente figura de gran dama se movía con gran seguridad y elegancia. Ese domingo los participantes de esta Asamblea fuimos a la Basílica de San Pedro. Después del Evangelio, el papa Paulo VI leía su discurso, con frases dirigidas a cada ONG invitada, y cuando se refirió al MIAMSI, dijo que cumple su labor misionera en el medio independiente cuya fundadora es la señora, Marie Louise Monnet, en ese momento levantó su vista del texto y mirándonos dijo: quiero anunciar que la he nombrado Auditora al Concilio; enseguida siguió con su lectura. Pero ya nadie lo oía porque todo nos emocionamos y comenzamos a comentar que éramos testigos de un hecho histórico, el nombramiento de la primera mujer, pues hasta ese momento había varios varones entre ellos Jean Guitton, el primero, un francés nombrado por Juan XXIII.

-El nombramiento fue así anunciado porque se dijo que el papa había dado una lista de mujeres al jefe de la secretaría general del Concilio, Pericle Felice, quien no había obedecido porque, se decía, que era una gran misógino, nunca hablaba con una mujer, lo que constatamos porque cuando estábamos como auditoras, a pesar de estar sentadas frente y muy cerca de él, ni nos miró nunca.

-Al día siguiente compramos el diario de la Curia, L’Osservatore Romano, pero a pesar de que transcribía el discurso del papa, no así la frase que él había agregado del nombramiento de Monnet.

-Esa semana se hizo el anuncio oficial del primer grupo de auditoras entre quienes se encontraba Pilar Bellosillo, de España, presidenta de las OIC, Organizaciones Internacionales Católicas. Eran una decena, con alta proporción de Superioras Mayores de Congregaciones de mujeres, de EEUU, Canadá, Europa.


2.2. El 10 de octubre de 1964 el papa recibió en audiencia a la nueva directiva del MIJARC, uno de los asuntos que le planteamos fue la conveniencia de nombrar un auditor que representara al medio rural, nos pidieron una terna de nombres y un buen día recibimos una nota en la cual se anunciaba mi nombramiento. Yo tenía claro que esto era algo nominal, que no tendríamos sino muy poca o ninguna influencia en el Vaticano, lo tomé como una responsabilidad más entre las varias que ya tenía. En el MIJARC estábamos muy felices porque suponía un reconocimiento al movimiento y a los jóvenes rurales que eran miembros.

-El 24-07-1965, cuando el papa Paulo VI me nombró una de las 17 Auditoras al Concilio, me gustó que lo hiciera porque era la primera vez en veinte siglos que las mujeres eran tenidas en cuenta, pero lo que más me alegraba era que, el Concilio, iba a poner en práctica el aggiornamento que Juan XXIII había prometido al anunciarlo, lo que suponía que la iglesia dejaría de ser la institución vertical manejada solo por sus patriarcas y así habría una rectificación, actualización, que tendría en cuenta la realidad, las necesidades de los seres humanos y las exigencias que, una legión de lideres y lideras bautizadas, les planteábamos a los obispos y al mismo Vaticano.

-Después de darme un permiso en una tarjeta, para ingresar a la Basílica, el 23-09-1965, me entregaron el Pasaporte vaticano por parte del Secretario de Estado, cardenal Amleto Cigognani, con la sorpresa que mi nombre estaba cambiado a Claudia en latín, lo que me hizo recordar que, cuando fui bautizada, el párroco dijo que mis nombres no eran cristianos y me bautizó solo con el nombre María, sin saber que mi hermana mayor tenía ese mismo nombre. Con 30 años de diferencia la jerarquía era consistente con sus ideas.


2.3. La mayoría de las Auditoras eran del Hemisferio Norte, estaba Rosemary Goldie de Australia y otras dos de América Latina, la argentina Margarita Moyano Llerena, presidenta de la FMJCF, Federación Mundial de la Juventud Católica Femenina, que federaba la Acción Católica General; y Luz María Álvarez Icaza, que con su esposo eran presidentes del Movimiento Familiar Cristiano de México mas dos varones de Argentina y Brasil. De África había solo un varón M. E. Adjakpley.

-Al inicio de cada sesión se celebraba Misa, lo laicos podíamos comulgar y lo hacíamos cada día. Yo lo hacía con la cabeza descubierta y mangas cortas, como estaba habituada en Uruguay y en la Parroquia Universitaria de Lovaina, pero esto estaba mal visto, de modo que cuando los fotógrafos oficiales del Concilio me tomaban fotos estas no eran expuestas.

-Me preguntaba cual era el rol de los Auditores, he revisado varios diccionarios, comprendido etimológicos en lengua castellana e italiana, en algunos se dice que un Auditor es un asesor en varias ramas comprendida legales y militares, mientras que en otros, se dice que es solo un oyente. Como nuestro cometido parecía que era solo oír y ver, nos daba la tentación de hacer chistes o repetir los de otros. Los auditores entrábamos a la Basílica por la puerta de Santa Ana, que era la misma que utilizaban los cardenales con sus automóviles Cadillac, como los que usaban los Presidentes de EEUU. Sus placas tenían la sigla SCV, Sacra Cittá Vaticana, pero los italianos decían que significaba Se Cristo Vedese, es decir Si Cristo viera, cómo la curia exponía su lujo tan lejano de las enseñanzas de Jesús.

-Ver de tan cerca el frufrú de la seda de los ropajes de aquella gerontocracia, la mayoría achacosa, que, en algunos casos, los cardenales estaban tan imposibilitados que sus choferes o guarda espaldas los bajaban sosteniéndolos por los codos hasta depositarlos en sus asientos. Descubrimos que algunos no controlaban sus esfínteres, cada mediodía ¡ay! al salir de la larga asamblea sus ropas estaban mojadas.

-La catedral estaba llena de sillas ordenadas en escalinatas donde se sentaban los padres conciliares y frente al altar de Bernini había unas más bajas delante de las columnas, donde a la derecha de la entrada, estaban ubicados los observadores de otras iglesias, cristianas o no, y a la izquierda estábamos los auditores, los varones muy cerca de los cardenales y las mujeres hacia el altar en la Tribuna denominada Auditorium.

-En un lado del recinto había una cafetería, cuando el secretariado descubrió que las auditoras íbamos a tomar café, invitadas por algún obispo amigo, montaron otra especial para nosotras, donde unos payasos vestidos de levitas negras nos ofrecían café de unos termos. El día que el obispo Sergio Méndez Arceo, de Cuernavaca, descubrió esto vino a acompañarnos, pero los cafeteros lo expulsaron del lugar.

-Del ambiente dentro de la Basílica, recuerdo que en la medida que se discutían los Esquemas, así llamaban a los documentos que la asamblea debía considerar, se daba el derecho de palabra, que era trasmitida por altavoces, nosotras oíamos el latín sin entender nada, salvo cuando venía un jesuita amigo que nos traducía.

-En los pasillos había siempre grupos de obispos que conversaban. Pocos parecían poner atención, salvo que el expositor fuera una personalidad destacada, como cuando intervino el Superior General de los Jesuitas. Había observadores invitados por un día, en una oportunidad vino un teólogo uruguayo, me dijo. Esto es un relajo. Digo ¿qué es un relajo? Me responde: Que hoy aquí nadie oye. Le digo: Esto no es solo hoy, siempre es así.

-En la plenaria se oían las intervenciones y se votaba, no había discusiones, estas se hacían en las tardes en las Comisiones por Esquema encargadas del trabajo de redacción. Algunos auditores participamos en cuatro de ellas: las de libertad religiosa, apostolado de laicos, misiones y el Esquema 13 titulado La Iglesia en el mundo de nuestro tiempo, que, para nosotros, era el documento clave.

-Las Comisiones designadas por la Curia habían redactado los Esquemas que serían considerados y después votados. Se suponía que introducían los cambios sugeridos pero nosotras poco sabíamos del cómo, y del por qué. En la sesión en la que participé, que era la última, se sometieron todos los esquemas a votación, oíamos a menudo las palabras Placet ó No placet, es decir Sí ó No, con el número de votos positivos y negativos que se hacían por boletas. Al ser aprobados los Esquemas se transformaban en Constituciones Pastorales.


2.4. Los auditores elegimos un coordinador, Mieczyslaw de Habicht, y nuestro representante ante el secretariado del Concilio. Por nuestro deseo de participar, hacer un aporte, pedimos intervenir en la plenaria sobre el Esquema 13 que estaba traducido a varios idiomas. Esto se nos negó con la excusa de limitaciones de tiempo por una hipotética larga lista de obispos pendientes de intervenir y nos propusieron la posibilidad de intervenir sobre el Esquema de las Misiones, que estaba solo en latín por lo cual fue necesario traducirlo al francés en una noche. Decidimos una comisión de cuatro personas, entre quienes estaba el auditor africano. Redactamos un texto crítico pero suave. Nuestro coordinador, debió someterlo al cardenal Suenens, de Bruselas, quien era el contacto nuestro con el Secretariado General. Cuando fue presentado resultó que el texto constaba solo de media cuartilla y era un agradecimiento por haber sido nombrados auditores. Ante esta tan desagradable sorpresa supimos que el texto redactado por la Comisión había sido rechazado por Suenens con el argumento que, de ningún modo, nosotros podíamos criticar un Esquema, que esto solo era el derecho de los padres conciliares, y que Suenens mismo había redactado el texto leído ante la asamblea de obispos. También él había decidido que quien le diera lectura fuera el africano ¿para que quedara constancia de que este continente estaba representado?


2.5. Ante todo lo que he relatado, yo me encontraba muy decepcionada por el rostro que veía de la iglesia. En una oportunidad erré durante horas por las calles de Roma, de pronto, me encontré ante las turbulentas aguas del Tíber y me pregunté si esta no era una buena solución, para cortar de una vez con la situación en que me encontraba. Mi decepción era tal que decidí  regresar a Lovaina a continuar mis tareas pendientes.

Aunque debo reconocer que este fue un lapso de aprendizajes de todo tipo, en especial acerca de los métodos de la curia, ya no regresé a las sesiones del Concilio, que fue clausurado ese mismo año.


2.6. Las católicas feministas íbamos a visitar la tumba del Papa Bueno para pedirle más luz para la iglesia.

Nosotros los laicos quizá no fuimos realistas cuando pretendimos que la jerarquía vaticana nos tratara de igual a igual, pero la de esa década era una época, más que excepcional, irrepetible desde todo punto de vista, donde y cuando no solo Juan XXIII quería cambios también estaban los estudiantes que manifestaban en las ciudades europeas, los movimientos por los derechos civiles en EEUU, el rechazo a la guerra del Vietman, los movimientos feministas en plena efervescencia, las guerrillas que promovían cambios políticos en América Latina con el Che Guevara de líder y hasta los BEATLES en Gran Bretaña que sacudían la cultura y no solo la musical.






ANEXO:


-Varias investigadoras me dicen que han buscado la lista de Auditoras en Internet y no la encuentran.

-Una religiosa estadounidense publicó el libro: McEnroy, Carmel: Guest in Their Own House. The Women of Vatican II, Crossroad, New York, 1996


-Lista de las 17 Auditoras al Concilio Vaticano II:


Álvarez-Icaza, Luz María. México

Baldinucci, Sor Constantina. Hermanas de la Caridad. Italia

Bellosillo, Pilar. España

Chimy, Sor Jerome María. Hermanas de María Inmaculada. Canadá

Ghanem, Sor Henriette. Líbano

Goldie, Rosemary. Australia

Grillo, Ida. Italia

Guillemen, Madre. Superiora General Hijas de la Caridad. Francia

Khousam, Sor Marie de la Croix. Hermanas del Sagrado Corazón. Egipto

Luke SL, Sor Mary. Presidenta Conferencia de Superioras Mayores de Institutos Femeninos. USA

McCarthy, Catherine. USA

Miceli, Alda. Italia

Monnet, Marie-Louise. Francia

Moyano Llerena, Margarita. Argentina

Parentelli, Gladys. Uruguay

Roeloffzen, Anne Marie. Holanda

Vendrik, María. Holanda