viernes, 21 de octubre de 2011

Sacerdote expresa: la penalización del aborto es injusta


La penalización es injusta, inútil e inmoral
Luis Pérez Aguirre (sacerdote).

(1941- 2001)

Católicas por el derecho a decidir de Nicaragua, les comparte el escrito del padre Luis Pérez, recordando su legado, en relación a la problemática de la vida de las mujeres.

Este artículo, * el primero que escribió sobre el aborto, le valió en su momento al sacerdote Luis Pérez Aguirre una sanción de la Iglesia Católica. Desde un punto de vista cristiano, el recientemente desaparecido sacerdote marcaba una posición absolutamente discrepante con las definiciones oficiales del Vaticano y de las autoridades de la Iglesia uruguaya.

Luis Pérez Aguirre La presentación de un nuevo proyecto de legislación sobre el complejo problema del aborto en nuestro país tiene de positivo el que se vuelva a hablar del tema sin tapujos. Pienso que el objeto central del debate debe ser siempre apoyar a las personas que se encuentran ante el doloroso dilema del aborto. Habría que dar signos claros en ese sentido dado que lo polémico del asunto hace que se tiendan a polarizar las posiciones en torno a si estamos ante un crimen o no, si hay que penalizar o despenalizar el aborto, si la persona empieza su existencia en tal o cual momento, etcétera.

Ayudará al esclarecimiento del debate puntualizar en brevísimos párrafos cual es la posición oficial de la Iglesia Católica respecto del aborto para luego explicar en qué puntos pienso que deberá avanzar una nueva propuesta cristiana.

La Iglesia afirma en el reciente catecismo que "la vida humana debe ser respetada y protegida de manera absoluta desde el momento de la concepción. Desde el primer momento de su existencia el ser humano debe ver reconocidos sus derechos de persona, entre los cuales está el derecho inviolable de todo ser inocente a la vida". (n.2270.Cfr. Congr. Para la Doctrina de la fe, Instr. Donum vitae 1,1).

Después de afirmar que "desde el siglo primero, la Iglesia ha afirmado la malicia moral de todo aborto provocado y que esta enseñanza no ha cambiado"(n.2271), sostiene que "la cooperación formal a un aborto constituye una falta grave (y) la Iglesia sanciona con pena canónica de excomunión este delito contra la vida humana"(n. 2272).

Dice también que debe ser elemento constitutivo de la sociedad y de su legislación, entre otras cosas, "el respeto y la protección que se han de garantizar, desde su misma concepción a quien debe nacer (y) exige que la ley prevea sanciones penales apropiadas para toda deliberada violación de sus derechos"(n.2273). Finalmente, "puesto que debe ser tratado como una persona desde la concepción, el embrión deberá ser defendido en su integridad"(n.2274).

MI PUNTO DE PARTIDA. Por si después no queda claro, ayudará a establecer desde ya cuál es mi posición personal y lo que quiero proponer aquí como alternativa cristiana.

a) Todo aborto es destrucción de una vida humana (no digo persona humana) y, como tal, un gravísimo e irreparable daño.

b) El concepto de crimen es difícilmente aplicable al aborto. Es más, pienso que en Uruguay la mayoría de los abortos no caen bajo la ley que los considera como un crimen imputable. Por ello me siento obligado a estar del lado de las mujeres que se han sentido impulsadas a abortar.

c) La penalización del aborto no soluciona el problema planteado y de hecho, resulta en una grave injusticia, dañina en la inmensa mayoría de los casos. Por lo tanto es inmoral y no puedo menos que estar totalmente en contra de la penalización del aborto.

d) Todas estas afirmaciones se desprenden de mi convicción moral cristiana que creo se enraíza en el espíritu de Jesús.

Si de todo sufrimiento humano debemos hablar con respeto y vergüenza de no hacer todo lo posible por superarlo, con más razón de la angustia, la agonía y la culpabilidad inducida por el aborto en nuestra sociedad.

Me hago cargo del hecho de que como varón nunca podré sentir y vivir esa situación como la mujer. También del hecho que no lo pueden vivir y discutir de la misma manera las mujeres que lo han vivido y aquellas que no; de quienes lo vivieron acorraladas y empujadas a ello por muchas razones y quienes lo vivieron con recursos materiales y otras seguridades. Debo dejar constancia también del silencio sufriente de las víctimas más indefensas y afectadas por el aborto: las mujeres pobres, los fetos y sus familias.

Detrás del problema del aborto, de su penalización o no, se juegan otras realidades humanas muy graves: la dignidad de la mujer, la injusticia social, el machismo, la ignorancia respecto de la sexualidad, diferentes actitudes culturales y morales respecto de la vida, el uso de anticonceptivos, de la moral, el papel de las autoridades civiles y eclesiásticas, etcétera. Esto complica y generalmente desvía el debate llevándolo a callejones sin salida.

Es claro para todos que el aborto siempre es una tragedia, un daño irreparable. Nadie justifica el aborto en principio y todos pensamos que hay que luchar contra él eficazmente. Ninguna mujer aborta por deporte, gustosamente o por diversión.

ACERCA DE LA JUSTICIA. A los efectos de centrar el debate me parece imprescindible aclarar qué es hacer justicia.

La primera forma de entender cómo se establece o repara la justicia es ajusticiando (de acuerdo con la ley) al culpable de un delito. Esta justicia, la nuestra, termina en la cárcel o su equivalente de acuerdo con la gravedad del dolo.

La segunda forma de entender qué es hacer justicia, significativamente la inversa de la anterior, afirma que basta con encontrar una ley o una tradición moral (y una autoridad) que explique o avale, que justifique nuestro comportamiento, para que hayamos cumplido con la justicia.

Pues bien, pienso que ninguna de las dos posiciones tiene nada que ver con la solución justa. Por eso sólo cabe una tercera manera de entender el hacer justicia. Creo que nos ayudaría aquí usar el término ajustar. Para el humano, hacer justicia es (debería ser) lograr – creativa y responsablemente- la supervivencia de toda vida en el cosmos: que la realidad y los seres vivos (especie e individuos) se ajusten armoniosamente de tal manera que sea posible al supervivencia de todos.

Se debe centrar el debate en descubrir qué pasos hay que dar para evitar, de manera realista y eficaz, el que se sigan realizando abortos, o mejor, para evitar que una mujer se tenga que plantear el aborto como única alternativa, o como la menos amenazante en un momento concreto de su vida.

EVITAR LOS ARGUMENTOS FALACES. No se puede simplificar la polémica sobre el aborto en dos bandos extremos irreconciliables: el que dice que para salvar fetos hay que ajusticiar, eliminar o sancionar socialmente a las madres y el que sostiene, por el contrario, que para defender a las madres se puede aceptar o justificar la destrucción de los fetos. En esta disyuntiva de hierro lo trágico es que se ajusticia siempre a la propia víctima, porque es la más débil, la que no puede o no tiene los medios para defenderse.

Detrás de estas simplificaciones está una posición social hipócrita, dispuesta a no conceder que una mujer pueda abortar ni tampoco a que pueda tener os hijos que quiera sin que la corran de la casa sus padres o sus maridos, que no le den trabajo o la corran del trabajo los patrones por estar embarazada, que la excomulguen de la Iglesia, o simplemente la corran de la vida el hambre y la miseria.

Claro, es mucho más fácil evitar todo este conflicto amenazándola con la cárcel si aborta. Siempre será más fácil eliminar fetos o mujeres que luchar contra las verdaderas causas sociales del aborto. Lo paradójico es que ninguna de lasa dos posiciones ha llevado nunca a terminar con los abortos sino con las víctimas. Mientras persistan las causas que llevan a las mujeres a abortar, ellas seguirán abortando.

-El embrión no es parte del cuerpo materno.

Ninguna persona medianamente informada de las realidades biológicas puede sostener hoy día que la mujer es una especie de recipiente y que dentro de ese "frasco" hay un feto que tiene el inviolable derecho a vivir. Pero tampoco puede sostener que el feto es parte de la madre. Es un hecho biológico incontrovertible que ya el cigoto tiene una carga genética propia, y que por lo tanto no puede ser considerado parte del organismo de la madre. En el caso del feto, además, regula sus propias funciones, etcétera. Ninguna mujer embarazada, por lo demás, piensa que lleva una especie de tumor o excrecencia en su propio organismo. Por otro lado sería ridículo no sostener que sólo quien puede embarazarse es la mujer. Una probeta nunca podrá estar embarazada a pesar de que contenga en su interior un óvulo fecundado.

-Mi cuerpo es mi propiedad

Podemos también decir que el manido argumento de algunas feministas de que mi cuerpo es mi propiedad, también es parcial y falsea la realidad. Presupone una visión individualista e irreal porque "mi cuerpo" es también una realidad social y como yo pertenece a la sociedad, no puedo hacer con él lo que se me ocurre. Si la mujer tiene un derecho válido y fundamental a decidir sobre su cuerpo ese derecho es el de un ser social, no puede ser absoluto y totalmente independiente de los demás seres que conforman su realidad.

*El embrión es una persona humana.

Son varias las razones fijar con certeza científica el momento cuando aparece una persona humana:

a) La inmensa mayoría de los cigotos nunca llegará a implantarse en la matriz (hasta el 80 por ciento) y sería extraño pensar que la propia naturaleza "desperdicia " la mayoría de las "personas".

b) Antes de la anidación del embrión (unos 14 días) no existe individualidad, la estructura celular no define la individuación: pueden resultar gemelos (dos individuos) de un cigoto inicial, o un solo individuo de dos cigotos iniciales. Y parecería haber consenso en que la individualidad es constitutiva sine qua non de la persona.

c) La información genética que posee el cigoto es insuficiente para su desarrollo. Para que continúe el proceso y haya persona se requiere información genética exógena, que no está presente en el cigoto. La presencia de un código genético en un cigoto desde el principio no determina la existencia de una persona. Esta información no es operativa para generar los procesos ulteriores de desarrollo.

d) Se argumenta que entre el cigoto y la persona futura existe una relación de "potencia" y "acto". Es decir, que es persona "en potencia" la que después será persona "en acto". Pero este principio filosófico parece no operar en el terreno de la biología. No existe una relación física continua como de la potencia al acto, por la sencilla razón biológica de que el cigoto sólo sería potencia en términos de información genética. Si no entran en juego muchos otros elementos exógenos, la potencia que sería el cigoto nunca podría pasar a ser acto.

Lo que sí existe es la posibilidad de un desarrollo continuo de la vida humana (de donde podemos deducir un principio vital) y junto a esa realidad aparece la de la debilidad inicial del ser humano, que permite visualizar al aborto como un al tramo más indefenso de la vida, y esto plantea una diferencia en el plano ético con otros tipos de agresión a la vida como la guerra defensiva o la pena de muerte.

-La vida humana comienza con la fecundación.

Pero la defensa de la vida humana no es absoluta en todos los casos, sabemos que siempre hubo excepciones. Y más allá del planteo ético, si vamos al extremo del dato biológico-estadístico, nos encontramos con que la misma naturaleza es normalmente abortiva. Los biólogos calculan con un amplio margen de verdad que el 70 u 80 por ciento de las concepciones tiene anomalías cromosómicas y termina en abortos debido al sistema de selección natural que opera durante los siete primeros días después de la fecundación. Y antes de la implantación, que generalmente se produce a los 21 días, lo que existe es información genética derivada de la conjunción entre el óvulo y el espermatozoide. Y para que se consolide esa vida es fundamental que intervengan en interactúen muchos otros factores ambientales. En este estadio no podemos hablar de persona humana, simplemente de vida humana en desarrollo.

Y llevando más lejos el argumento de la moralidad o inmoralidad de interrumpir el proceso es importante saber que desde el punto de vista biológico es absurdo forzar posiciones éticas, políticas o religiosas, hablar de crimen o asesinato de una persona humana. Porque generalmente esos argumentos parten de una decisión de fijar arbitrariamente un momento de un proceso evolutivo.

Entonces, el problema de la penalización de aborto se reduciría a ponernos de acuerdo en o siguiente: "¿A partir de qué etapa del desarrollo embrionario se justifica su interrupción? La discusión a este nivel resulta trivial desde el punto de vista biológico, ya que cualquier intervención humana cuya finalidad sea evitar el desarrollo de un óvulo tendrá la misma consecuencia: ¡impedir que nazca un bebé!(...) Si el óvulo es el eslabón entre una generación y la siguiente, ¿en qué etapa de su desarrollo es moral evitar que se continúe?".

¿QUÉ PUEDE DECIR LA ETICA?. En realidad muy poco y mucho a la vez, porque la ética raras veces abandona la ambigüedad y las generalidades. Y no las abandona porque no puede. El aborto es un excelente ejemplo de la insuficiencia de los imperativos categóricos para resolver casos concretos, y también un ejemplo de la autonomía de la persona como última instancia decisoria.

¿El derecho a la vida está en el mismo plano que los otros? Yo creo que no, pero el valor de la vida no es único, hay otros valores y es común que se den conflictos de valores entre vida y libertad, entre hijo y madre, entre hijos, etcétera. Hay muchos valores y conflictos generalmente muy difíciles de solucionar. Pero también vimos que el valor de la vida no es un valor cualquiera, tampoco es un valor único, es un valor radical, fundante. El asunto es que la vida siempre será un valor fundamental, no un mero concepto descriptivo. Al menos siempre nos sería difícil reducirla a la mera vida biológica.

Llego a la conclusión de que, por tal razón, una ética que pretenda ser para todos (y no sólo para un grupo religioso) estará generalmente obligada a optar por suspender el juicio ante el aborto, es decir, dejar la decisión a la autonomía de la persona (y esto es otro principio sine qua non de la ética). Habrá que tener también en cuenta circunstancias, plazos, etapas y las vidas que están en juego en cada caso, porque son diferentes y no puede haber una respuesta válida unívoca para cualquier situación. La decisión moral, finalmente, será siempre personal, solitaria y, en consecuencia, muy dolorosa y nada fácil. Al menos podemos evitar que sea clandestina.

EL DESAFIO DE AJUSTAR LA REALIDAD. Si el aborto implica una injusticia fundamental en sus dos vertientes, que están dialécticamente relacionadas, el problema no es buscar cómo se castiga a las mujeres que abortan, ni tampoco que puedan abortar en paz. Se trata de luchar para que cada mujer pueda sentirse reconocida y se respete su derecho a tener los hijos que quiera, sin verse amenazada por su embarazo a raíz de realidades económicas, laborales, de salud, de entorno familiar, religiosas, de reputación, etcétera.

Mientras no logremos un análisis serio de las causas y las condiciones socioeconómicas y culturales del aborto, mientras no iniciemos un proceso responsable de ajuste social para eliminarlas, todo juicio y castigo a las supuestas culpables no pasa de ser un fariseísmo moralista que se leva las manos y la conciencia.

Si somos realistas tenemos que aceptar que en este momento en nuestro país es difícil esa justicia, no es por tanto posible dar respuestas morales eficaces. Quizá sólo podamos empezar a ajustar esa realidad quitando muchos elementos negativos que estén a nuestro alcance.

Volvemos a la necesidad de despenalizar el aborto. Porque mientras exista tan monumental desajuste social la capacidad de hacer justicia y de verdadera misericordia en nuestra sociedad será lejana. Así la penalización hace de pantalla distractiva que impide enfrentar con la mínima honestidad el problema del aborto. Mientras la sociedad no abra salidas reales para que las mujeres no se vean empujadas a abortar, no tiene derecho a penalizar el aborto. Ya dijimos que es hipócrita e inmoral castigar por un lado lo que ella misma obliga a cometer por el otro.

¿EL ABORTO ES UN CRIMEN?. Si ya dijimos claramente que el aborto es un daño gravísimo, un atentado contra la vida humana que afecta de manera irreparable y definitiva una po más vidas y que nunca se podrá reajustar, ello no quiere decir que automáticamente el aborto sea un crimen, y que en ninguna circunstancia se pueda abortar sin cometer una grave inmoralidad.

No todos los homicidios se castigan de la misma manera e incluso hay algunos que lisa y llanamente están exentos de sanción penal. El ejemplo más trágico de esto es el verdugo que aplica la pena de muerte: mata seres humanos, pero legalmente no es un criminal.

Al respeto recordemos que desde siempre la moral tradicional distinguió entre daño y culpa. El daño sí es algo objetivo y depende directamente del desajuste o deterioro que se produce en la vida humana, en las personas concretas y su entorno. Pero la culpa es otra cosa. Depende de otros factores como el de la libertad, el conocimiento, la responsabilidad de quien comete el daño.

De aquí se deduce que si no hay libertad real, sea porque dicha persona realmente no pudo – o no vio que podía- actuar de otra manera, por mil razones, como por ejemplo porque actuó bajo presión grave, física o psicológica, esa persona no debe ser culpable ni imputable de castigo.

El mismo derecho canónico de la Iglesia Católica establece claramente las circunstancias que eximen de culpa y castigo a quien infringe la ley (y por tanto no cabe la excomunión). El Canon 1324 especifica que "se debe atenuar la pena establecida en la ley o precepto (...) cuando el delito ha sido cometido por quien actuó coaccionado por miedo grave".

Es evidente, para el observador honesto, que la mayoría de las mujeres que abortan en nuestro país se encuentran en este tipo de circunstancias. Lo ve como la salida menos destructiva e inhumana, como la única salida. Difícilmente podríamos alegar que aquí hay egoísmo, maldad o comodidad. Está entre una trágica disyuntiva entre lo que percibe como dos males y normalmente se inclinará por el que consideró menor en esas circunstancias. Por lo tanto, ni puede considerarse culpable, ni cae bajo la excomunión y tampoco debería caer bajo una pena civil.

Es por demás ridículo aducir aquí alternativas ideales, hablar de heroísmos o de soluciones como la de que se den a luz esos niños y se entreguen en adopción. Ello ignora la enorme carga de sufrimiento y culpabilidad que llevan el embarazo no deseado y el desprenderse después del hijo en esas condiciones. Además de que prácticamente sería imposible plantearse la adopción de miles de niños por año en el país.

CONCLUSIONES. Debemos procurar en este debate zafar a la danza de las cifras que se usan para justificar las diversas posiciones en contra o a favor de la penalización del aborto. Dada la clandestinidad de la mayoría de los abortos, la complejidad de sus causas y mil factores más, es casi imposible obtener datos precisos. A esto se suma que los datos se manejan de manera tremendista, con interpretaciones parcializadas o manipuladas, para apoyar una u otra opinión. Y esto en todos los campos: médico, legal, religioso, etcétera.

Si aceptamos la noción de hacer justicia como el ajustar la realidad para que vuelva a ser humana en determinada circunstancia, es evidente que ajusticiar por medio de una ley que castiga el aborto no resuelve nada. No se reajusta nada porque no le da a la persona las posibilidades de vivir mejor y superar las circunstancias que la llevaron al aborto. Encarcelar a una madre de familia, como nos podemos imaginar, crearía unos problemas insolubles que tendrían como efecto casi automático la destrucción de los hogares Aquí el castigo sólo añade un mal a otro que se pretende evitar.

Si la penalización es inútil, todavía se podría pensar que la amenaza cumple una función disuasiva para impedir que se siga abortando. Pero esto es totalmente falso. A los hechos nos remitimos: con la ley vigente desde hace muchos años, ni se aplica ni se ha dejado de abortar Y esto por la sencilla razón, entre otras, de que si una mujer llega a la circunstancia de versa tan acorralada y en tal angustia que decide incluso arriesgar su salud y hasta su vida para salir de ella, no se va a detener por el miedo al hipotético castigo, que por lo demás depende de si es descubierta o no, de si ulteriormente es acusada y de si finalmente es condenada, cosa que sabemos improbable que suceda.

En conclusión: si la norma penal no tiene la más mínima eficacia, no tiene sentido alguno mantenerla. Más aun, sino se dan las condiciones mínimas que hacen humanamente posible el cumplimiento de una ley ésta no obliga, es inválida y quien la exige o pretende aplicarla es injusto. Es, creo, el caso de la ley que penaliza el aborto actualmente en nuestro país.

lunes, 17 de octubre de 2011

Sacerdote defiende el aborto terapéutico




"El aborto terapéutico es ético"

Por: Cecilia Orozco Tascón / Especial para El Espectador

El sacerdote jesuita Carlos Novoa, doctorado en Ética, analiza como religioso y como científico la propuesta de prohibir en cualquier circunstancia el aborto en Colombia.

"No comparto argumentaciones del Procurador", dice el padre Novoa. / Óscar Pérez

Cecilia Orozco Tascón.- ¿Los deberes éticos que nacen de la teología se le pueden imponer a una sociedad entera?

Padre Carlos Novoa- No, de ninguna manera. El Concilio Vaticano II, del cual vamos a celebrar en 2012 los 50 años de su iniciación, mencionó expresamente la libertad religiosa. En la declaración Dignitatis humanae (Dignidad humana) el santo Concilio dice, acerca de la libertad religiosa, que a ninguna persona se le puede imponer una religión. Dicho de otra manera, a nadie se le puede violentar su conciencia, mucho menos en materia de asuntos religiosos. Adicionalmente, la Constitución del 91 que estableció que Colombia es un Estado Social de Derecho, también declaró que es un Estado no confesional. Estos son los marcos de la discusión sobre el aborto.

C.O.T.- ¿Se puede violentar la conciencia de otros con el argumento de que priman las creencias religiosas del grupo más numeroso o el más poderoso?

P.C.N.- Jamás se puede violentar la conciencia del otro.

C.O.T.- ¿Usted está de acuerdo con el proyecto primero legislativo, y en el futuro mediante referendo, que pretende hacer aprobar la prohibición absoluta de la práctica del aborto en contravía de una decisión de la Corte Constitucional?

P.C.N.- Evidentemente la sociedad civil tiene derecho a debatir todos sus puntos de vista y a los católicos también nos asiste el derecho de intervenir, aunque no con argumentaciones religiosas. Pese a que como dice el gran maestro de la ética contemporánea Jürgen Habermas, hay que oír las religiones, esta discusión debe ser secular. Como sacerdote y al mismo tiempo como hombre de ciencia, resumiría la situación del debate sobre el aborto diciendo que estamos cargando las tintas donde no hay que cargarlas…

C.O.T.- ¿Por qué?

P.C.N.- Porque el problema del aborto no se soluciona con la prohibición ni encarcelando a nadie. No podemos manejar de cualquier manera lo que implica ese drama, ni podemos asimilarlo a un homicidio que se comete con premeditación y alevosía. Ese planteamiento no tiene presentación desde la óptica de la ética teológica, de la ética filosófica o de la jurisprudencia, porque en la mayoría absoluta de los casos el aborto es un drama que se presenta cuando las mujeres se quedan sin otra alternativa.

C.O.T.- Esa afirmación en labios de un sacerdote católico suena fuerte. ¿Es su opinión personal o tiene un fundamento teórico que lo sustente?

P.C.N.- Claro que sí: de nadie más ni nadie menos que Juan Pablo II. En su encíclica Evangelium vitae (Evangelio de vida, N° 17) dice textualmente: “Las opciones contra la vida —entre ellas el aborto, añado yo— proceden, a veces, de situaciones difíciles o incluso dramáticas de profundo sufrimiento, soledad, falta total de perspectivas económicas, depresión y de angustia por el futuro. Estas circunstancias pueden atenuar incluso notablemente la responsabilidad subjetiva y la consiguiente culpabilidad de quienes hacen estas opciones en sí mismas moralmente malas”. Así que desde la concepción de Juan Pablo II no se puede ver el drama del aborto simplemente con soluciones de cárcel, de penalización o de castigo.

C.O.T.- Cuando usted dice que “se están cargando las tintas” en donde no hay que hacerlo, ¿se refiere a la “atenuación de la responsabilidad” de la que habla Juan Pablo II en la cita que menciona?

P.C.N.- Exactamente. No conozco a la primera mujer a la que le encante abortar. Creo que todos estamos de acuerdo en que el aborto no es ideal. Pero hay que comprender humanamente “las situaciones difíciles o incluso dramáticas y de profundo sufrimiento” que enfrenta una mujer angustiada y sola.

C.O.T.- ¿Cuál es su opinión sobre los promotores del proyecto de prohibición y penalización total del aborto que ahora intentarán hacer un referendo?

P.C.N.- Hay que decir la verdad: tenemos entre los promotores de ese proyecto a un grupo de personajes de la más dudosa reputación. Ellos son como el diablo que pretende hacer hostias. No sé con qué cara los señores del PIN, a los que conoce bien la opinión pública, hablan de ética. Concreto más: ¿qué autoridad moral tienen algunos de los actuales congresistas del Partido Conservador para meterse a agitar esa bandera? Por ejemplo, ¿qué hace ahí el señor Corzo que se quejaba hace unos días de que no tenía dinero para la gasolina de su vehículo y el de sus escoltas, mientras que Planeación sostiene que quien gane $190.000 al mes está por encima del nivel de pobreza? ¡Qué cinismo el de los partidos que votaron por ese proyecto y que simultáneamente tienen a varios de sus miembros encarcelados por la narcoparapolítica!

C.O.T.- ¿Cree que los prohibicionistas están buscando limpiar su imagen ante la población creyente del país?

P.C.N.- Claro que lo creo. Esos políticos quieren lavarse la cara y aparecer como muy católicos y cristianos para recoger votos a costa del dolor de muchas mujeres.

C.O.T.- Los extremismos de cualquier creencia, ¿promueven o le hacen daño a la religión?

P.C.N.- Les hacen daño no sólo a las religiones, sino también a la sociedad.

C.O.T.- ¿Qué reflexión se hace usted ante el hecho de que el gran promotor de ese proyecto sea el procurador general de la Nación, que parece velar por los derechos sólo de aquel sector de la población que comparte creencias con él?

P.C.N.- No comparto muchas de las argumentaciones del procurador, pero es necesario hacer una claridad: nadie quiere incentivar la práctica de los abortos. Todos estamos de acuerdo en que es un drama que hay que evitar. Hay una gran polémica sobre el momento en que surge la vida humana y yo, como hombre de ciencia, no me puedo cerrar a la discusión y tengo que reconocer que hay argumentos muy serios en uno y otro sentido. Sin embargo, usted lo ha señalado: el problema de fondo es que se está moviendo una agenda muy sutil de tergiversación de la sensibilidad católica.

C.O.T.- ¿Cuál de las posiciones sobre el momento en que hay vida humana asume usted?

P.C.N.- La de la Iglesia, que dice que hay vida desde la fusión del óvulo y el espermatozoide, que es, al mismo tiempo, una postura científica seria dentro de muchas otras. Por eso nosotros no estamos de acuerdo con el aborto y eso debe quedar claro. Pero al mismo tiempo, tampoco estoy de acuerdo con el encarcelamiento y castigo para las mujeres que abortan.

C.O.T.-. Vuelvo al tema del procurador: con su autoridad, él ejerce presión sobre la conciencia de las mujeres, pero también sobre las de los médicos y las clínicas a los que, además, amenaza con investigaciones. El ejercicio del poder en esas condiciones, ¿no llega a ser abusivo y en consecuencia inmoral?

P.C.N.- En términos generales, diría que no se debe cultivar un ejercicio punitivo del poder ni tampoco incentivar las caserías de brujas frente a todas las situaciones de conflicto, como es el tema del aborto. En concreto, pienso que no es papel del procurador imponer posturas éticas en temas absolutamente polémicos. En este sentido, se daría un abuso de autoridad y de poder.

C.O.T.- ¿Un tema con tantas implicaciones científicas y de salud pública puede decidirse en un referendo popular?

P.C.N.- Esa respuesta no se puede dar en sentido general, sino que es necesario ubicarse en el momento cultural colombiano. Si hubiera educación sexual integral de la población en sus tres niveles, es decir, el psicológico, el fisiológico y el espiritual, la gente sería capaz de decidir con pleno conocimiento del tema. Lamentablemente la situación en Colombia no es la ideal para plantear ese tipo de problemas en las urnas.

C.O.T.- La Corte ha dicho, y se mantiene vigente su orden, que es posible abortar en tres casos específicos…

P.C.N.- Hay que afinar el argumento que algunos tergiversan: la Corte lo que ha hecho es despenalizar el aborto en tres situaciones extremas: violación, malformación y pocas posibilidades de vida del feto, o peligro para la vida de la madre. No es cierto que haya dicho que el aborto es legal.

C.O.T.- ¿Usted está de acuerdo con esa sentencia de la Corte?

P.C.N.- Es una pregunta muy compleja. A la comunidad católica no le resulta clara esa sentencia de la Corte Constitucional. Como sacerdote tengo que decir que no estoy de acuerdo, pero como ciudadano pienso que es respetable.

C.O.T.- ¿Cómo se resuelve el dilema desde el punto de vista de la ética teológica: la vida de la madre o la vida del hijo? ¿Es preferible que ella muera para que viva el hijo?

P.C.N.- Técnicamente hablando, usted está refiriéndose al aborto terapéutico que es el que se practica por razones médicas. Por ejemplo, un embarazo extrauterino, o sea el que se desarrolla en las trompas de Falopio, pone en riesgo la vida de la mujer. Pero del otro lado allí hay vida humana, según corrientes muy serias de la biología, la genética y la medicina. Su pregunta entra, entonces, en un campo muy delicado de la ética que tiene que ver con el bien moral más valioso, el de la vida humana que hay que proteger de manera especial. No obstante, ese bien no es un absoluto. Por eso se puede decir que el aborto terapéutico es ético.

C.O.T.- ¿Cómo así que la vida humana no es un bien absoluto?

P.C.N.- Un absoluto ético es aquel horizonte contra el cual yo no puedo actuar jamás. Los absolutos éticos en el consenso mínimo universal son la base de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, Personales y Sociales de 1948: la dignidad de la persona humana y la solidaridad. Nadie puede actuar en contra de esos absolutos. En cuanto a la vida humana, debo protegerla, pero hay ciertos momentos en que puedo actuar contra ella. Por ejemplo, en legítima defensa personal. O en el ejercicio del monopolio de las fuerzas por parte del Estado, aunque ajustado, claro está, al Derecho Internacional Humanitario. O por una causa superior, como la de Jesucristo, que puso en peligro su propia vida por la humanidad. En esos momentos surge un paradigma ético que consiste en la ponderación de los bienes morales, en este caso, el de la vida del cigoto y el de la vida de la madre. Prima el de la madre.

C.O.T.- ¿Es éticamente aceptable que una mujer violada quiera abortar?

P.C.N.- En ese caso nos encontramos con las situaciones límite de que nos habla Juan Pablo II. Yo la invitaría, la comprendería y le pondría terapia psicológica para que se quede con la vida. Le proporcionaría soluciones de última instancia, como la adopción. Pero en última instancia es ella quien tiene que decidir en conciencia lo que va a hacer. Lo dice el Concilio y lo dice la Constitución de Colombia.

C.O.T.- Un médico católico común y corriente, que trabaja en un hospital público, ¿cómo debe actuar cuando llega una mujer para que le practique un aborto?

P.C.N.- Debe examinar, oír a su conciencia y decidir.

C.O.T.- ¿Cómo se decide en conciencia?

P.C.N.- Cuando yo respeto la dignidad humana y cuando soy sinceramente solidario, todos mis comportamientos se orientan a las opciones que se toman en conciencia. Evidentemente si el médico es católico no va a creer que el aborto es el camino ideal, pero podrá evaluar si está ante una mujer que —parafraseando a Juan Pablo II— se encuentra en “una situación difícil o incluso dramática, de profundo sufrimiento, soledad, falta total de perspectivas económicas, de presión y de angustia por el futuro”. Esas circunstancias pueden atenuar “incluso notablemente la responsabilidad subjetiva y la consiguiente culpabilidad” del médico frente a esa tragedia terrible que es el aborto.

Aborto, un tema para el campo constitucional

El padre Carlos Novoa es licenciado en Teología y en Filosofía, con maestría y doctorado en Ética. Se especializó en ética sexual y en ética económica-política. Es profesor investigador en las facultades de Teología, Economía, Arquitectura y en el doctorado de Derecho. Ha publicado 13 libros y 50 artículos especializados.

C.O.T.- ¿Los lectores no creyentes pueden interesarse en sus respuestas?

P.C.N.- De una parte soy un hombre de ciencia y, de la otra, un sacerdote. No me puedo abstraer de lo uno o de lo otro, pero sí sé cuidar bien las diferencias.

C.O.T.- ¿Un teólogo estudia la ética desde el punto de vista de los creyentes?

P.C.N.- Esta ciencia tiene dos vertientes: una teológica, que evidentemente es para los creyentes, y una filosófica. Ambas son autónomas. He estudiado las dos y por eso sé que desde la ética teológica se les pueden hacer propuestas a los no creyentes. Éstos se mueven en la esfera de la ética filosófica.

C.O.T.- ¿Cuál de esas dos es pertinente para discutir el intrincado tema del aborto?

P.C.N.- En ese debate, que tenemos que resolver dentro del consenso constitucional, la única ética que cabe es la filosófica.

"Aman tanto la moral que tienen dos"

C.O.T.- Los políticos ultraconservadores que posan de religiosos, ¿representan a los católicos?

P.C.N.- Van a contrapelo del núcleo del catolicismo que es el Evangelio. No me parece católica alguien dedicado al robo del erario o al narcoparamilitarismo. El Evangelio dice: “No he venido a buscar la muerte del pecador, sino a que se convierta y viva”. La perspectiva católica auténtica no consiste en castigar a las personas que están en dificultades. Usted no se imagina cuántas mujeres nos buscan a los sacerdotes para confiarnos el drama que viven. Y encima proponemos meterlas a la cárcel. Esa actitud no tiene nada de cristiana.

C.O.T.- De todas maneras, ellos se tomaron las banderas del catolicismo…

P.C.N.- Como dice Daniel Samper Ospina, esos personajes aman tanto la moral que tienen dos. ¿Por qué en vez de promover proyectos punitivos no le metemos una plata a un gran programa nacional de educación sexual? O, ¿no destinamos esfuerzos y recursos a disminuir una de las grandes causas del aborto que es la pobreza? ¿Por qué no atacamos las causas sociales que provocan, según cifras del Ministerio de la Protección Social, 300 mil abortos clandestinos al año, 70 decesos anuales y 132 mil víctimas de traumas físicos?

jueves, 13 de octubre de 2011

¿Se vive mejor sin Dios?


TRIBUNA: JUAN ARIAS

¿Se vive mejor sin Dios?

JUAN ARIAS 12/10/2011

Me pregunta un amigo por qué en tiempos de crisis, incluso las económicas como en la actualidad, el ser humano se refugia más en la fe en Dios. Difícil responder a esa pregunta, ya que para mí si Dios sirve para algo debería ser para los tiempos de alegría y felicidad, no para los tiempos del miedo.

Si Dios sirve para algo debe ser para los tiempos de alegría y felicidad, no para los del miedo

Los padres del científico y escritor Leonard Mlodinov se salvaron de las garras del Holocausto. Él mismo salvó su vida el fatídico 11 de septiembre, en los bajos de una de las Torres Gemelas de Nueva York cuando se hundió. En una entrevista reciente le preguntaron en Brasil qué sentía al saber que Dios había salvado milagrosamente su vida y la de sus padres. Respondió: "No fue Dios, sino el acaso". Y añadió: "¿Qué Dios sería ese que salva a mis padres del nazismo y deja morir a seis millones de otros judíos?". "¿Qué Dios sería ese que me salva del atentado terrorista de Nueva York y deja morir a otras 3.000 personas?".

Difícil encontrar a Dios en los escombros de la muerte.

Lectores que no conozco suelen preguntarme, unos con respeto, otros, menos, si pienso que sin Dios se acaba viviendo mejor. Escribí hace 40 años un libro que se titulaba El Dios en quien no creo. Había sido el título de un artículo publicado en el desaparecido diario Pueblo de Madrid. Se les había colado a los censores franquistas. Quizás porque pensaron que si hablaba de Dios no podía ser nada subversivo. Lo era para la España católica y cerrada de entonces.

Me citó a su despacho el entonces arzobispo de Madrid, Casimiro Morcillo. Me dijo que el artículo estaba ayudando a los españoles a hacerse ateos porque afirmaba entre otras cosas que si Dios existe no podía existir el infierno y que no podía curar a unos y dejar morir a otros. Le mostré la carta que acababa de recibir de un matrimonio joven, en la que me decían que habían recortado el artículo y conservado para cuando sus dos hijos pequeños fueran mayores. "Nosotros no somos creyentes, pero si nuestros hijos un día quisieran creer, nos gustaría que creyeran en ese Dios irreconciliable con el infierno", decían.

No sirvió de nada. Desde aquel día, además de la censura franquista, la Iglesia de Madrid me impuso otro censor para mi columna de Pueblo, que se titulaba Las cosas claras. Sobre aquel libro, nacido de aquelartículo y traducido hoy a 10 idiomas, dos señoras encopetadas, cuando volvía en tren de Asís, donde había sido publicado, mirando con recelo la portada, me preguntaron: "¿Ese libro es a favor o en contra?" "Eso depende, señoras", les respondí.

Cada vez que hoy me preguntan si creo que es mejor o no creer en Dios suelo responder que eso no tiene importancia, ya que si existiese Dios, lo importante sería que él creyera en nosotros, como me había dicho monseñor Romero, quizás en su última entrevista antes de ser asesinado a tiros mientras celebraba la Eucaristía.

¿Se es más feliz sin Dios? Depende, señores. Difícil sentirse libres y realizados con el Dios al que aman y adoran los dictadores -con los que, por cierto, la Iglesia siempre se ha entendido mejor que con los demócratas-; difícil con el Dios absolutista incompatible con la democracia o con el Dios que recela de la sexualidad.

Es difícil que las personas, jóvenes o adultas, no lleven dentro de sí la sombra de un Dios castrador, aquel del que en un colegio de religiosas la madre superiora había escrito en los retretes de las alumnas: "Dios te está mirando".

El famoso poeta brasileño João Cabral de Melo Neto, cuando estaba para morir, quiso hablar con un sacerdote de la Teología de la Liberación. Le confesó que era ateo, pero que en aquella hora final lo asaltaba el miedo de "aquel infierno del que me hablaban de niño en la Iglesia". El teólogo le dijo que, además de no existir el infierno, un poeta nunca tendría lugar en él. Aquel teólogo era Leonardo Boff, condenado al silencio por el entonces cardenal Ratzinger y hoy papa Benedicto XVI.

El Dios del miedo es el Dios que no merece existir. El miedo es argamasa humana, es el arma de todos los poderes de la Tierra, no tiene nada de divino. Es tirano. Solo la felicidad es liberadora. El miedo es usado y abusado por las Iglesias institucionales. Jesús nunca impuso miedos a los que le seguían. Se los quitaba. Él los tuvo también. Tuvo miedo de morir, sudó sangre ante la inminencia de su muerte, pidió explicaciones a Dios de por qué dejaba que lo mataran si era inocente. Y de él tuvieron miedo los hipócritas y los poderosos, nunca los arrinconados o indignados.

Aquel profeta tenía solo un pecado: no creía en el sufrimiento ni en el dolor ni en la muerte como armas de redención. No soportaba ver sufrir a nadie. No le gustaban los muertos y los resucitaba. Nunca pidió a sus apóstoles que hicieran ayunos y penitencias, ni que fueran héroes o vírgenes. Estaban todos casados, como él.

Y no fue un profeta fácil: exigió, con naturalidad, algo que nos parece locura: devolver bien por mal. Sabía que la felicidad -que era su única teología- se engendra en la paz y no en la guerra, en el perdón y no en la venganza.

¿Se vive mejor sin Dios? "Depende, señores". Sin el que ofrecen las iglesias que no te permite morirte en paz, ni hacer el amor sin que te espíe como un policía, se vive mejor. Se vive mejor sin el Dios que pretende adueñarse de lo más sagrado del ser humano: su libertad y su conciencia. Por lo menos, sin él, se vive sin menos miedos, que no es poco.

¿Y con el Dios en el que creía monseñor Romero cuando lo acribillaron a balas en el altar por defender a los pobres contra el poder, se vive mejor?, se preguntarán algunos. ¿Se vive mejor con el Dios que apuesta siempre por los que pierden, el Dios de aquel Jesús que no solo perdonó en la cruz a los que blasfemaban contra él, sino que hasta los excusó: "Perdónales, porque no saben lo que hacen", expresión máxima del amor supremo que no humilla ni cuando perdona?

Creo que como mejor se vive es siendo fiel a la voz de la conciencia, más severa que las leyes porque no es posible burlarla, y que constituye la única fuente de libertad. El cardenal Newman, convertido del protestantismo al catolicismo, fue un defensor del primado de la conciencia sobre la ley. En la Carta al Duque de Norfolk cuenta que, si se viera obligado a hacer un brindis, lo haría "primero a la conciencia y después al Papa". Newman tiene una frase que aún hoy, después de dos siglos, sigue poniendo los pelos de punta a la Iglesia y a los teólogos tradicionales: "Prefiero equivocarme siguiendo a mi conciencia, que acertar en contra de ella". La Iglesia defiende, al revés, que la conciencia debe ser antes formada. Por ella y con el miedo, claro.

¿Se vive mejor sin Dios? Depende. Quizás se tenga a veces la tentación de creer en alguien más que humano, capaz de exorcizar la crueldad que siembra de muertos inocentes el planeta, la que pisotea a los que no tienen poder, la que exalta a los aprovechados, la que discrimina a los diferentes, la que violenta a los niños, la que quiere imponer a su Dios, la que humilla a la libertad. Pero ese, ¿no será más bien el Dios de nuestros sueños?

Se podría vivir mejor solo con el Dios -si existiese- capaz de quitarnos a los mortales el miedo supremo de la muerte, sin la cual, curiosamente, dejarían de existir las religiones, como afirmaba Saramago. Se viviría mejor con el Dios que no nos prohibiese soñar. ¿Existe?

lunes, 10 de octubre de 2011

Senado colombiano, pretende condenar a las mujeres a la muerte


Senado colombiano, pretende condenar a las mujeres a la muerte

COLOMBIA: El miedo al procurador

Tomado de: Semana.com

Por: María Jimena Duzán

OPINIÓN

Si este proyecto es aprobado, no solo las mujeres y las minorías llevarían del bulto. También los científicos serían candidatos a la hoguera.

Sábado 8 Octubre 2011

No lo duden: cuando el próximo martes, en la Comisión Primera del Senado, pase -y con votos de sobra- el polémico acto legislativo presentado por el Partido Conservador que busca, entre otras cosas, reversar el fallo de la Corte Constitucional que despenalizó el aborto en tres casos específicos, el primero en cobrar esa victoria va a ser el procurador Alejandro Ordóñez, autor intelectual de esa criatura.

Basta leer el proyecto para reconocer en él los mismos conceptos esbozados en sus libros, escritos mucho antes de que llegara a la Procuraduría. En ellos no solo se opone a la despenalización del aborto por considerar que las mujeres no tienen derechos -el único derecho que reconoce es el derecho del hombre-, sino a los avances de la ciencia derivados de la manipulación genética. Desde ese podio, donde el derecho y la moral son uno solo, hasta las mujeres que no puedan tener hijos y opten por hacerse una inseminación in vitro serán vistas como transgresoras de la ley. Serían pecadoras, porque estarían desoyendo las voces de Dios en esa materia y subvirtiendo el orden natural de las cosas.

En otras palabras: si este proyecto es aprobado por el Congreso, no solo las mujeres y las minorías llevarían del bulto -para Ordóñez, el concepto de los derechos humanos es un concepto creado por el comunismo internacional en la posguerra-, como bien lo dice en sus libros; también los científicos serían candidatos para ser quemados en la hoguera. Si este proyecto se aprueba, Colombia se devolvería cien años en su historia, la Constitución del 91 que plantea cómo el Estado es independiente de la religión quedaría vuelta añicos; las mujeres quedaríamos reducidas a nuestra función procreadora, se prohibiría el uso de cualquier método de control natal distinto al método de Ogino y habría hombres y mujeres presos por haber utilizado un condón o la píldora del día después. Las enfermedades venéreas y el VIH se propagarían y no tendríamos científicos que nos ayudaran a lidiar con el problema de salud pública, porque estarían encarcelados o se habrían fugado de Colombia para evitar caer tras las rejas, acusados por haber hecho investigación genética.

Uno pensaría que en un gobierno que se dice liberal y que ha dado señales de diferenciarse precisamente en estos temas del gobierno anterior, este proyecto estaría hundiéndose por falta de apoyo. Sin embargo, lo que está sucediendo es todo lo contrario. El proyecto ya cuenta con 11 votos a favor y solo siete en contra. Se sabe que los cuatro senadores conservadores, Hernán Andrade, Roberto Gerlein, Eduardo Enríquez Maya y Manuel Enrique Rozo, votarán a favor. Y que lo mismo harán los dos senadores por el PIN -a la hora de servirle al señor, no importa que los votos sean espurios, porque de todos modos, votos son-. Tres de los cuatro senadores de La U también votarían el proyecto del procurador -Karime Motta, Carlos Enrique Soto y Juan Carlos Vélez. De todos esos, el único que me sorprende es el voto número 11, del senador por el Partido Verde Jorge Londoño. No sé por qué guardaba la estúpida idea de que el Partido Verde tenía algún tinte moderno, pero ni tinte tiene. En su caso, creo que pesa más el temor que le inspira el procurador con su posición de poder -no hay que olvidar que él es quien investiga disciplinariamente a los congresistas, además de que participa como representante de la Nación en todos los procesos de pérdida de investidura que adelante el Consejo de Estado- que su convencimiento por creer que ganamos devolviendo al país a las épocas oscurantistas. Me temo que el de Londoño no es el único caso y que debe haber varios como él dentro de los 11 votos que hay a favor de ese proyecto en la Comisión Primera del Senado.

En la otra orilla, solo quedarían los cuatro senadores liberales, Juan Fernando Cristo, Luis Fernando Velasco, Juan Manuel Galán y José Ignacio García; los senadores del Polo, Luis Carlos Avellaneda y Parmenio Cuéllar, y Roy Barreras, el único senador de La U que ha decidido desoír la voz de Dios, como diría el procurador Ordóñez. A ellos los veo como unos valientes, porque han decidido sostenerse en sus posiciones a sabiendas de que la férula del procurador los puede afectar por no atender a sus designios ni a sus credos: corren el riesgo de ser destituidos.

miércoles, 5 de octubre de 2011

La despenalización del aborto irrumpe en las presidenciales en Nicaragua





La despenalización del aborto irrumpe en las presidenciales en Nicaragua

El PAÍS. España

Un movimiento de mujeres plantea que se abra el debate para despenalizar el aborto terapéutico

Ningún candidato a presidente está a favor de interrumpir un embarazo por razones médicas

CARLOS SALINAS MALDONADO Managua 3 OCT 2011 - 14:49 CET13

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Decenas de mariposas de cartón recorrieron hace unos días el centro de Managua. Fueron utilizadas por un grupo de mujeres que, llegadas de lugares recónditos de Nicaragua, montaron una protesta exigiendo al Parlamento del país centroamericano que restituya el aborto terapéutico (justificado por razones médicas), penalizado en 2006. Cinco años después, con otra campaña electoral como contexto, las mujeres exigen dar marcha atrás a lo que consideran un error, pero ninguno de los candidatos está dispuesto a jugarse los votos.

Para Jaqueline, de 32 años, originaria de Matagalpa, en el centro de Nicaragua, esta es su lucha. Llegó desde su ciudad a decirles a los diputados que restituyan lo que ella llama un derecho de las mujeres nicaragüenses. “Muchas han muerto por no practicarse un aborto terapéutico, por ser penado. Los políticos son unos desconsiderados, deberían pensar que ellos nacieron de una madre y tienen hermanas, sobrinas y tías. Como ellos no son mujeres, no pueden ponerse en nuestros zapatos. Queremos que nos dejen de utilizar solo cuando vienen las elecciones”, dijo.

Para los analistas, los nicaragüenses están frente a la campaña más vacía y conservadora de la débil democracia conseguida tras la caída del primer Gobierno sandinista, en 1990. “Las campañas no ofrecen nada que pueda atraer a los electores”, asegura el sociólogo Oscar René Vargas. “Esta es una campaña de gente de derecha. ¡Imagínate que un candidato ofrece la castración! Esa es una brutalidad”, dice Vargas.

Los nicaragüenses encaran la campaña más vacía y conservadora de la débil democracia conseguida tras la caída del primer Gobierno sandinista, en 1990

Daniel Ortega continúa a la cabeza en las encuestas, con un 45,8% de la intención de voto para los comicios del 6 de noviembre, con una cómoda ventaja de más de diez puntos sobre su principal contrincante, según un sondeo reciente de CID Gallup. En segundo lugar se ubica el empresario opositor Fabio Gadea (33,5%) y seguido del expresidente Arnoldo Alemán (10,1%).

Los políticos no están dispuestos a ceder en un tema tan controvertido como el del aborto, más en un país conservador y de profundas raíces católicas, donde hasta los guerrilleros que una vez lucharon contra la dictadura somocista cargaban crucifijos en el cuello mientras lanzaban cócteles molotov. En Nicaragua, la Conferencia Episcopal tiene un peso tan grande que ningún candidato está dispuesto a contradecir a los obispos. De hecho, todos los aspirantes a la presidencia de este pequeño país se han pronunciado contra el aborto, incluido el terapéutico, y se autonombran “provida”, incluido Ortega, que participa en la elección a pesar de que el artículo 147 de la Constitución impide renovar el mandato de un presidente o elegir a alguien que ya haya sido gobernado el país dos veces.

Muchas han muerto por no practicarse un aborto terapéutico

Jaqueline, 32 años

Los candidatos de oposición también han dejado bien claro que no están a favor del aborto. Fabio Gadea, del Partido Liberal Independiente, asegura ser “provida”, aunque sus contrincantes lo critican por unas declaraciones de su candidato a la vicepresidencia, Edmundo Jarquín, disidente del Frente Sandinista de Liberación Nacional, quien en 2006 expresó su posición a favor del aborto terapéutico.

“Arnoldo [Alemán] y yo somos provida y ¿vos Fabio [Gadea] sos abortista? ¿Vos Mundo [por Edmundo Jarquín] podés decir que estás en contra del aborto?”, espetó Francisco Aguirre Sacasa, número dos de la candidatura de Arnoldo Alemán, quien aspira a regresar al poder en Nicaragua a pesar que las encuestas muestran que el 80% del electorado lo desprecia por los casos de corrupción denunciados durante su Administración (1997-2002) y por su pacto político con Ortega.

Un candidato ha propuesto la castración química para los hombres acusados de violencia sexual

Otro de los candidatos de oposición, Enrique Quiñónez, de la Alianza Liberal Nicaragüense, ha prometido en su campaña que, de ganar la presidencia, implementará lo que desde su equipo partidista llaman una “novedosa propuesta”: castrar químicamente a los hombres acusados de violencia sexual. Posiblemente Quiñónez buscaba congraciarse con las mujeres en un país donde los delitos sexuales son comunes y donde en lo que va del año han sido asesinadas 61 mujeres.

Sin embargo, a varias organizaciones feministas no ha gustado la propuesta. Además, Quiñónez ha desarrollado una agresiva campaña contra el aborto: el día de la presentación oficial de su plan de gobierno se rodeó de muchachas que gritaban lemas contra el aborto. Y su más reciente anuncio publicitario muestra fetos despedazados en un brutal mensaje con el que espera ganar votos.

Los candidatos también han mostrado la cara más retrógrada de la política nicaragüense. Gadea se ha echado encima a las comunidades de homosexuales del país al asegurar “que no le gusta ver a dos hombres besándose” y al escribir contra la homosexualidad en artículos publicados en el conservador La Prensa.

La campaña no atrae a las mujeres. Aquel grupo que se reunió en una céntrica avenida de Managua cargando mariposas de cartón, traía un mensaje claro para los candidatos: si quieren sus votos, tienen que escuchar sus demandas. “Los programas de los políticos en estas elecciones no han integrado los derechos de las mujeres, y la única mención que hacen es para decir que están a favor de la penalización de las mujeres, que están a favor del castigo a las mujeres”, aseguró la feminista Ana Quiroz.