domingo, 4 de marzo de 2012

Un Dios amoroso o castigador ¿Cuál preferís vos?

Un Dios amoroso o castigador


¿Castigo divino?


La Prensa, Nicaragua

Eduardo Cruz

Cada vez que usted entre en la iglesia apostólica Rosa de Sarón, en las Américas Uno, podrá saber quienes de sus miembros tiene una “cuenta pendiente” con Dios. Algunos estarán sentados o de pie, pero otros estarán de rodillas, en actitud de “humillación” ante Dios.

Y es que el pastor Léster Cruz, cuando una de sus “ovejas” se le está perdiendo, deja las “99” que se reúnen con él para ir a buscar a la número 100. Las “ovejitas”, como las de cualquier otro rebaño espiritual, casi siempre que andan deambulando entre los campos del mundo se quedan enredadas entre los alambrados de las “pasiones carnales” o se pierden entre la “maleza” de la rebeldía. El trabajo de Cruz es hacerlas regresar, aunque ello signifique ponerlas de rodilla por varios días mientras se celebran los cultos.

¿Castigos divinos?

La penitencia, el castigo o disciplina religiosa casi siempre ha estado presente en la historia de la humanidad. La Biblia dice que Adán y Eva, los primeros seres humanos, fueron echados del paraíso, del Jardín del Edén por haber comido del fruto prohibido.

Durante la llamada época medieval, la Iglesia católica, creó la Santa Inquisición, una especie de tribunal que determinaba quién era hereje o contrario a las creencias y en muchas ocasiones los culpables terminaron con sus huesos en la hoguera.

· Autoridad para imponer disciplina

En el mismo estudio del CASC, ante la pregunta: ¿Quién ejerce disciplina ante una falta?, el 75.8 por ciento identifica al líder principal, que en el caso de la iglesia católica sería el párroco y en la iglesia evangélica, el pastor principal. Esto implica que hay una especie de caudillismo en las iglesias.

En esa misma línea, el 87.5 por ciento de los encuestados, reconocía, en quien aplica disciplina, autoridad espiritual y moral, lo cual indica que la mayoría de las veces los feligreses están conformes con el líder que les impone la disciplina.

· Lo más grave

Una encuesta del Centro de Análisis Socio Cultural de la UCA, en conjunto con otros organismos, reveló lo que según miembros de dos iglesias evangélicas y de dos iglesias católicas, consideran que son los pecados graves:

71.4 por ciento de las y los miembros de la cuatro iglesias consideran que caer en los vicios y adicciones es una falta grave.

88.3 por ciento del total de los miembros manifestó que la violencia intrafamiliar es una falta grave. Las que mostraron los porcentajes altos fueron las iglesias católicas.

49.6 por ciento considera que participar en un partidos político no es una falta. Entre el 32 y el 26 por ciento consideran que sí lo es.

25 por ciento de los encuestados están de acuerdo que se interrumpa el embarazo cuando este pone en riesgo la vida de la madre, frente a un 70.7 por ciento que se opone.

36.5 por ciento cree que contraer matrimonio con alguien de otra iglesia es falta grave y falta leve por el 32.1 por ciento.

· “Autopenitencias”

Debido a las creencias que se inculcan en las iglesias, muchas veces son los propios feligreses quienes se imponen castigos severos. En la Edad Media, por ejemplo, existía la autoflagelación, mediante la cual la persona se causaba dolor hasta sentirse perdonada por sus pecados.

En Nicaragua, las personas realizan promesas a los santos, como el caminar de rodillas por cierto trayecto para agradar a alguna imagen.

En Masatepe, durante la Semana Santa, existe una tradición en la cual los feligreses representan a Judas amarrado con cadenas mientras otros los van arrastrando y golpeando.

En las iglesias evangélicas es común el ayuno por varios días o pasar de rodillas por mucho tiempo, ya que mediante esas actividades es que la persona logrará quedar libre de pecado.

Con el avance de los derechos humanos, las cosas han cambiado, pero siempre hay casos que lamentar. En julio del 2010, en Bangladesh, un país del sur de Asia, la corte de justicia criminalizó los castigos que se dan por mandamientos religiosos después de una serie de incidentes en que mujeres musulmanas fueron golpeadas y castigadas.

En Nicaragua no se llega a esos extremos. Pero sí algunas iglesias imponen sanciones a sus feligreses como la suspensión de sus derechos religiosos, ser excluidos de la “familia de Dios”, no recibir la comunión o sacramentos, ayunar por uno o varios días o pagar ofrendas, entre otras.

Dolor y sangre

Pero, ¿de dónde viene la idea de esas penitencias, disciplinas o castigos? Para la teóloga laica María López Vigil, el origen podría estar en la educación religiosa que ha habido desde siempre en el cristianismo, tanto en el catolicismo como en el protestantismo o sector evangélico. “Nos enseñaron que hubo un pecado grave, que Dios se enfureció y que para limpiar ese pecado envió a su hijo, que sufrió y que ese dolor es la manera de perdonarnos, es lo que nos salvó”, expresó.

López Vigil asegura conocer casos en los cuales los pastores mandan a ayunar a sus feligreses por varios días sin comer y ni siquiera beber agua, lo cual es un atentado contra la salud de las personas. Según la teóloga la teoría es que “si te gusta el chocolate, no lo comás”, porque el dolor y la sangre le agradan a Dios.

“Yo no soy atea, lo que yo digo es que se puede predicar de otra forma”, dice López Vigil, quien propone que se debe enseñar el Evangelio como lo hizo Jesús, quien siempre hablaba de banquetes, de fiesta, de convidar a comer, pero no de rigidez y además siempre denunciaba el poder autoritario.

Para la teóloga, una consecuencia grave de algunas medidas religiosas es la afectación psíquica que sufren los feligreses ante el temor de un castigo religioso, ya que temen ser excluidos del círculo social o el temor de que se irán directo al infierno.

“Dura lex, sed lex”

A unos 20 kilómetros de la Iglesia Rosa de Sarón, el sacerdote católico Sebastián Zeledón, también está encargado de cuidar a sus ovejas, los feligreses de la parroquia Sagrado Corazón de Jesús, en el barrio Monseñor Lezcano.

La confesión es el método por el cual el padre Zeledón conoce de las “andanzas” de sus corderos. La mayoría de las veces le confiesan cosas leves, pero cuando la falta es grave, así también es la “penitencia” (Sacramento por el cual, gracias a la absolución del sacerdote, los pecados son perdonados).

Después de dar misa, Zeledón se retira detrás del altar para quitarse la vestimenta sacerdotal y una anciana se le acerca para abrazarlo. La señora le dice al padre que la van a operar y que necesita que él rece por ella. El padre la trata de “princesa” y le dice que todo va a estar bien. La señora lo abraza de nuevo y se retira más aliviada que después de tomarse una medicina.

La idea de los católicos es que los pecados son perdonados solo después que se hace una confesión con el cura, quien le da una penitencia y luego de eso viene el perdón.

“Padre, ¿alguna vez le han confesado un homicidio?”, se le pregunta.

“Sí, ya lo han hecho?”

“¿Qué hace?”

“Dura lex, sed lex, la ley es dura, pero es la ley”, contesta y luego explica que como sacerdote él no puede denunciar a alguien que le confiesa un delito, porque de lo contrario violaría el sacramento de la confesión, pero no se le otorga el perdón al pecador, sino hasta después que haya reparado el daño causado con su pecado, en este caso no le puede devolver la vida a la víctima, pero el penitente debe entregarse ante las autoridades.

“Pero padre, hay personas que piensan que no tienen por qué confesarse con otro hombre que es igual a ellos, ¿qué les puede decir usted?”, se le pregunta de nuevo.

“Siempre que vas a solicitar el servicio de alguien, de un abogado, de un médico, uno no se anda preguntando cómo es la vida de esa persona, lo que a uno le interesa es suplir su necesidad”, explica el padre Zeledón, quien añade que los sacerdotes también se confiesan con otros sacerdotes y son sometidos a fuertes procedimientos para que sean buenos ejemplos, aunque siempre son seres humanos.

Lo importante, según Zeledón, es hacerle ver a la persona si ha cometido un error y hacerle conciencia de que tiene que restituir el daño, pero no imponerle sanciones, porque Dios ama al pecador.

“Que reconozcan su falta”

De tez morena, estatura mediana, de actitud serena, el pastor Léster Cruz siempre tiene una Biblia en la mano y hasta para conceder una entrevista periodística prefiere que se empiece siempre con una oración. Cruz explica que una primera opción que tiene para disciplinar a quienes se están desviando del “camino”, es quitarle los privilegios de los cuales gozan como miembros de la iglesia, si estos se ponen rebeldes o la falta ha sido muy grave. Es decir, no pueden orar en público ni participan activamente en los cultos, ni tienen algún cargo dentro de la congregación.

A pesar de ello, Cruz prefiere usar otra herramienta: a través de la humillación. El miembro de la iglesia asiste al culto, pero en un período entre 60 y 90 días “hábiles” debe estar de rodillas y en actitud de oración por una cantidad de minutos que dependerá de la gravedad de la falta.

“Lo importante es que la persona reconozca su falta, para que pueda tener una restauración en su vida”, explica Cruz. “Hijo mío, no menosprecies la disciplina del Señor, ni desmayes cuando eres reprendido por él; porque el Señor al que ama, disciplina y azota a todo el que recibe por hijo”, recita Cruz un pasaje bíblico, como todo buen evangélico.

Lo positivo, pero...

Pablo Cortez era el “dolor de cabeza” de su esposa y de sus hijos. Casi todos los días llegaba borracho a su casa, sin dinero y violento.

La situación ha cambiado desde que un primo lo convenció de que se integrara a la Iglesia evangélica que hay en su barrio, Hialeah Etapa Cuatro. Ahí lo sometieron a un proceso de oración y de medidas como el abandonar cualquier comunicación con sus amigos de “tragos” o el visitar lugares donde se expende licor. Ya ni donde su hermano va, porque este último siempre lo invita a tomar licor.


Para el director del Centro de Análisis Sociocultural de la UCA, Mario Sánchez, las iglesias brindan un aporte mayúsculo a la sociedad, mediante la motivación que inculcan entre las personas a cambiar sus vida, cuando están llenas de vicios.


Sánchez manifiesta que en las iglesias le brindan a la persona un sentido de dignidad, un conforte espiritual, aunque reconoce que cuando la Biblia se interpreta de manera muy literal es cuando se cae en el fundamentalismo, hasta el punto de que por asuntos de religión muchas veces la persona se separa hasta de su familia. El problema se ahonda cuando las personas tienen que cumplir algo a veces sin entenderlo. “No hay razones”, indica Sánchez.

Otro aspecto que en las iglesias se podría mejorar, a criterio de Sánchez, es el destruir la concepción de que la salvación es individual, sino colectiva, ya que, cuando un paralítico fue sanado por Jesús, fue gracias a que un grupo de hombres lo subió al techo de una casa y con un cordón lo fueron bajando por un hueco del techado hasta donde estaba Cristo.

“Consideramos que los movimientos religiosos son muy dinámicos, están cambiando con mucha rapidez en Nicaragua, están promoviendo y fortaleciendo redes sociales, de apoyo mutuo y con seguridad configurando el imaginario de ciudadanía, por ello es pertinente estudiarlo a profundidad para hacer consciente a estas instituciones religiosas de sus bondades, aportes pero también de los riesgos que conllevan enfoques o visiones que lejos de humanizar a las personas y la sociedad la pueden limitar en su potencial frente a los desafíos de la realidad”, finalizó Sánchez.

La excomunión y el diezmo

La excomunión y el diezmo aparecen como dos penitencias y de las más fuertes. María López Vijil, teóloga laica, considera que la excomunión en tiempos anteriores era un castigo más fuerte que hoy en día, ya que la persona era excluida de la sociedad, puesto que las comunidades eran más pequeñas que en la actualidad. En un poblado se ponía un cártel con los nombres de los excomulgados y eso era algo terrible.

Para la teóloga, ella cree que ya ha sido excomulgada de la Iglesia Católica, por sus comentarios y el apoyo al aborto terapéutico, pero eso a ella no le quita el sueño. Sin embargo, hay personas que sufren ante el hecho de pensar que serán separadas de la Iglesia.


“Si alguno llamándose hermano fuere fornicario, ó avaro, ó idólatra, ó maldiciente, ó borracho, ó ladrón, con el tal ni aun comáis”, cita el primer libro de los Corintios el pastor Léster Cruz, para justificar la expulsión.

Sobre el diezmo, el presbítero anglicano, Luis Vega, considera que este debe ser voluntario y no exigido, ya que primero está “el derecho a vivir”.

VISIÓN “ESTRICTA” DEL REINO DE DIOS

Eduardo Cruz

¿Por qué en las religiones hay tanto empeño en cumplir la doctrina de manera literal? ¿Por qué tanta reprimenda? La respuesta podría estar en la manera en que se ven las cosas espirituales.

Investigadores del Centro de Análisis Sociocultural (CASC) de la UCA determinaron que en la mayoría de las iglesias cristianas existe una “visión escatológica del Reino de Dios”, es decir, las prédicas están enfocadas en las realidades últimas como la muerte, el juicio final, el infierno y la gloria o cielo, y también en las teorías apocalípticas religiosas, por ejemplo el milenarismo (cada mil años puede ser el fin del mundo).


De acuerdo con una encuesta realizada en dos iglesias católicas y dos evangélicas, más de la mitad de los encuestados cree que el Reino de Dios se manifiesta en el presente, un 25.6 por ciento en el presente y futuro y un 9 por ciento cree que solo en el futuro. “Si esta visión del reinado en el presente se asumiera desde una perspectiva histórica y estructural, sería un signo de madurez teológica de ver la realidad desde la fe. Sin embargo, es posible que muchos miembros de estas iglesias, sobre todo las pentecostales, consideren que en el mundo actual se da la guerra espiritual entre Dios y Satanás, una especie de maniqueísmo en el que el cristiano o cristiana está incardinado en este campo de batalla luchando ante las tentaciones, las fuerzas del mal, por ello es importante que cumplan con rigor los preceptos y obligaciones según la doctrina”, explicó Mario Sánchez, director del CASC.

“Nada qué hacer en este mundo”

Es muy llamativo también que en el estudio se resalta que el 56 por ciento de los encuestados cree que nada se puede hacer por cambiar el mundo, porque todo está en manos de Dios. Esta visión contrasta con apenas el 12 por ciento que está en desacuerdo. “Este porcentaje es significativo, dado que es una muestra del pensamiento providencialista que aún pervive en el imaginario de muchos creyentes. Sobre esto el doctor Andrés Pérez-Baltodano ha planteado que este pensamiento configura en cierta forma la cultura política nicaragüense”, agregó Sánchez.