viernes, 22 de marzo de 2013

La Iglesia de los Pobres podría dejar las edificaciones Vaticanas




La Iglesia de los Pobres podría dejar las edificaciones Vaticanas

Le pido al Papa que deje la basílica de San Pedro, y todas las riquezas que contiene el Estado pontificio...
(Jorge Costadoat,SJ).

“Ah, cuánto querría una Iglesia pobre y para los pobres”, ha dicho el Papa Francisco. Sus palabras nos estremecen.

Pero, ¿qué ha querido decir con ellas? Las personas entenderán cosas muy distintas. Conceptos de pobreza y de riqueza puede haber muchos.

Lo normal es que nadie quiera ser pobre. ¿A quién pudiera gustarle pertenecer a la “Iglesia de los pobres”? Sería raro. Sería extraño, a no ser que alguien haya descubierto la pobreza del reino de Dios y conozca en carne propia la maravilla de seguir a Jesús pobre. No sería extraño, en este caso, que uno quisiera echar a los ricos fuera de la Iglesia. Jesús sostenía que lo normal sería que los ricos se fueran al infierno y que solo Dios podría lo imposible: que algún rico se salve. Pero las palabras de Jesús, como todas sus metáforas, han sido un aguijón para provocar la conversión. No hemos de creer que Jesús quería realmente que los ricos se fueran al infierno. Quería que se convirtieran; que renunciaran a sus riquezas y las dieran a los pobres.

Hay muchas maneras de ser pobre y no es normal que alguien quiera ser un hambriento, un sediento, no tener con qué vestirse ni dónde dormir, vivir bajo rejas, ser víctima del alcohol, la droga, de una enfermedad maldita o de pelambres ajenos. ¡Quién querría! Solo puede quererlo alguien que acoge con gozo las palabras de Jesús; “bienaventurados ustedes los pobres porque de ustedes es el reino de Dios”. Nadie más.

¿Una Iglesia pobre y para los pobres? ¿Qué quiere el Papa? ¿Querrá lo que Jesús querría? Supongamos que sí. Recemos para que Jesús ilumine al Papa y le ayude a descubrir exactamente qué significa hoy, en este siglo XXI, en esta Iglesia en crisis, la bienaventuranza franciscana de Jesús.

Yo quisiera muchas cosas. Pero, si me dieran la oportunidad de pedir al Papa Francisco una sola, esta sería;que abandone la ciudad del Vaticano e instale la sede del obispo de Roma en alguna de las parroquias de la periferia de esta misma ciudad. Pudiera ser la parroquia de Prima Porta. Son barrios de clase media emergente, antes familias obreras y de gran esfuerzo. Los conozco bien.

Le pido al Papa que deje la basílica de San Pedro, y todas las riquezas que contiene el Estado pontificio. Me escandalizó cuando adolescente y me escandaliza ahora que soy adulto. Como sacerdote no lo puedo entender, pero el resto del Pueblo de Dios, en su gran mayoría, tampoco lo entiende. ¡Qué tiene que ver esta fastuosidad con Jesús de Nazaret! La Iglesia rica es sacramento que reproduce simbólicamente un cristianismo para los ricos. El oro sacro canoniza el oro profano.

La inmensa mayoría del Pueblo de Dios que hoy reboza de esperanza con un Papa que se llama Francisco y da señales de humildad; que quiere que la Iglesia efectivamente sea la Iglesia de los pobres, vería en el abandono de la ciudad del Vaticano un símbolo de un cristianismo auténtico. Los cristianos, por muchas razones, son pobres. La inmensa mayoría son pobres.

Todos, por alguna razón, son pobres. Las edificaciones vaticanas les son chocantes, a no ser cuando se dejan embrujar por la magia de la riqueza, del poder, en una palabra, del ídolo, el falso dios que promete salvación pero no a través de la cruz.

Se nos dirá, ¿y qué hacemos con los museos, las bibliotecas, las joyas y, sobre todo, con los restos de Pedro y de los demás santos y papas?

No sé. Pero el Evangelio es lo primero. Todo lo demás se arregla.  
Jorge Costadoat, SJ

jueves, 21 de marzo de 2013

La llegada de Bergoglio al Vaticano obedeció “a una estrategia política".




Francisco, el gran político eclesiástico


 17 de marzo de 2013
Por Rubén Dri. Filósofo

Llegó! 
La gran meta que sin duda se fijó Bergoglio, y para la que trabajó de manera sistemática, pausada e inteligente, fue llegar al vaticano, desde donde podrá desplegar el poder en su máxima expresión. 

Porque Bergoglio, actualmente Francisco I, es un hombre amante del poder, que disfruta del poder y que sabe desplegarlo con gran inteligencia y eficacia, al mismo tiempo que se presenta como el más humilde de los seres.

Sin duda tiene razón Eduardo Fabbro al afirmar que la llegada de Bergoglio al Vaticano obedeció “a una estrategia que se estuvo elaborando desde bastante tiempo”, en lugar de ser acontecimiento ocasional que a Bergoglio lo habría encontrado desprevenido. 

Si ello es así, se hace más necesario que nunca avanzar en un análisis que nos permita visualizar las grandes líneas del proyecto con el que llega a la suma del poder que tanto buscó.

¿Cómo desplegará desde el Vaticano este poder, dotado ahora de la infalibilidad? 
¿Cuáles son los ámbitos que sentirán todo su peso? 
En la enorme complejidad de los problemas que deberá enfrentar queremos detenernos en los referentes a dos ámbitos, el de la Iglesia universal, con epicentro en el Vaticano, y el de América latina ,y en especial, de Argentina, desde donde hacemos este análisis.

El largo pontificado de Juan Pablo II y el corto de Benedicto de XVI permitieron a las corrientes conservadoras, enfrentadas a las líneas renovadoras del Vaticano II, desarticular todos los espacios de liberación abiertos y organizados, sacar del medio a todos los obispos comprometidos con dichos espacios, y dar cabida a las corrientes de derecha como el OPUS DEI, el movimiento Comunión y Liberación, los Legionarios de Cristo y, en América latina, condenar la Teología de la Liberación y enfrentar la revolución sandinista que se encontraba jaqueada por el imperio.

Benedicto XVI, frente a la superficialidad de la expresión populista teatral que le había impuesto a la Iglesia el papa polaco, pensó en consolidar el núcleo duro de la Iglesia, desentendiéndose de sus manifestaciones teatrales. 

Según su análisis “la obra del Concilio Vaticano II fue lamentable y la Iglesia debía recuperarse de la decadencia”debido a un pretendido “aggiornamento” que no fue otra cosa que ceder ante la nueva mentalidad moderna. 

Para ello debía recuperar íntegramente su doctrina, sus valores, aunque la consecuencia de tal actitud fuese que muchos la abandonasen. ¿Era ello una catástrofe? 
De ninguna manera, porque como decía Toynbee, “el destino de una sociedad depende una y otra vez de minorías creadoras”, por lo cual los creyentes cristianos “deberían verse a sí mismos como una minoría creadora”.

Esta minoría creadora terminaría presentando un proyecto exigente, capaz de galvanizar las hambres de espiritualidad como lo hacen las religiones orientales, especialmente el budismo, y concitaría la adhesión a semejanza del Islam que,“seguro de sí mismo, actúa desde lejos sobre el Tercer Mundo como algo fascinante”.

Fiel a su proyecto, Benedicto XVI replegó a la Iglesia al núcleo duro y logró la realización de la primera etapa, es decir, el alejamiento de los fieles, pero no la segunda, o sea, el proyecto exigente para las almas sedientas de espiritualizad 
y la seguridad de doctrina que concitase la adhesión tercermundista.


Fue todo lo contrario, el núcleo duro directamente se pudrió: cardenales corruptos, pedofilia, chantajes sexuales, oscuros manejos monetarios, despiadada lucha por espacios de poder, hipocresía generalizada, todo revestido de ceremonias religiosas que escondían una realidad putrefacta.

Benedicto XVI experimentó una amarga, profunda y prolongada sensación de frustración como consecuencia del fracaso del proyecto al que había dedicado décadas de trabajo, primero desde la presidencia de la Congregación de la doctrina de la fe, bajo el pontificado de Juan Pablo II, y luego como sumo pontífice. 
Es esa frustración la que le hizo sentir que se encontraba sin fuerzas para continuar y lo decidió a dar el golpe de su renuncia que, evidentemente, no se hizo en el vacío como se pudo pensar. 
Bergoglio estaba listo para asumir el proyecto y salvarlo de las turbulentas aguas en que se encontraba naufragando.

El actual pontífice se encuentra bien pertrechado para actuar eficazmente sobre la cabeza putrefacta de la Iglesia, es decir, sobre el Vaticano, en primer lugar, y sobre las diversas jerarquías desparramadas por el universo, después.
 Austero, lejos de los fastos de la corte, aparentemente humilde, inteligente, con dotes sobresalientes de gobierno, se presenta como el candidato ideal para la tarea.
 Ello no quiere decir que necesariamente vaya a triunfar en 
el cometido, pero es el que tiene las mayores chances de lograrlo.

Naturalmente que no se trata de “otra Iglesia” que no sea la Iglesia sacerdotal, de poder, que se logró retomar, después de dejar atrás los intentos de una iglesia-pueblo o iglesia más cercana a los ideales que emanan de Jesús de Nazaret, que se intentaron no precisamente en el concilio Vaticano II, pero sí como consecuencia de la apertura que allí se dio.

Limpieza de la curia vaticana y de las diversas jerarquías caídas en los lodazales de la pedofilia, de los desarreglos sexuales y monetarios del Banco del Vaticano. 
El tema del IOR será uno de los huesos más duros de roer. Limpiar esa Iglesia de tal putrefacción y relanzarla con el mismo proyecto de poder, con las mismas alianzas con los poderosos de este mundo. 
Si alguien espera otra cosa no encontrará más que frustración. Es más de lo mismo, o lo mismo redoblado. 

Apariencias de humildad pero, en la realidad, ejercicio 
del poder.

El otro tema, central para quien redacta esta nota, se refiere al comportamiento que tendrá Francisco I con relación a América latina en general y a Argentina en particular, sobre todo en lo referente a la nueva realidad motorizada por fuertes movimientos populares dirigidos por sus respectivos líderes que han ido rompiendo las ataduras ancestrales de dominación.

Como seres humanos, somos sujetos históricos, somos nuestra propia historia. En ella nos reconocemos.

 Para orientarnos sobre la posible conducta que observará Bergoglio sobre los movimientos populares latinoamericanos, debemos echar una mirada sobre su comportamiento con relación al movimiento popular que comenzó en el 2003 con el gobierno de Néstor Kirchner. 
La historia de ese comportamiento nos orientará no para saber exactamente, pero sí para aproximarnos a la actitud que tomará en relación a esos movimientos.

Al respecto distinguimos en Bergoglio dos actitudes diferentes asumidas por él mientras estuvo al frente del arzobispado de Buenos Aires. 

-Por una parte, el enfrentamiento con el gobierno que lidera el movimiento nacional, popular, que recuperó la política como instrumento de transformación de la sociedad y dio respuestas positivas fundamentales a toda la inmensa problemática social, como ningún gobierno desde la recuperación de la democracia lo había hecho, y 
-por otra, el acercamiento a esa problemática, propiciando una solución a-política, por medio de la acción de la Iglesia.
No sólo se opuso a la política de los Kirchner, sino que hizo intentos de articular a la oposición con cuyos dirigentes se reunió en múltiples oportunidades, mientras que nunca lo hizo con el Gobierno, al que en cambio acusó de confrontativo y crispado.

En principio, Bergoglio no rechazaba la posibilidad de reunirse con Kirchner siempre que la reunión se realizase en “su” territorio y no en el del Gobierno. 
Ello es muy significativo. Él representaba y ejercía el poder religioso, el poder de la Iglesia que, según su concepción, está por sobre el poder del Estado. 
Si Kirchner quería hablar con él debía venir al pie. 

Con ello, Bergoglio no hacía otra cosa que poner en práctica la doctrina del poder elaborada por Gelasio I en el siglo V sobre la superioridad del poder religioso sobre el político.

Por otra parte, nunca escuchamos alguna palabra de aprobación a los procesos latinoamericanos con los cuales se han logrado grandes avances en los derechos de los sectores populares como los de Venezuela, Bolivia y Ecuador.


El problema no deja de ser preocupante. 
Sin duda que Bergoglio aprobaría todos los avances de los sectores populares latinoamericanos si no fuesen producto de los nuevos proyectos políticos en los cuales la Iglesia puede participar pero no dirigir. 

En otras palabras, el problema de la pobreza se resuelve siguiendo las directivas de la Iglesia. 

Para que ello sea posible es necesaria la derrota de los movimientos populares.
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lunes, 18 de marzo de 2013

Lo que obligó al Papa Benemérito a poner su renuncia Ambiente de promiscuidad, de luchas de poder...





Lo que obligó al Papa Benemérito, a poner su renuncia
Ambiente de promiscuidad, de luchas de poder entre "monsignori", desvío de fondos del Banco Vaticano. 

Informe
La Iglesia-institución como «casta meretrix»


Leonardo Boff


Quienes han seguido las noticias de los últimos días acerca de los escándalos en el Vaticano, dados a conocer por los periódicos italianos La Repubblica y La Stampa, refiriéndose a un informe de 300 páginas sobre el estado de la curia vaticana, preparado por tres cardenales designados a tal efecto, naturalmente han debido quedar horrorizados. Me puedo imaginar a nuestros hermanos y hermanas piadosos que, fruto de un tipo de catequesis exaltatoria del Papa como "el dulce Cristo en la Tierra", deben estar sufriendo mucho, porque aman lo justo, lo verdadero y lo transparente y jamás desearían vincular su figura a las notorias fechorías de sus ayudantes y colaboradores.
El gravísimo contenido de estos informes reforzó, en mi opinión, la voluntad de renunciar del Papa. En ellos se comprobaba un ambiente de promiscuidad, de luchas de poder entre "monsignori", una red de homosexualidad gay en el Vaticano y desvío de fondos del Banco Vaticano. Como si no bastasen los crímenes de pedofilia en tantas diócesis, que han desmoralizado profundamente a la Iglesia-institución.
Quien conoce un poco de historia de la Iglesia ̶ y los profesionales del área tenemos que estudiarla en detalle ̶ no se escandaliza. Ha habido momentos de verdadero desastre del Pontificado con Papas adúlteros, asesinos y traficantes. Desde el papa Formoso (891-896) al papa Silvestre (999-1003) se instaló según el gran historiador cardenal Baronio la «era pornocrática» de la alta jerarquía de la Iglesia. Pocos papas escaparon de ser derrocados o asesinados. Sergio III (904-911) asesinó a sus dos predecesores, Cristóbal y León V.
La gran transformación de la Iglesia como un todo sucedió, con consecuencias para toda la historia posterior, con el papa Gregorio VII en 1077. Para defender sus derechos y la libertad de la Iglesia-institución contra los reyes y príncipes que la manipulaban, publicó un artículo que lleva este significativo título «Dictatus Papae», que traducido literalmente significa «la dictadura del Papa». En este documento, él asumía todos los poderes, pudiendo juzgar a todos sin ser juzgado por nadie. El gran historiador de las ideas eclesiológicas Jean-Yves Congar, dominico, la consideraba la mayor revolución que ha habido en la Iglesia. De una Iglesia-comunidad se pasó a una institución-sociedad monárquica y absolutista, organizada en forma piramidal, que ha llegado hasta nuestros días.
Efectivamente, el canon 331 del actual Derecho Canónico se une a esta comprensión, atribuyendo al Papa poderes que en realidad no corresponderían a ningún mortal, sino sólo a Dios: «En virtud de su oficio, el Papa tiene el poder ordinario, supremo, pleno, inmediato y universal» y en algunos casos específicos, «infalible».
Este teólogo eminente, tomando mi defensa contra el proceso doctrinal impulsado por el card. Joseph Ratzinger por mi libro Iglesia: carisma y poder, escribió un artículo en La Croix (09.08.1984) sobre "El carisma del poder central". En él decía: «El carisma del gobierno central es no tener ninguna duda. Pero no tener dudas acerca de uno mismo es, a la vez,magnífico y terrible. Es magnífico porque el carisma del centro es precisamente mantenerse firme cuando todo vacila a su alrededor. Y es terrible, porque los hombres que están en Roma tienen límites, límites en su inteligencia, límites en su vocabulario, límites en sus referencias, límites en su ángulo de visión». Y yo añadiría límites en su ética y en su moral.
Siempre se dice que la Iglesia es «santa y pecadora» y debe ser «reformada siempre». Pero eso no es lo que sucedió durante siglos, ni después del deseo explícito del Concilio Vaticano II y del actual Papa Benedicto XVI. La institución más antigua de Occidente incorporó privilegios, hábitos, costumbres políticas palaciegas y principescas, de resistencia y de oposición que prácticamente impidieron o desvirtuaron todos los intentos de reforma.
Sólo que esta vez se ha llegado a un punto de altísima desmoralización, con prácticas incluso criminales, que ya no puede ser negada y que requiere cambios fundamentales en el viejo aparato de gobierno de la Iglesia. De lo contrario, este tipo de institucionalidad tristemente envejecida y crepuscular se debilitará hasta llegar al ocaso. Los escándalos actuales siempre han existido en la curia vaticana sólo que no había un providencial Vatileaks para hacerlos públicos e indignar al Papa y a la mayoría de los cristianos.
Mi sentimiento del mundo me dice que estos males en el espacio sagrado y centro de referencia para toda la cristiandad -el Papado- (donde debería sobresalir la virtud y la santidad) son consecuencia de esta centralización absolutista del poder papal. Él hace a todos vasallos, sumisos, ávidos de estar físicamente cerca del portador del poder supremo, el Papa. Un poder absoluto, por su naturaleza, limita y hasta niega la libertad de los demás, favorece la creación de grupos de anti-poder, camarillas de burócratas de lo sagrado unas contra otras, practica ampliamente la simonía, que es la compra y venta de favores, promueve la adulación y destruye los mecanismo de transparencia. En el fondo, todos desconfían de todos. Y cada uno busca su satisfacción personal como puede. Por eso siempre ha sido problemática la observancia del celibato dentro de la curia vaticana, como se está viendo ahora con la existencia de una verdadera red de prostitución gay.
Mientras ese poder no se descentralice y no dé más participación a todos los sectores del pueblo de Dios, hombres y mujeres, en la conducción de los caminos de la Iglesia, el tumor que causa esta enfermedad perdurará. Se dice que Benedicto XVI pasará a todos los cardenales el mencionado informe para que cada uno de ellos sepa los problemas a los que tendrá que enfrentarse caso de ser elegido Papa, así como la urgencia de introducir cambios radicales. Desde la época de la Reforma se oye el grito: "Reforma en la cabeza y en los miembros". Porque nunca ocurrió, surgió la Reforma como un gesto desesperado de los reformadores de realizar por su cuenta tal empresa.
Para ilustración de los cristianos y de aquellos interesados en los asuntos eclesiásticos, volvamos a la cuestión de los escándalos. La intención es desdramatizarlos, permitir que se tenga una noción menos idealista y a veces idólatra de la jerarquía y de la figura del Papa y liberar la libertad a la que Cristo nos ha llamado (Gálatas 5,1). En esto no hay ningún gusto por lo negativo ni el deseo de añadir desmoralización sobre desmoralización. El cristiano tiene que ser adulto, no puede dejarse infantilizar ni permitir que le nieguen conocimientos de la teología y de la historia para darse cuenta de lo humana, y demasiado humana, que puede ser la institución que nos viene de los Apóstoles.
Hay una larga tradición teológica que se refiere a la Iglesia como casta meretriz, tema abordado en detalle por un gran teólogo, amigo del Papa actual, Hans Urs von Balthasar (verSponsa Verbi, Einsiedeln 1971, 203-305). En varias ocasiones el teólogo J. Ratzinger se ha referido a esta denominación.
La Iglesia es una meretriz que todas las noches se entrega a la prostitución; castaporque Cristo se compadece de ella cada mañana, la lava y la ama.
El habitus meretrius de la institución, el vicio del meretricio, fue duramente criticado por los Padres de la Iglesia como san Ambrosio, san Agustín, san Jerónimo y otros. San Pedro Damián llega a llamar al mencionado Gregorio VII "Santo Satanás" (D. Romag, Compendio de historia de la Iglesia, vol 2, Petrópolis 1950, p.112). Esta dura denominación nos remite a aquella de Cristo dirigida a Pedro. Por su profesión de fe lo llama "piedra", pero por su poca fe y por no entender los designios de Dios lo califica de "Satanás" (Evangelio de Mateo 16,23). San Pablo parece un hombre moderno hablando cuando dice a sus opositores con furia: "Ojalá sean castrados todos los que os perturban" (Gálatas 5,12).
Por tanto, existe espacio para la profecía en la Iglesia y para las denuncias de irregularidades que pueden ocurrir en el medio eclesiástico y también entre los fieles.
Me gustaría mencionar otro ejemplo tomado de un santo muy querido de la mayoría de los católicos por su candor y su bondad: san Antonio de Padua. En sus sermones, famosos en su tiempo, no es nada dulce y suave. Hace fuertes críticas a los prelados derrochadores de su tiempo. Y dice: «los obispos son perros sin ninguna vergüenza, porque de frente tienen cara de meretriz y por eso mismo no quieren avergonzarse» (uso la edición latina crítica publicada en Lisboa, 2 vol., 1895). Este fue el sermón del cuarto domingo después de Pentecostés (p. 278). En otra ocasión, llama a los obispos «monos en el tejado, presidiendo desde ahí el pueblo de Dios» (op. cit. p. 348). Y continúa: «el obispo de la Iglesia es un esclavo que pretende reinar, príncipe inicuo, león rugiente, oso hambriento de presa que despoja a los pobres» (p. 348). Por último, en la fiesta de san Pedro levanta la voz y denuncia: «Miren que Cristo dijo tres veces: apacienta, y ninguna vez esquila y ordeña... Ay de aquel que no apacienta ninguna vez y esquila y ordeña tres o más veces... es un dragón al lado del arca del Señor, que no tiene más que apariencia y no la verdad» (vol. 2, 918).
El teólogo Joseph Ratzinger explica el sentido de este tipo de denuncias proféticas: «El sentido de la profecía en realidad reside menos en algunas predicciones que en la protesta profética: protesta contra la auto-satisfacción de las instituciones, que sustituye la moral por el rito y la conversión por las ceremonias» (Das neue Volk Gottes, Düsseldorf 1969, 250; traducción en español: El nuevo pueblo de Dios, 1972).
Ratzinger critica haciendo hincapié en la separación que hicimos con referencia a la figura de Pedro: antes de la Pascua, el traidor, después de Pentecostés, el fiel. «Pedro sigue viviendo esta tensión del antes y del después, sigue siendo las dos cosas: piedra y escándalo... Eso no sucedió a lo largo de toda la historia de la Iglesia, que el Papa fuese a la vez el sucesor de Pedro, la "roca" y el "escándalo"» (Das neue Volk Gottes, op. cit. 259)?
¿Adónde queremos llegar con todo esto? Queremos llegar a reconocer que la Iglesia institución de papas, obispos y sacerdotes, se compone de hombres que pueden traicionar, negar y hacer del poder religioso negocio e instrumento de autosatisfacción. Reconocer esto es terapéutico pues nos cura de una ideología idólatra en torno a la figura del Papa, considerado prácticamente infalible. Esto es visible en los movimientos conservadores y fundamentalistas laicos católicos y también en grupos de sacerdotes. En algunos existe una verdadera papolatría que Benedicto XVI ha tratado siempre de evitar.
La crisis actual de la Iglesia ha llevado a la renuncia a un Papa que se dio cuenta de que ya no tenía la fuerza necesaria para sanar escándalos tan graves. «Impotente, tiró la toalla» con humildad. Que venga otro más joven y asuma la tarea ardua y difícil de limpiar la corrupción de la Curia vaticana y del universo de los pedófilos, y eventualmente sancione, destituya y envíe a los más obstinados a un convento para hacer penitencia y enmendar su vida.
Sólo alguien que ama a la Iglesia puede hacer las críticas que hemos hecho, citando textos de autoridades clásicas del pasado. Quien ha dejado de amar a la persona amada, se vuelve indiferente a su vida y su destino. Nosotros, por el contrario, nos hemos interesado al igual que el amigo y compañero de tribulación Hans Küng (que fue condenado por la ex-Inquisición), quizás uno de los teólogos que más ama a la Iglesia y por eso la crítica.
 queremos que los cristianos cultiven ese sentimiento de abandono e indiferencia. Por malos que hayan sido sus errores y equivocaciones históricas, la Iglesia-institución guarda la memoria sagrada de Jesús y la gramática de los evangelios. Ella predica la liberación, sabiendo que son otros los que liberan y no ella.
Así y todo vale la pena estar dentro de ella, al igual que San Francisco, Dom Hélder Câmara, Juan XXIII y los notables teólogos que ayudaron a hacer el Concilio Vaticano II, y que antes de eso habían sido condenados todos por la ex-Inquisición, como de Lubac, Chenu, Congar, Rahner y otros. Hay que ayudarla a salir de esta vergüenza, alimentando más el sueño de Jesús de un Reino de justicia, paz y reconciliación con Dios y de seguimiento de su causa y su destino, que la simple y justificada indignación que fácilmente puede caer en el fariseísmo y en el moralismo.
Nota: Más reflexiones de este orden están en mi libro Iglesia: Carisma y Poder (Record 2005), especialmente en el apéndice, con todas las actas del proceso habido al interior de la ex-Inquisición en 1984.

domingo, 17 de marzo de 2013

Y por más que se llame "Francisco", el Papa es un monarca romano medieval




Y por más que se llame "Francisco", el Papa es un monarca romano medieval. Cambia la imagen, solo la imagen. La estructura de poder es la misma, sus intereses los mismos.

Una imagen distinta, la misma estructura
El Papa es un monarca medieval

Elegir al cardenal Jorge Bergoglio como Papa es una jugada maestra de la diplomacia vaticana. La Iglesia Católica, a punto de naufragar entre escándalos financieros y sexuales,  necesitaba urgente otra "imagen" ante la opinión pública mundial y mucho más en  Latinoamérica. El perfil de Benedicto XVI,   un alemán, duro, rígido, inquisidor no logró poner a flote la "barca de Pedro". Al contrario.

Necesitaban un hombre en Latinoamérica, el último bastión de católicos que debe ser preservado de las desviaciones populistas en política y de las herejías de los teólogos de la liberación.

Latinoamérica,  la tierra de los mártires por la justicia: Romero, Angelelli y tantos otros es un humus peligroso para la ortodoxia religiosa.

La tierra  del socialismo del siglo XXI y de gobiernos pos neoliberales, huelen a "izquierda" y eso no es del agrado vaticano.

Particularmente en Argentina, porque es el primer país Latinoamericano que produce  avances profundos en  los derechos de las minorías sexuales  haciendo ley de la Nación el Matrimonio Igualitario. Esto es una ofensa grave al pudor romano y a la dogmática moral católica. Un mal ejemplo que debe ser exorcizado, de hecho, Bergoglio dijo a las Hnas. Carmelitas "es la pretensión destructiva al plan de Dios. No se trata de un mero proyecto legislativo (éste es sólo el instrumento) sino de una ´´movida´´ del padre de la mentira". Para los neófitos en términos religiosos el "padre de la mentira" es el demonio. Se trataba de una guerra "santa".

Además, Argentina es pionera en llevar adelante los juicios a los genocidas a lo largo y ancho de todo el país. Para una Iglesia que todavía no se hace cargo de sus complicidades con los delincuentes de lesa humanidad,  los "juicios por memoria y justicia" son una bomba a punto de estallar en sus propias narices. En los atrios de cada palacio episcopal. Hay que desactivarla.
Argentina es un modelo para todo el continente en estos temas y también un modelo para todos los pueblos víctimas de las distintas formas del terrorismo de estado y la homofobia. Esto Roma no lo puede ni perdonar, ni tolerar,  ni dejar avanzar, atenta contra su pretendida imagen de santidad. 
A muchos les queda la sensación de que algo comienza a cambiar y hablan de tener "esperanza". Me parece que es solo eso, una sensación. O un gran deseo convertido en ilusión. Por otro lado, vale la pena recordar que la esperanza cristiana no se funda ni en el Vaticano y menos en el Papado. Solo se funda en el Jesús del Evangelio. 

Que me digan que es sencillo, austero y que anda en subte  ni le quita ni le agrega nada. Primatesta usaba una sotana derruida, no tenía auto ni propiedades,  también era sobrio y frugal. 

Es cierto que tal vez era peor un Papa del Opus Dei, o no sé, porque a veces es mejor tener claro al adversario. Un conservador derechoso de buena imagen no deja de ser un problema. Confunde.
Que se llame Francisco, poco honor le hace al Francisco de Asís, la "hermana pobreza" de los franciscanos no se sentía cómoda en los palacios romanos. Y por más que se llame "Francisco", el Papa es un monarca romano medieval. Cambia la imagen, solo la imagen. La estructura de poder es la misma, sus intereses los mismos.

En Argentina y en el continente,  los sectores de la derecha serán fortalecidos, tanto los políticos, como los religiosos, ya están brindando. Les agarro un fervor religioso desconocido.

Pero como el Espíritu seguro no está en Roma  y si entre los excluidos que claman justicia,  a dormir tranquilos y a seguir peleando. No nos silenciaron antes, tampoco podrán ahora.

 Pbro. Nicolás Alessio teólogo

lunes, 4 de marzo de 2013

Benedicto VI el PAPA EMÉRITO ES ACUSADO POR CRÍMENES DE LESA HUMANIDAD





El Papa emérito es acusado ante La Haya por “crímenes de lesa humanidad”
Agencias en La Haya | Mundo |

Benedicto XVI en la Jornada Mundial de la Juventud, celebrada en agosto en Madrid. Foto: Reuters
Una asociación estadounidense de víctimas de sacerdotes pedófilos anunció ayer que presentó ante la Corte Penal Internacional (CPI) una demanda judicial contra el Papa y otros responsables de la Iglesia católica por “crímenes de lesa humanidad”.

La Red de Supervivientes de Personas Abusadas por Sacerdotes (SNAP) presentó la demanda al considerar que funcionarios del Vaticano participaron en el “encubrimiento generalizado y sistemático de violaciones y crímenes sexuales” contra niños en todo el mundo, según apunta en un comunicado.

Por su parte, La Santa Sede declaró ayer que de momento no comentará nada sobre el asunto.

CPI INVESTIGARÁ. Florence Olara, portavoz de la Fiscalía de la CPI, con sede en La Haya, confirmó que su oficina ha recibido los documentos, un compilado de 10 mil páginas, y que los analizarán igual que hacen con todas las comunicaciones, de forma que se “tomará una decisión a su debido tiempo”.

El texto de la demanda cita como responsables al papa Benedicto XVI y a los cardenales Tarcisio Bertone (secretario de Estado vaticano), Angelo Sodano (su predecesor) y William Levada (prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe).

“Los crímenes cometidos contra decenas de millares de víctimas, la mayoría de ellas niños, siguen siendo ocultados por funcionarios del más alto nivel en el Vaticano”, señaló la abogada Pamela Spees, del Centro de Derechos Constitucionales (CCR, una ONG jurídica estadunidense).

Según la organización de víctimas, la jurisdicción de la CPI establece la violación, la agresión sexual violenta y la tortura como crímenes de lesa humanidad.

Sería “la primera vez que un tribunal internacional declara su jurisdicción sobre el Vaticano por delitos cometidos por sus representantes en todo el mundo”, indica la organización.

SNAP, entidad formada por 10 mil miembros, señala que las propias autoridades eclesiásticas de ese país han reconocido que casi 6,000 sacerdotes han sido acusados públicamente de abusar sexualmente de niños durante las últimas décadas.