El respeto a la
identidad
El Senado
convirtió en ley el proyecto por el cual el Estado garantiza el respeto a la
identidad de género. Las personas trans podrán cambiar nombre, foto y sexo de
su DNI. Las obras sociales y prepagas deberán pagar la reasignación del sexo,
si lo requiere el afiliado.
Alcanzaron
dos horas y diez minutos para que el Senado aprobara el proyecto de Identidad
de Género, que ya había recibido el mismo tratamiento en la Cámara de
Diputados. Fueron 55 votos afirmativos, ninguno negativo, una abstención: con
esos números, apenas habían dado las 9 y diez de la noche cuando quedaba
convertida en ley la disposición según la cual el Estado argentino respeta la
identidad que cada ciudadana y ciudadano concibe como propia. Una vez
promulgada, bastará un trámite administrativo para modificar el nombre, la
foto, el sexo en el DNI. También quedará garantizado el acceso a los
tratamientos de salud que la persona requiera para modificar su cuerpo de
acuerdo con el género autopercibido.
El texto
aprobado define como “identidad de género” a la “vivencia interna e indidivual
del género tal como cada persona la siente, la cual puede corresponder o no con
el sexo asignado al momento del nacimiento, incluyendo la vivencia personal del
cuerpo”. Ello “puede involucrar la modificación de la apariencia o la función
corporal a través de medios farmacológicos, quirúrgicos o de otra índole,
siempre que ello sea libremente escogido. También incluye otras expresiones de
género, como la vestimenta, el modo de hablar y los modales”. Podrán modificar
sus datos registrales las personas mayores de 18 años. Las prestaciones médicas
contempladas en la ley formarán parte del Plan Médico Obligario.
Minutos
antes de que el panel del recinto brillara con los números, el senador radical
Ernesto Sanz pidió “una autorización especial”: que las y los activistas
presentes en las barras pudieran expresar su alegría “si se consolida” la
votación. El Senado estalló: desde las barras llovían los aplausos y vivas de
activistas a quienes los discursos de la sesión rindieron homenaje una y otra
vez. Poco después, los votos daban la razón a esa alegría, que se trasladó a la
calle Entre Ríos, frente al Congreso, donde cientos habían seguido del debate
en pantalla gigante.
Desde los
balcones, la sesión fue presenciada por activistas LGBT, pero en realidad la
jornada, en algunos casos, había comenzado bastante antes. “Desde las ocho
estoy por acá”, contaba la líder trans Marcela Romero, a quien la Cámara de
Diputados había reconocido como “Mujer del Año” en 2009, precisamente porque
había logrado un DNI respetuoso de su identidad tras una década de lucha
judicial. Presidenta de la Asociación de Travestis, Transexuales y Transgénero
de Argentina (Attta), Romero concedió a este diario que sí, estaba “un poco
ansiosa” desde temprano en la mañana y se había acercado al Congreso para
paliar los nervios. Doce horas después, la ansiedad no menguaba. “Voy a tener
que aprovechar que sancionaron muerte digna”, bromeaba desde el balcón que
compartía con Esteban Paulón, presidente de la Federación Argentina LGBT
(Falgbt), de la que Romero es secretaria general. Más allá, Lohana Berkins,
presidenta de Alitt (Asociación de Lucha por la Identidad Travesti), seguía
atentamente cada discurso; la concentración, de hecho, le impedía comentar lo
que sucedía.
Cuando
caía la tarde sobre la plaza Congreso, un centenar de personas seguía la sesión
en la pantalla gigante que el Inadi había aportado para acompañar a las
organizaciones. Entre música dance, aroma a hamburguesas y personas que corrían
colectivos, activistas LGBT bailaban para hacer más leve la espera, mientras se
dejaban ver caras que habían sido protagonistas, hace dos años, del debate por
el matrimonio igualitario, como José María Di Bello y Alex Freyre, Alejandro
Vanelli y Ernesto Larrese, María Rachid. A metros del escenario, Julieta
Calderón, altísima con sus 19 años y orgullosa trans militante en la Juventud
de la Falgbt, decía a Página/12 que estaba ahí por ella, pero también por su
sobrino de 9 años. “Si esto se aprueba, cualquiera sea su deseo, cualquiera su
proyecto, la vida sería tan sencilla para él. Creo que esto es para las nuevas
generaciones, porque ahora va a hacer falta un cambio cultural fuerte.
Socialmente falta. No sé si mañana (por hoy) va a haber un cambio radical en
todo, pero el reconocimiento legal a tu verdadera identidad es un cambio
cotidiano.”
La sesión
había empezado a las siete de la tarde, con una intervención, la de Ada Iturrez
de Capellini (Frente Cívico por Santiago, presidenta de la Comisión de Legislación
General), que anticipó la tónica predominante de las siguientes dos horas: la
Cámara estaba dispuesta a “subsanar” la “deuda” que la democracia tenía con el
colectivo trans, y agradecía y aplaudía la militancia de los activistas. La
ley, que Iturrez de Capellini definió como “consecuencia de la ley de
matrimonio igualitario”, recibió el respaldo de todos los bloques, cuyos
representantes fueron ampliando, a su turno, el abanico de razones: es “un
derecho humano básico para poder dignificarse”, señaló Eugenio Artaza (UCR);
“tendría que haber sido sancionada mucho antes”, reflexionó Aníbal Fernández
(FpV); permitirá “a la gente intentar ser más feliz”, aportó Miguel Angel
Pichetto (FpV). Es “el primer paso para empezar a revertir esta realidad de discriminación
y violación constante de los derechos humanos por razón de identidad de
género”, destacó Rubén Giustiniani (PS), quien pidió, como otros de sus
colegas, reconocer a la legisladora (MC) Silvia Augsburger, responsable de
haber franqueado el paso de la demanda al Congreso.
Los
discursos transcurrían sin sobresaltos, ante un recinto del que se habían
ausentado dieciséis legisladores, entre ellos Teresita Negre de Alonso, quien
dos años atrás se había opuesto férreamente al matrimonio igualitario. Sonia
Escudero, que en 2010 votó en oposición a aquella ley, anunciaba, sirviéndose
de cifras sobre la vulnerabilidad del colectivo trans, que votaría
favorablemente; del mismo modo votó el salteño Juan Carlos Romero. En ese
contexto, y trayendo a colación los reparos que la jerarquía católica expresa
con respecto a la modificación del Código Civil, Marcelo Fuentes (FpV)
cuestionó la “extorsión de la religión” y el “síndrome del púlpito”, puesto que
es preciso reconocer “la secularización del derecho”. “No va a haber
reconstrucción igualitaria en la Argentina si los responsables de llevarles
tranquilidad a sus fieles no los preparan para un mundo que marcha a los
cambios.”
Sólo la
chubutense Graciela Di Perna (Frente por la Integración) puso una nota
disruptiva al anunciar que se abstendría, entre otras cosas, porque “adulterar
la partida de nacimiento es un delito”, habida cuenta de que “no se puede
adulterar el genotipo del sexo de un individuo presente desde la concepción en
cada célula del individuo”.
Aunque
los reconocimientos a organizaciones y activistas fueron moneda corriente, un
nombre reaparecía una y otra vez en la sesión: el de Claudia Pía Baudracco, la
líder trans fallecida el 18 de marzo. La mencionó, tras recordar a “Ursula, una
mujer encantadora que ha padecido las discriminaciones que hoy se terminan”, la
chaqueña Elena Corregido (FpV); también la riojana Mirtha Luna, al contar que
la había conocido en un acto por el Día de la Mujer: “Claudia Pía se me acercó
y me pidió que le diéramos sanción al proyecto. Diez días después murió”. El
nombre de Baudracco estuvo presente, también, en la plaza, junto con otros
históricos, como el de Nadia Echazú. Faltaban minutos para que el cuerpo
votara. Gerardo Morales (UCR) se congratuló porque la “ley convertirá a la
comunidad trans en sujetos de derecho, como ocurre con el conjunto de la
sociedad”.