miércoles, 9 de abril de 2014

Los desnudaron pero no los vencieron

Campaña  en Twitter,  en solidaridad con
los estudiantes de Venezuela

 Siempre he dicho que desnudar el cuerpo, aún siendo "difícil" es fácil, lo más difícil es desnudar el alma. Ante el cuadro doloroso, triste y lamentablemente que observamos en los últimos acontecimientos ocurridos en nuestra Universidad. Frente a estos ataques que no puedo calificar de ninguna manera, porque se me escapan los adjetivos frente a la miseria que representan, quiero expresar ahora mi sentir, pues llevo demasiado tiempo en silencio, pero siendo consecuente con lo que  digo en principio, quiero desnudarme un poco frente a ustedes... Nuestros jóvenes, antes de que los grupos violentos los desnudaran, despojándoles de su ropa, ya previamente y con mucha valentía, ya se habían desnudado, ejerciendo su derecho constitucional a la protesta.

Con angustias y con miedo, ya habían desnudado su espíritu, con aciertos y desaciertos, como personas, como ciudadanos y ciudadanas, ya se habían despojado de sus ropajes, sabiendo que se exponían, en medio de esta polarización que ha sacado lo peor de los venezolanos y las venezolanas, hasta el punto que poco a poco hemos dejado de reconocernos. Como ya han dicho algunas personas, lo que podemos llamar humillación para los estudiantes que protestan, no lo es, por el contrario, los engrandece; mucho más se denigran y se humillan quienes comenten estas atrocidades.

      Personalmente y como Profesora Ucevista, rechazo totalmente estas acciones y me embarga un profundo dolor y también siento miedo, pero no sólo a las bombas lacrimógenas, no sólo a los disparos, no solamente a las balas de los fusiles, siento miedo a que tanto odio,  tanto enfrentamiento  nos lleve a desconocernos y a olvidar que tod@s hemos crecido en un mismo vientre, de una misma madre que se llama Venezuela y esta madre está partida en mil pedazos y todas y todos lo sabemos, independientemente de la posición política con la cual nos identifiquemos. Le temo a las balas de las palabras, del irrespeto a las diferencias, al desconocimiento cotidiano de las otras personas.

Siento un dolor profundo y mucho miedo frente al "aquí no está pasando nada", "eso es sólo en el este".  Pero también le tengo miedo a la desconsideración y a las güarimbas prolongadas, a la destrucción de los espacios que nos pertenecen a tod@s. Le temo a las palabras hirientes y descalificadoras de ambos grupos.  Pero con miedo y todo, rechazo  todos estos ataques y me comprometo a hacer lo posible para crear espacios para la convivencia, para entrar en contacto nuevamente, para reconocernos nuevamente en el día a día. Me comprometo a reflexionar en conjunto sobre el significado y la trascendencia del concepto de la paz. Para promoverla debemos ser congruentes con el decir y el hacer, o por lo menos, hacer  esfuerzos verdaderamente sinceros.

     Tenemos que trabajar mucho para reconstruirnos, para mirarnos nuevamente a los ojos, para hablarnos sin herirnos, para ser empáticos y ponernos en el lugar del otro, de la otra. Felicito a nuestras y nuestros estudiantes que día a día desnudan su espíritu, su mente, su voluntad, para expresarse y exponerse, con pasión, pero con respeto, sea cual sea su posición política y también los invito a todos y todas a fortalecer espacios para la convivencia, en medio de las diferencias.

     Hablemos primero de respeto por los derechos humanos de todas las personas y luego, comencemos a hablar de paz; con esta palabra, se está haciendo cualquier cosa en los últimos  tiempos, no sólo en nuestro país, también en otros  espacios del planeta. No es destruyendo como vamos  a reconstruirnos, nada  se construye con base en la destrucción de las demás personas, ni de los bienes materiales, ni del medio ambiente. Tampoco nos acercarán y reconciliarán los cordones policiales y sus agresiones. Por sobre todas las cosas, no nos reconstruiremos, si no somos capaces de ceder y de escuchar  a los demás.

No podremos reconciliarnos, si cada venezolano y cada venezolana, no es capaz de ponerse en lugar del otro, de la otra persona y por supuesto, tampoco lo haremos, negando la existencia  del conflicto; es considerando la existencia del mismo y haciendo una puesta en común en términos de respeto por los  derechos humanos de todas y todos, con verdadera congruencia y por qué no decirlo también, asumiendo nuestras equivocaciones y con buena  voluntad, como podremos conciliarnos. Esta locura no nos llevará  a ninguna parte, esta sordera polarizada, sólo profundiza la crisis de un país que ha tenido y sigue teniendo sueños y ha luchado por alcanzarlos. ¡Nos urge la reconciliación! Para lograrla, debemos despojarnos de nuestros  ropajes, desnudando nuestro sentir y nuestro compromiso para transformar y revertir esta situación. Luchemos en principio, en buena lid,  por la dignidad en el más amplio sentido de la palabra, por la reconciliación de los venezolanos y las venezolanas, aunque las dudas, las angustias y el miedo nos abracen. Un abrazo es un abrazo.

Isabel Zerpa A.
Directora del Centro de Estudios de la Mujer
CEM UCV