LOS OBISPOS DICEN “NO”
Juan José Tamayo
Tras
meses de silencio, por fin, los obispos españoles han hablado y lo han hecho en
tropel, desde la cúpula más elevada hasta el último peldaño episcopal. Pero no
cantemos victoria. No han hablado de la crisis, ni contra la reforma laboral,
ni contra los recortes, ni para denunciar el incremento de la desigualdad en la
sociedad española, ni para señalar con el dedo a los responsables de los casi
seis millones de parados, ni para solidarizarse con el millón setecientas mil
familias donde todos los sus miembros están parados, ni para transmitir
esperanza al 50% de jóvenes sin salida.
Lo han hecho para condenar la sentencia
del Tribunal Constitucional a favor de la constitucionalidad de la ley del
Matrimonio Homosexual. No solo quieren ser co-gobernantes y co-legisladores. No
sólo son intérpretes de la Ley divina. También quieren actuar como jueces, como
garantes de la justicia y de la
moralidad de las leyes, como intérpretes autorizados de la Constitución. Así se
ha presentado el obispo de San Sebastián monseñor Munilla, -rechazado por el
85% de los sacerdotes de su diócesis-, quien ha considerado la sentencia del
alto Tribunal como “una falta fidelidad” a la Constitución.
Repitiendo el comportamiento insolidario
del sacerdote y del levita de la Párabola del Buen Samaritano, la mayoría de
los obispos españoles y de los movimientos eclesiales neo-conservadores que les
sirven de corifeos pasan de largo y demuestran una gran insensibilidad ante el
sufrimiento de los sectores más vulnerables de la sociedad: parados y paradas,
muchos de ellos sin seguro de desempleo, inmigrantes, familias sin recursos,
estudiantes que tienen que abandonar los estudios por no poder pagar las
matrículas que han experimentado una subida desmesurada, o los comedores
escolares, personas sin hogar, jóvenes a
quienes se les ha robado el presente y el futuro, mujeres maltratadas, personas
mayores sin pensión, discapacitados físicos o psíquicos, enfermas y enfermos
crónicos a quienes se les niega la aplicación de la Ley de Dependencia, etc.
¿Por
qué esa insensibilidad, cuando tenían que dar ejemplo y tener entrañas de
misericordia? Muy sencillo. Porque muchos de ellos viven en palacios rodeados
de un ejército de servidores y no se ven afectados por la crisis. Porque están
instalados en el sistema, de que recién beneficios y privilegios por doquier en
todos los terrenos: educativos, fiscales, económicos, culturales, sociales,
militares, tributarios, etc. Porque la Iglesia católica es la única institución
que no ha sufrido recorte alguno en sus privilegios. Más aún, cada año ve
incrementados los ingresos que recibe del Estado por la subida del nivel en la
declaración de la renta del 0,5 al 0,7%. Ni con Franco tuvo tantos privilegios.
¡Y todavía se quejan de sentirse perseguidos! La jerarquía católica es
insaciable en sus demandas de prebendas. Y lo peor es que los sucesivos
gobiernos de la democracia, de derecha, de centro y de centro-izquierda –de
izquierda-izquierda no ha habido realmente ninguno-, han renunciado a avanzar
hacia el Estado laico, han sido y siguen siendo, de una u otra forma, rehenes
del poder eclesiástico, sea este el Vaticano o la Conferencia Episcopal
Española (CEE).
Leyendo
los documentos de la CEE, la pastorales de los obispos y sus declaraciones
públicas, uno no encuentra más que noes:
no a las relaciones sexuales prematrimoniales, no a los métodos
anticonceptivos, no a la masturbación, no al matrimonio homosexual, no al
divorcio, no a la comunión de los divorciados, no a la interrupción voluntaria
del embarazo, no a la píldora del día después, no al matrimonio de los
sacerdotes, no al sacerdocio de las mujeres, no a la fecundación in vitro, no a
la investigación con células embrionarias, no a la eutanasia, etc. Están
instalados en el no por sistema. Sólo
he encontrado un sí: a la castidad. Me hubiera gustado otros síes: a la huelga
general, a la escuela pública, a la educación sexista, a las leyes de igualdad
de género, a los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres. Pero ni
los he escuchado de sus labios, ni los
he leído en sus documentos.
Todavía
no han dicho no a la contra-reforma laboral, no a los recortes en sanidad,
servicios sociales, educación, investigación, becas, no al desmantelamiento de
los servicios públicos, no a las privatizaciones, no a la Europa de los
mercaderes, no al BCE, no a las multinacionales, no a la Europa del Bundesbank,
no a la inyección de dinero público a los bancos, no a la supresión de la
asignatura de Educación para la Ciudadanía, no a la violencia de género, no al
capitalismo, etc.
Bueno,
hay que decir que algunos obispos han dicho un no indignado a los desahucios,
que se han cobrados varias vidas humanas y están creando situaciones familiares
dantescas. Y hay que felicitarlos. Pero acaban de informarme de la respuesta de
otro obispo al que le pidieron la firma contra los desahucios: “No lo tengo
claro”, dijo. ¡Y no firmó! A lo que los solicitantes de la firma le contestaron
muy agudamente: “Menos claro es el Misterio de la Santísima Trinidad y Usted lo
suscribe”.
Juan José
Tamayo es director de la Cátedra de Teología de la Universidad Carlos III de
Madrid. Su libro más reciente es Invitación
a la utopía (Trotta, Madrid, 2012).
EL PERIODICO DE CATALUÑA, 15 de noviembre)