jueves, 26 de abril de 2012

Sacerdote habla sobre el aborto


El aborto: Una definición de términos

Padre José Mulligan, SJ

En cualquier controversia es sano empezar con una definición de términos. En la controversia actual sobre el aborto “terapéutico”, algunos dicen que el Minsa está autorizando estos procedimientos en las situaciones en que sean necesarios para salvar la vida de la madre. Lo clave en esta discusión es establecer si los procedimientos son realmente “abortos” o no.

Unos documentos de la Iglesia Católica pueden ayudarnos a hacer las distinciones y definiciones necesarias y así llegar a conclusiones éticas y jurídicas. Lo que la Iglesia Católica no acepta es el aborto directo. No condena procedimientos que son necesarios para salvar la vida de la madre y que indirectamente, como efecto secundario y no-buscado, resulten en la muerte del feto. Aquí se puede aplicar el principio ético del “doble efecto.”

Juan Pablo II
En su encíclica Evangelium Vitae (25 de marzo de 1995), el papa Juan Pablo II resumió la doctrina católica tradicional sobre el “aborto directo”: “Confirmo que la eliminación directa y voluntaria de un ser humano inocente es siempre gravemente inmoral” (#57). En la encíclica el papa repite tres veces más esta expresión -- “eliminación directa”, en algunos lugares añadiendo “deliberada” o “voluntaria”.

Llama la atención la frecuencia con que el papa habla del “aborto directo” o la “eliminación directa” del embrión o del feto. Estos términos son importantes en la expresión de la doctrina de la Iglesia.

En realidad, según los textos de la doctrina católica, la Iglesia no condena el aborto terapéutico si no es aborto directo. Algunos médicos y moralistas no consideran unos abortos terapéuticos un “aborto”, puesto que la pérdida del embrión o del feto es un efecto indeseado de otro procedimiento.
Aspectos Técnicos
El Centro Médico de la Universidad de Maryland en EU ofrece este resumen del aspecto técnico del embarazo ectópico (donde el embrión está alojado “fuera del lugar” en la trompa de Falopio): “De no tratarse, esta condición (embarazo ectópico) puede desgarrar o romper la trompa de Falopio, la cual no está diseñada para alojar un embrión en crecimiento. El embarazo ectópico puede ocasionar hemorragia interna severa y en casos no muy frecuentes puede ser mortal. ...”
Se puede decir que el feto es sacado del lugar donde no puede desarrollarse, donde no debe estar y donde está poniendo en severo riesgo la vida de la madre. Sacado, no puede sobrevivir, pero el cirujano no lo mata directamente. La muerte es un efecto secundario del procedimiento médico.

En toda esta discusión, la cuestión clave es si el aborto es directo o un resultado indirecto y no-buscado de una intervención médica para salvar la vida de la madre. Si se hace en busca de este fin, y si no es aborto directo, no puede ser condenado en la doctrina católica, puesto que esta habla claramente del “aborto directo” como el acto inaceptable.

Por ejemplo, en el caso del embarazo ectópico (fuera del lugar) en la trompa de Falopio, si se practica una salpinguectomía total o parcial (la extracción parcial o total de la trompa de Falopio donde está alojado el embrión) para parar una hemorragia mortal y así salvar la vida de la madre, el embrión no puede sobrevivir, pero la cirugía no lo mata directamente sino como efecto no deseado en sí (principio moral del doble efecto en la teología tradicional).

“Directivos éticos y religiosos para los hospitales católicos” de la Conferencia de Obispos Católicos De Los EU.

En los EU hay cientos de hospitales católicos dirigidos por órdenes religiosas o por las diócesis. En 2001 la Conferencia de Obispos Católicos de los EU dictó un documento, Directivos Éticos y Religiosos para los Servicios Católicos de Salud, que define y explica: “El aborto -- i.e., la terminación directamente buscada (querida) del embarazo antes de la viabilidad o la destrucción directamente buscada (querida) de un feto viable -- nunca se permite. Todo procedimiento cuyo único efecto inmediato es la terminación del embarazo antes de la viabilidad es un aborto....” (#45).

Unos procedimientos para salvar la vida de la madre claramente no tienen como su único efecto inmediato la terminación del embarazo sino la sobrevivencia de la madre.

La Conferencia Episcopal de USA agrega: “Operaciones, tratamientos, y medicamentos que tienen como su propósito directo la curación de una condición patológica proporcionalmente seria de una mujer embarazada son permitidos cuando no puedan ser pospuestos con seguridad hasta que el niño no nacido esté viable, aún si resulten en la muerte del niño no nacido” (#47). Un ejemplo de esto sería la extracción de, o la aplicación de quimioterapia a, un útero canceroso que contiene un feto todavía inviable.
Salud Ascensión
Salud Ascensión (Ascension Health) es el sistema más grande en los EU de hospitales católicos. En su documento, Directivas Éticas Católicas (2001), Salud Ascensión declara: “todo aborto directamente deseado [intended] es una ofensa grave contra la vida humana... y prohibido.... Esta prohibición se aplica a todo aborto directo – que quiere decir, cualquier procedimiento cuyo propósito inmediato (como fin o como medio) es terminar el embarazo destruyendo el feto en cualquier etapa después de la concepción o expulsarlo antes de que sea viable....

“La enseñanza de la Iglesia, sin embargo, permite el aborto indirecto en esos casos en que las condiciones del doble efecto sean dadas. El aborto indirecto es un procedimiento en que la terminación del embarazo no es el propósito inmediato del procedimiento, sino meramente un ‘efecto secundario’ previsto y tolerado (i.e., efecto concomitante) de una intervención médica cuyo propósito inmediato es la curación de una patología seria de la mujer embarazada”.

El documento presenta un ejemplo: “En el caso de una mujer embarazada que tiene un útero canceroso, la extracción del útero – aunque implica la terminación del embarazo – es permitida si la intención directa es extraer la patología (el cáncer en el útero) y si es el único medio razonable para erradicar la patología. En este caso, el aborto es indirecto y justificable según el principio del doble
efecto”.

En cuanto al embarazo ectópico, el documento reconoce el argumento “que, mientras la separación de un feto de su sitio normal de implantación sería un aborto directo, su separación de un sitio anormal donde constituye una patología seria constituiría solamente una destrucción indirecta del feto... En casos así ambiguos, los pacientes y los profesionales en las facilidades católicas de salud deben hacer sus propias determinaciones de acuerdo con los dictados de la certeza moral y siguiendo su conciencia. Dentro de los parámetros morales apropiados establecidos por la política del hospital, pacientes individuos y médicos deben ser apoyados en sus decisiones.”
Siempre hay que tener en cuenta la conclusión de una lectura cuidadosa y detenida de los textos oficiales de la iglesia católica: un aborto terapéutico (para el fin de salvar la vida de la madre) no es condenado por la iglesia si no es “aborto directo”. (Estas reflexiones hasta aquí fueron presentadas por el obispo auxiliar emérito de la Arquidiócesis de Detroit, EU, en su artículo “Lo que la Iglesia Católica rechaza es el aborto directo,” END, 27 de noviembre de 2007)

Interpretación de la ley
La pregunta para Nicaragua actualmente es: ¿Es un “aborto indirecto” un aborto o no? Muchos médicos, incluyendo a ginecólogos católicos conservadores, dicen que no: es decir, que el procedimiento quirúrgico para parar la hemorragia en el caso de un embarazo ectópico, o el tratamiento necesario para combatir el cáncer en una mujer embarazada, no es “aborto”, puesto que el resultado (la muerte del embrión o feto) es indirecto y no-querido.

Si el término “aborto” es entendido así por la profesión médica y por el estado, entonces los procedimientos mencionados no violentan la ley actual, puesto que esta prohíbe el aborto y no estos procedimientos.

lunes, 23 de abril de 2012

La primera mujer creada por Dios fue Lilith



La primera mujer creada por Dios fue Lilith

Julia Evelyn Martínez (*)  
SAN SALVADOR - Cuentan  las leyendas hebreas sobre la creación del mundo, que antes de la creación de Eva, Yahvé (el innombrable) creó a otra mujer, llamada Lilith.  Esta mujer fue formada por el creador utilizando el mismo  barro con el cual fabricó a Adán, teniendo el cuidado de crearlos a ambos a su misma imagen y semejanza. Después de su creación, les entrego el Jardín del Edén para cohabitarlo en armonía e igualdad.
 Después de algún tiempo, se dice que Lilith  abandonó el paraíso, debido a su inconformidad con las reglas establecidas por Yahvé, como por ejemplo no comer el fruto del árbol del conocimiento, y debido a su aburrimiento por la cotidianeidad de la vida paradisíaca y  sobre todo, a su cansancio frente a las ínfulas de superioridad de Adán, pese a que habían sido creados del mismo barro.
Una vez que se enteró  de la partida de Lilith, Yavhé mandó a tres de sus ángeles a buscarla con el mensaje de que si accedía a regresar con Adán, no sufriría ningún castigo y se le otorgaría la oportunidad de volver a empezar. Sin embargo, Lilith se mantuvo firme en su decisión y no solo se negó a regresar con Adán sino que se mudo a la región del Mar Muerto para vivir en comunidad con los ángeles caídos, en un lugar donde no estaba  prohibida la ingesta  de ninguna fruta, en donde se podía mencionar cualquier nombre en voz alta y en el cual no había obligación de servir a los ángeles.
Frente a los hechos consumados, Yavhé  no  tuvo más remedio que crear otra compañera para Adán, convencido que “ no era bueno que el varón estuviese sólo”. Dicen estas leyendas, que este segundo intento se hizo de manera diferente para evitar una nueva Lilith, para lo cual hizo caer a Adán en un sueño profundo, período durante el cual sacó una costilla de su costado y con ella formó a  Eva. Luego la entregó al hombre para que le acompañara y  le sirviera. Eva cumplió sus funciones hasta que conoció a la serpiente y decidió comer la fruta del árbol del conocimiento, hecho que le ganó su destierro, y la maldición de su creador que la condenó a enemistarse con la serpiente, a servir a los hombres y a sufrir dolor en el momento del alumbramiento.
¿Qué paso con Lilith? La leyenda no dice con exactitud cuál fue su destino, pero parece que no renunció a la maternidad, pero que la ejerció voluntariamente, sin culpabilidad ni dolor. Sobre todo no se enemistó  con la serpiente, con la que se supone que mantuvo una estrecha y fructífera amistad a lo largo de su vida. No se sabe si fue feliz ni longeva, pero es fácil  imaginarla como una mujer autónoma y empoderada hasta el final de sus días.
La religión católica se nutrió del mito creacional de la cultura hebrea (que a su vez la había heredado de las culturas mesopotámicas), y la incorporó al Génesis de su libro sagrado, no sin antes eliminar las menciones a Lilith en el proceso creacionista, lo que todavía causa más de alguna confusión en la lectura de los capítulos 1  y 2 del Génesis en la biblia católica.
Al asumir este mito  creacionista a partir del siglo IV, la tradición católica implícitamente dividió a las mujeres en dos grandes arquetipos. Por una parte, colocó a las desventuras y desterradas hijas de Eva, condenadas a sufrir y a servir a los hombres para compensar su culpa en la pérdida del paraíso terrenal, y que solo podían redimirse con la castidad o la maternidad; mientras que en el otro extremo, fueron ubicadas las insumisas y rebeldes hijas de Lilith, mujeres condenadas a la persecución implacable de la Iglesia por su descaro al cuestionar los dogmas de fe y sobre todo, por su férrea convicción acerca de su igualdad en relación a los hombres.
Dos siglos antes, en el siglo I, Pablo de Tarso a partir de las ideas sobre la inferioridad de las mujeres desarrolladas por la filosofía aristotélica, estableció un cuerpo de preceptos sobre el rol de mujeres y hombres en las iglesias cristianas primitivas Dos conocidos pasajes ilustran las ideas de Pablo de Tarso: “Vuestras mujeres callen en las congregaciones; porque no les es permitido hablar, sino que estén sujetas, como también la ley dice. Y si quieren aprender alguna cosa, pregunten en casa a sus maridos; porque deshonesta cosa es hablar una mujer en la congregación” (1 Corintios 14:34-35) y “La mujer aprenda en silencio con toda la sujeción; Porque no permito a la mujer enseñar, ni ejercer dominio sobre el hombre; sino estar en silencio. Pues Adán fue formado primero, después Eva y Adán no fue engañado, sino que la mujer, siendo engañada, incurrió en transgresión (1Timoteo 2:11-14)
Con el paso de los siglos estas ideas se transformaron en piedra angular de la discriminación de las mujeres dentro de las estructuras y ministerios de la  Iglesia Católica, llegando a tener  a su máxima expresión en la doctrina de San Agustín y de Santo Tomás de Aquino, que de forma recurrente retornaron al mito originario de la creación de  Eva y de su responsabilidad en la pérdida del paraíso, para justificar la condición de sumisión de las mujeres.
A partir de allí, las mujeres interesadas en formar parte de esta institución religiosa,  se vieron obligadas a asumir el arquetipo y los roles de las “desterradas y desventuradas hijas de Eva”, teniendo la esperanza de lograr su salvación a partir del ejemplo de sumisión de la Virgen María: poniendo su vida al servicio de los demás y/o   limitando  su sexualidad exclusivamente a la función de la maternidad. Este rol llego a abarcar  aspectos tan institucionales como  aceptar la prohibición de la ordenación sacerdotal de mujeres hasta la aceptación de la intromisión  eclesiástica en aspectos tan privados como la regulación de la función reproductiva de las mujeres.
Sin embargo, pese a toda esta discriminación,  las mujeres se convirtieron históricamente no solo la mayoría de la feligresía de la Iglesia católica sino en las protagonistas de grandes movimientos orientados a su reforma y/o renovación, para crear una Iglesia que  pueda ser más congruente con las enseñanzas de amor, justicia e igualdad de Jesús de Nazaret.
Por ejemplo, entre los siglos XII y XIII surgieron en Europa las Beguinas, un movimiento laico de mujeres católicas identificado por el símbolo del Ave Fénix, que estaban organizadas a partir de la lectura y el estudio  de textos religiosos, y que produjeron una abundante obra intelectual al mismo tiempo que realizaban un intenso trabajo dentro de las comunidades en apoyo a enfermos, huérfanos y pobres. Dentro de sus actividades principales actividades estaba la educación de otras mujeres y la divulgación de textos religiosos y de sus obras literarias en lenguaje popular, para que fuera accesible a la mayoría de la población que no entendía el latín. Estas mujeres se asentaron en barrios o pequeñas ciudades conocidos como beguinatos, constituidos por una multitud de casas pequeñas (a veces hasta 100), cada una de las cuales está habitada por una o varias beguinas. Tenían calles y plazas, una enfermería, uno o varios conventos dedicados a las novicias y beguinas que deseaban una vida más comunitaria y una iglesia particular. Estos espacios daban respuesta a las inquietudes intelectuales de algunas mujeres, que de otra forma no podían acceder al conocimiento. Vivian sin ningún tipo de autoridad o jerarquías, viajaban mucho, se mantenían por sus propios medios  y nunca buscaron el reconocimiento o patrocinio de la jerarquía católica. Se dice que a finales del siglo XIII  existía  en Europa más de  200,000 beguinas y su influencia se había extendido a España, Francia, Holanda y Alemania.
Esta forma de vida tan impropia de las hijas de Eva, llamó la atención de la Iglesia Católica y en el año 1331, durante el Concilio de Viena, el Papa Clemente V decretó su persecución por herejía bajo el argumento de que " su modo de vida debe ser prohibido definitivamente y excluido de la Iglesia de Dios".  Se instruyó a la recién creada Inquisición  para proceder a la investigación, interrogatorio y ejecución de las beguinas que se negaran a vivir en un monasterio para dedicarse a la oración y a la penitencia. No existen datos precisos de cuantas beguinas fueron quemadas en la hoguera de la inquisición, pero si se sabe que algunas de las más grandes místicas y escritoras de este movimiento sufrieron este destino, como por ejemplo la escritora Margarita Porete.
Un movimiento más reciente de mujeres católicas orientado a la igualdad y no discriminación de las mujeres en la estructura de la Iglesia Católica es el de la Conferencia del Liderazgo de Mujeres Religiosas de Estados Unidos (LCWR) creada con autorización del Vaticano en 1958, y que agrupa actualmente a 1500 superioras de órdenes religiosas, que representan a un 80% de las 57,000 monjas que residen en EE UU. Desde su fundación, esta organización asumió el espíritu renovador del Concilio Vaticano II, para encarnarlo en la práctica de las mujeres católicas en los Estados Unidos, tanto religiosas como laicas, compromiso que las han llevado en muchas ocasiones a cuestionar el machismo y la misoginia existentes en la doctrina y rituales del catolicismo.
Una de las dirigentes más destacadas de la LCWR, la hermana Theresa Kane superiora de la orden de la Caridad, marcó en 1965 el talante de este movimiento cuando confrontó públicamente  al Papa Paulo VI  al solicitarle que se abriera a la incorporación de mujeres en todos los ministerios de la iglesia, incluyendo el sacerdocio. Otros temas de la agenda de estas religiosas se relacionan con una participación más activa de las monjas en la vida comunitaria y académica  así como la eliminación de la lista oficial de pecados de la Iglesia católica, la homosexualidad y el uso de anticonceptivos como métodos de planificación familiar.
Sin embargo, al igual que hace siete siglos ocurrió con las Beduinas, recientemente la jerarquía católica ha enfilado contra la LCWR el poder represivo de la Congregación de la Doctrina de la Fe (ex – Inquisición) y ha  hecho público un Informe  de las actividades de esta organización de religiosas en el cual concluye la existencia de “graves desviaciones doctrinales” que se oponen subrepticiamente a la doctrina oficial en materia de sacerdocio y homosexualidad, además de “la prevalencia de ciertas ideas feministas radicales incompatibles con la fe Católica en algunos de sus programas y presentaciones”, y el informe agrega que” algunos de sus comentarios de esta organización sobre el ‘patriarcado’ (machismo) deforman el modo en el que Jesús estructuró su vida sacramental en la Iglesia; otros incluso minan las doctrinas dadas sobre la Santa Trinidad, la divinidad de Cristo y la inspiración de la Sagrada Escritura”.
El Informe de la Congregación de la Doctrina de la Fe (disponible en internet) recomienda que se proceda a una reforma de los Estatutos de la LCWR para asegurar que sus posturas teóricas y prácticas estén bajo los lineamientos directos del Vaticano. Para ello, el Papa Benedicto XVI ha instruido a una comisión de obispos, encabezada por el Arzobispo de Seatlle, para que supervise directamente en el plazo de cinco años este proceso de re-estructuración de la LCWR.
Personalmente no comparto ninguno de los dogmas ni de los rituales de las hijas de Eva, y más bien mis simpatías y afectos  se inclinan por las hijas de Lilith. Pese a ello, y  tomando en cuenta que la religión católica tiene más de 1,100 millones de seguidores en el mundo (lo que la convierte en una institución fundamental en el proceso de socialización de género) es de justicia  reconocer la importante contribución a la igualdad de género que están realizando las religiosas y teólogas católicas de la LCWR desde la relectura del Evangelio de Jesús de Nazaret, ese gran defensor de los derechos de las mujeres y de la solidaridad como fundamento de la economía.
Qué las religiones monoteístas oficiales odien y al mismo tiempo teman a las mujeres no es nada nuevo, y esto es tan cierto para el Islamismo, el catolicismo como para el judaísmo. Tampoco es nuevo el hecho que muchas mujeres dentro de estas religiones se resistan a ser tratadas como creyentes de segunda categoría y/o se organicen para transformar este status quo. Lo que sí podría ser novedoso en esta etapa de la historia de la humanidad es el hecho que las mujeres no religiosas, no creyentes y/o hijas de Lilith nos unamos a la causa de las valientes hijas de Eva, que se encuentran  en resistencia en estos momentos contra el patriarcado, y que desde la sororidad,  hagamos de su lucha, nuestra lucha. Por favor, hijas de Lilith, no dejemos solas a nuestras hermanas de la LCWR en esta lucha.
(*) Columnista de ContraPunto

jueves, 12 de abril de 2012

¿Qué cosa es ser laico?





¿Qué cosa es ser laico?

María López Vigil

La palabra “laico” viene del griego “laikos”,
que significa “alguien del pueblo”.
La raíz de esta palabra, “laos”, significa eso: “pueblo”.
El pueblo somos todos, todas.

Hace dos-tres siglos, y en la medida en que la iglesia católica
fue perdiendo el poder que tenía sobre los gobiernos en Europa,
los Estados comenzaron a separarse de la Iglesia.

Un Estado es el conjunto de instituciones que tienen autoridad
para establecer las leyes que regulan una sociedad.
Los Estados europeos, al separarse de la Iglesia, empezaron a ser laicos para empezar a ser democráticos: al servicio de todo el pueblo,
de toda la población, fuera católica o no.
A América Latina esas ideas, modernas, avanzadas,
llegaron tarde o nunca llegaron con suficiente fuerza.

Un Estado laico, un gobierno laico, no significa un gobierno
que está contra alguna religión ni mucho menos contra Dios.
Es un gobierno que respeta todas las religiones,
pero que no decide sus leyes, sus políticas, sus proyectos
por lo que manda o propone alguna religión.
Significa también que en sus discursos oficiales
el gobierno no se proclama de ninguna religión
ni “usa” el nombre de Dios o recurre a la Biblia o reza oraciones
para parecer más bueno o más justo.

Alguna gente confunde “laico” con “ateo”.
Ateo es quien no cree en Dios.
Laico es quien no mete a Dios en donde no corresponde meterlo.

Como las ideas sobre Dios son siempre diferentes,
como son muy personales,
como existen diversas religiones
y diversas interpretaciones aun en cada religión,
si metemos a Dios en las leyes y en las políticas públicas
corremos el grave peligro de meter a “un Dios”,
a una determinada idea de Dios,
dejando por fuera a la gente que no piensa igual sobre “ese” Dios.
Y el Estado debe servir a toda la población.

Es cierto que en Nicaragua y en Centroamérica
la mayoría de la gente es cristiana: cristiana-católica o cristiana-evangélica.
Por eso, alguna gente dice que como en una democracia la mayoría manda, el Estado, el gobierno y las leyes deben guiarse por la moral cristiana.
Eso ya no es tan cierto.
En una democracia la mayoría manda, pero manda respetando a las minorías. Y en Nicaragua y en Centroamérica
hay cada vez más personas de otras religiones
y personas que no están de acuerdo con los mandatos,
las tradiciones, los dogmas y la moral cristiana en su versión oficial,
según la enseñan y proclaman obispos, sacerdotes y pastores.
Tal vez esas personas son aún minoría,
pero el respeto a las minorías es esencial en una democracia.
El mejor camino para resolver el “problema” de mayorías y minorías
es que el Estado sea laico.
Así todas las personas se sienten incluidas,
así todas se sienten representadas.

En Nicaragua el Estado es laico desde 1893
desde la Revolución Liberal de Zelaya.
Desde entonces hasta la actual Constitución quedó establecido
que en Nicaragua el Estado no tiene religión oficial (artículo 14)
y que la educación pública en Nicaragua es laica (artículo 50).
Sin embargo, en Nicaragua el Estado no actúa como un Estado laico.
Y como pasa con tantas otras cosas que están en nuestra Constitución,
las instituciones públicas no cumplen con la laicidad del Estado.

Son muchas las señales que nos indican que en Nicaragua
ningún gobierno ha respetado el principio constitucional del Estado laico.
Hoy, los actos de la Presidencia inician con oraciones o bendiciones
del Cardenal o de algún sacerdote.
Hace unos años, durante una sequía, el anterior Presidente
emitió un decreto ordenando que en iglesias y cultos
se hicieran rogativas a Dios para pedir la lluvia.
La Policía Nacional celebra sus aniversarios con misas.
Los miembros del Ejército rinden honores a una imagen de la Virgen María. Obispos y pastores critican el Manual de Educación Sexual para las escuelas y logran eliminarlo.
Obispos y pastores consiguen que los diputados
penalicen el aborto terapéutico en la legislación…
Hay muchos ejemplos más.
Y seguramente hay muchos ejemplos en cada país de Centroamérica.

Pocas veces escuchamos voces que desde la sociedad
cuestionen y rechacen esas violaciones constitucionales.
¿Por qué? ¿Nadie se atreve a criticarlas?
¿No será que la mayoría de la gente piensa
que todas esas acciones son “buenas” o que “no hacen daño”
o que metiendo a Dios en todo así se “fomentan valores”?

Lo que pasa es que el Estado laico no funciona
donde la población no tiene conciencia laica.
La mayoría de la gente, tal vez nosotras también,
no tenemos una conciencia laica.
El resultado es que en “el país legal” el Estado es laico,
pero en “el país real” no existe conciencia laica,
y es muy poca la gente que valora el Estado laico
y exige que el gobierno actúe realmente de forma laica.

Cuando el Estado no es laico se violan derechos ciudadanos,
los derechos de las personas que no tienen religión
o los derechos de las personas que no sentimos ni entendemos la religión como la entienden los sacerdotes y pastores.

Hay violaciones del Estado laico que nos perjudican mucho a las mujeres.
Los ejemplos más claros los tenemos
en las políticas de educación y en las políticas de salud.
En Nicaragua y en Centroamérica no hay educación sexual en las escuelas porque obispos, sacerdotes y pastores
se han opuesto siempre a esa educación.
Y aún más grave: el aborto terapéutico está penalizado en todos los casos:si corre riesgo la vida de la mujer, si el feto tiene una enfermedad incurable o si el embarazo es producto de una violación,
porque obispos, sacerdotes y pastores
lograron imponer sus criterios a toda la sociedad.

El aborto es un tema polémico, que requiere debate.
La posición oficial de la iglesia católica y la de algunas iglesias evangélicas, opuestas totalmente al aborto,
no es la posición ni de todas las autoridades ni de todos los feligreses.
Hay posiciones diferentes sobre el aborto en otras religiones,
y las hay también dentro de las iglesias cristianas.

La ley que penaliza el aborto en toda circunstancia no responde
al sentir de toda la población.
Las leyes son para todos y tienen que basarse en razones científicas,
en razones médicas, en razones sociales.
La salud pública es “pública”:
eso significa que es para todo mundo, no sólo para los creyentes.
Un Estado laico tiene políticas públicas que deben servir a todos.

La iglesia católica y las iglesias evangélicas tienen derecho
a proponer, a exponer y a defender sus posiciones sobre moral sexual.
Pero no tienen derecho a imponérselas a toda la sociedad.
Y cada uno de nosotros, católicos o evangélicos,
tenemos derecho a opinar sobre lo que dicen las iglesias
y a debatir sobre lo que dicen.
Y a no aceptar todo lo que dicen y a no cumplirlo
si sentimos que eso nos hace daño.
Nuestra brújula es nuestra conciencia.

Si la Constitución establece que un Estado es laico,
las creencias católicas o evangélicas sobre la sexualidad humana
o sobre cualquier otro asunto
no deben imponerse a nadie.
Las escuelas deben brindar una educación sexual abierta y humanista,
sin prejuicios, sin miedo a castigos,
no basada en la moral católica o evangélica,
y mucho menos cuando esa moral la entienden las autoridades religiosas desde posiciones cerradas.
Igualmente, los centros de salud y los hospitales
deben garantizar a todos y a todas sus derechos sexuales
y sus derechos reproductivos, sin negárselos por criterios religiosos.

A pesar de que somos, o decimos ser, un pueblo cristiano,
olvidamos que Jesús de Nazaret fue un laico.
Jesús nació dentro de una religión, el Judaísmo,
pero rechazó abiertamente muchas tradiciones y leyes de su religión
y confrontó apasionadamente a los religiosos y sacerdotes de su tiempo.
Puso siempre la compasión frente al sufrimiento
por encima de cualquier ley religiosa.
Jesús no fundó una religión, tampoco fundó una iglesia.
Propuso una comunidad de iguales basada en el respeto,
propuso una ética para transformar el poder en servicio
y las relaciones humanas, basándolas en la equidad y el amor.
Una conciencia laica prioriza la ética sobre la religión.

Hay que luchar porque el Estado sea laico.
Pero también hay que trabajar porque la conciencia de los hombres y mujeres, sea una conciencia laica.
Eso ayudará a liberar especialmente a las mujeres de esa cárcel ideológica
en la que la religión, monopolizada en su interpretación siempre por hombres, las ha tenido presas.

Trabajar por una conciencia laica
significa revisar, re-pensar las ideas que tenemos sobre Dios,
sobre Jesús, sobre María, sobre las iglesias, sobre la Biblia…
La lucha por el Estado laico no es contra las autoridades de las iglesias.
Es contra la autoridad que tiene la iglesia para imponer sus ideas
y para convencernos de que tiene derecho a hacerlo.

El día en que dejemos de creer que sacerdotes y pastores representan a Dios, que ellos saben más de Dios que nosotros,
que ellos perdonan pecados, que ellos son las “escaleras” para llegar a Dios, que ellos tienen poderes especiales y divinos,
que es en las iglesias y en los templos es donde nos encontramos con Dios, ese día el Estado comenzará a ser laico.